lunes, 24 de marzo de 2014

Lazos negros

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Hoy tocaba entrada sobre los rusos. Iván, como me gusta llamarles como colectivo.

Pero el accidente del helicóptero de rescate en Fuerteventura -y el más que probable fallecimiento de los cuatro miembros de la tripulación- de un lado, y la muerte de Adolfo Suárez ayer, de otro, hacen que sea más prudente cerrar la boca y guardar silencio.

Guardar silencio y mostrar gratitud a unos y otro por su sacrificio para con nosotros, su patriotismo y su abnegación. Cada uno en su tarea.

Descansen todos ellos en paz.

martes, 11 de marzo de 2014

De venganzas y resarcimientos

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Lo confieso, cuanto más viejo más pellejo.

Y no me refiero a holguras cutáneas, ni a flaccideces musculares, avatares de la edad que de momento no parecen representar una seria amenaza para mi elegante porte, no.

Me refiero a ese punto de mala leche, y esa iracunda ironía que día a día y poco a poco desplaza a la feliz candidez de los años más mozos. 

Un resabio, como si dijéramos.

Supongo que desde la perspectiva femenina ese punto, aún soportable, de sorna y de rápida y ácida ironía resulta atrayente por aquello de ser algo parecido al polo opuesto a la languidez y la indolencia, enemigos del varón que se precie.

En cualquier caso, uno muta su carácter como muta las cosas de las que es inevitable mutar en la vida, con orgullo, altivez y un deseo de hacer el trance lo más llevadero posible, disfrutando de ello cuando se pueda.

Por eso, cuando he leído la carta manuscrita que mi amiguito Luis Bárcenas le ha remitido a Su Señoría desde prisión, y he vislumbrado la desesperación con la que está escrita, he disfrutado de lo lindo.

Que el otrora prepotente, soberbio, maleducado, estirado, sobrado y antipático dueño y señor de las cuentas del PP se esté retorciendo de asco en la cárcel me produce una satisfacción mayúscula.

Vamos, y resumiendo, que me da un tremendo gustirrinín que semejante gilipollas (porque además de ladrón es un imbécil de categoría) se pudra en el talego.

Y no creo que sea muy cristiano hacerlo, no señor, pero qué quieren que les diga... ¡a veces me encanta ser un cabroncete!