lunes, 30 de noviembre de 2009

No lo consienta Señor

Su Majestad,

Debo haber leído mal o el periodista debe estar mal informado. Leo, sin terminar de creerlo, que Su Majestad está realizando gestiones con la Santa Sede para acelerar la nulidad del matrimonio de S.A.R. Doña Elena.

Verá Señor, con todos mis respetos, no lo entiendo.

¿Cuál habría de ser la causa de tal nulidad?. Es obvio y evidente que el matrimonio fue consumado en, al menos, dos ocasiones. O eso o D. Jaime tiene sobrados motivos de queja y demanda, pero no parece ser él quien ande en esas rogativas.

Dado, pues, que no hay tampoco duda sobre la voluntariedad de los esponsales, y que el matrimonio se celebró sin más defecto de forma que el olvido por parte de Su Alteza de pediros permiso antes de pronunciar los votos, ¿que razón se puede esgrimir para anular el himeneo?

Soy agnóstico, lo reconozco Señor, pero criado y educado en una fuerte moral católica que respeto y, probablemente, transmitiré a mis descendientes si algún día los tuviera.

No soy de los que opina que el matrimonio sea indivisible, las pruebas de fallidos matrimonios de compañeros, familiares y amigos nos lo demuestran casi a diario, pero jamás entendí la proliferación de anulación de matrimonios eclesiásticos.

Puedo entender que quieran hacerlo aquellas personas con sobrados y reglamentados motivos, aún cuando el mal aliento no forme parte de ellos, pero me parece la compra de una bula el resto de los casos, es decir, el 95% de los que conozco.

Puedo entenderlo en el caso de folclóricas, famosas de pretendida alta clase e indecisas niñas de papá, por aquello de volver a forrarse con el siguiente reportaje de la nueva boda en el HOLA o sentirse otra vez las princesitas de la fiesta por un día, pero no me cabe en la cabeza, Señor, el motivo que Su Alteza pueda esgrimir para solicitar tal dispensa.

La cimentación de la monarquía en España es, como Su Majestad sabe, muy endeble y basada en tradiciones que vienen de antiguo. Nada hay que objetar a una separación, o incluso divorcio, de una de Sus Altezas si sus matrimonios no fueran lo felices o adecuados que cualquier pareja requiere y merece, pero flaco favor haría a la Institución que algunos hemos jurado defender con nuestra propia sangre, si los indecisos, los descreídos o los detractores entienden o comprueban que los miembros de la Familia Real obran con capricho en temas tan importantes para millones de personas como el que nos ocupa. Debe evitarse, Majestad, la sensación de antojo.

Es duro oficio el de Infanta de España. No me cabe duda de ello. Los privilegios del título serán, estoy seguro, poca cosa comparados con las obligaciones. Pero es que así es como tiene que ser.

Confío, por lo poco que la conozco, que Doña Elena estará pensando en contraer matrimonio por segunda vez. No me cabe duda de ello porque me consta que es persona consciente, cariñosa y creyente. Y querrá que ese nuevo matrimonio sea consagrado por la Iglesia Católica, pero es que, Señor, no se puede tener todo en esta vida, y las imágenes de una segunda boda de Doña Elena no creo que fueran a hacer ningún bien a la Monarquía por incomprensibles. Que se case si ese es su deseo, pero ya sabe Su Majestad cuál es la única vía coherente para hacerlo, y no pasa por una iglesia sino por un juzgado.

Haga caso Su Majestad a éste su humilde súbdito, deje estar las cosas del Tribunal de la Rota en su sitio y convenza a S.A.R. de desistir en su intento, no vaya a ser que haya quien se empeñe en comparar al Rey de España y su familia con otra cosa.

Dios guarde a Su Majestad muchos años,
Rocket Launcher

martes, 24 de noviembre de 2009

Pasaba por aquí



Pues eso, pasaba por aquí y me he dicho, "¡coño Rocket!, ya que estás, ¿por qué no escribes algo?" y me he contestado que "¡no!, ¿que para qué?".

Y es que debe ser que, a fuerza de hacerme viejo, me debo estar convirtiendo en un recalcitrante reaccionario, y ya saben ustedes que llevo mal lo de cumplir añitos y sus consecuencias psicológicas.

Sufro de intolerancia a la tontería, al mamoneo, a los pusilánimes, meapilas, progres de salón y putiactrices. No soporto los presentadores de guardia, las "colaboradoras" millonarias, las noticias ñoñas y los reportajes de cámara oculta. Enfermo con los agoreros del desastre, los periodistas "wall street" y los opinadores disconformes, los opositores a todo, siempre.

Me la bufan los especiales sobre prostitución, los hábitos sexuales de los españoles o la comparativa contra los países escandinavos. Me da igual si un sueco se beneficia a su mujer, su vecino, su perro o a todos al mismo tiempo un 42% más o menos que yo. Que manía con el jodido morbo tenemos en España.

Se me revuelve el estómago cuando leo que Belén Esteban es "la voz del pueblo", y mal lo debemos estar haciendo cuando la voz de nuestra conciencia, el Pepito Grillo de nuestro espíritu cívico, es el tal Risto Mejide. ¡Joder!

De política ni hablamos. Maldita pandilla de inútiles interesados.

Se refugia uno en la lectura, y se encuentra con que Stieg Larsson (ya saben, el celebérrimo best seller post-mortem) tenía una opinión muy bien formada sobre la titularidad y soberanía de Gibraltar, Ceuta y Melilla. Por supuesto lo españoles no salimos bien parados en ninguno de los tres casos. ¡Manda huevos, ni leyendo le dejan a uno en paz!

Por último, si abre un periódico, rompe uno a llorar de pura pena y rabia.

En medio de este caos, de esta desolación, sólo hay algo que ofrece algo de consuelo y alivio, una buena cerveza fresquita.

Así que con su permiso, y hasta que se me pase el cabreo y las ganas de prenderle fuego al mundo, yo a lo mío y ustedes a disfrutar.