jueves, 17 de marzo de 2011

El retorno de los Samurai


Mientras escribo estas líneas, unos cuantos tipos de pelo oscuro, corta estatura y ojos rasgados enfundados en sus trajes NBQ se afanan por evitar una tragedia.

Quizás se habrán presentado voluntarios o tal vez les haya “tocado” en suerte ir. Quién sabe si han bebido un poco de saque tras del briefing del vuelo o antes de subirse al camión o solo han llamado a sus familias para “hablar un rato”.

Pero seguro que nadie se ha quejado de la falta de uniformidad cuando haya visto que más de uno llevaba puesto el Hachimaki con el sol naciente y los nombres de sus hijos, o de su mujer, o de sus padres o abuelos escritos a ambos lados del círculo rojo. Tal vez otro lleve la palabra valor, o constancia, o arrojo, o… sayonara.

Tampoco nadie protestará si se han enganchado en un improvisado ceñidor su Tanto.

Seguro que han pronunciado Hiroshima y Nagasaki en las últimas 72 horas, y que han recordado a Anatoly Grishchenko, aquel piloto soviético medio loco que se jugó el tipo (y lo perdió) en un helo blindado de plomo para dejar caer hormigón en el descubierto núcleo de una central nuclear que era el claro ejemplo de lo que significa la expresión “una mierda pinchada en un palo”.

Gracias al bueno de Anatoly se salvaron miles de vidas. De no haber intervenido el desastre hubiera sido incluso peor de lo que fue.

Y mientras nosotros tratamos de mantenernos enterados de lo que ocurre gracias a las muy desactualizadas y equívocas noticias de los periódicos online y al correo electrónico, ellos bregan contra una amenaza que no duele, no suena, no huele y no se ve, pero que mata como ninguna.

Apuesto con ustedes lo que quieran a que se portarán como deben y harán lo que tienen que hacer sin quejas, ni críticas, ni miramientos. Cumplirán hasta el final porque la disciplina y la obediencia están tan amarradas a sus genes como la improvisación y la creatividad a los nuestros. Por eso y porque el sacrificio y el esfuerzo todavía son virtudes reconocidas en su sociedad.

Mucha suerte mis queridos Samurais.

miércoles, 16 de marzo de 2011

La historia interminable


Nadie con un mínimo de objetividad dudaría que Sortu es, en algo más que esencia, la sucesora de Batasuna, Herri Batasuna, Euskal Herritarrok y demás inventos de la mal llamada izquierda “abertzale”.

Todos ellos han tenido el mismo objetivo, “infiltrarse” en las instituciones vascas para “trabajar” desde dentro.

Y por ese entrecomillado trabajar entiendo obtener fondos, gobernar a su antojo en aquellas administraciones en las que tuvieran opción a hacerlo y, en general, deteriorar en la medida de lo posible la percepción que de España - entendida como conjunto - se pudiera tener en el País Vasco, Navarra y demás “territorios” que consideran propios e incluidos en la gran Euskalherría.

Su objetivo es y ha sido siempre el mismo, esto es, hacernos la “cusqui” al resto de españoles sirviéndose de las normas por las que todos nos regimos para no hacernos la “cusqui”.

Todo ello bajo la amenaza de la serpiente y el hacha, que hace mucho tiempo que se percató de que matar políticos, jueces y gente pública en general era mucho más rentable que matar militares y policías... y mucho más efectivo.

Siendo esto no una opinión sino un hecho, me pregunto qué demonios ha cambiado para que se produzca, por enésima vez, el debate sobre si un partido de ETA sí o un partido de ETA no. Y todo ello sin que ETA deje definitivamente las armas.

Algo así como que les dejamos entrar en nuestra casa sin arrepentirse y sin decir definitivamente, y con control policial, ya no mato, extorsiono, agredo o insulto más, solo con un “indefinidamente” tan rocambolescamente difuso que parece cosa de chiste.

Paletos de mierda jugando a la alta diplomacia y algunos tontos del haba prestándoles atención y dándoles crédito.

Y yo me pregunto, si les dejamos presentarse a las instituciones y ganan sus muy cotizados sillones de concejales en los ayuntamientos de Basauri, Mondragón, Hernani o Elduaín, ¿respetarán la obligatoriedad de hacer ondear la bandera española en el consistorio?

Niet tovarishch.

Si me doy una vuelta por Mondragón y decido que quiero hacer campaña a favor del PP o el PSOE ¿me permitirán que utilice los mismo medios que Sortu para llevarla a cabo y podré moverme libremente sin temer por mi integridad física?

Niet tovarishch.

¿Podré montar un bar llamado Viva España cuyo fin sea recaudar fondos para la causa de la permanencia de Euskadi en España sin que a nadie se le ocurra tirarle un cóctel molotov y tendré a la policía local atenta a que eso no pueda ocurrir?

Niet tovarishch

¿Tendré, en cualquier caso, la garantía de que los ayuntamientos y demás fueros en los que Sortu obtuviera representación, cumplirían fielmente con la legislación vigente y no tendrían intención de infringirla bajo ninguna circunstancia?

Rotundamente niet tovarishch

Quien piense que los hilos de Sortu no están movidos por ETA se equivoca.

Quien piense que una nueva era de prosperidad se cierne sobre el País Vasco gracias a un previsible fin de la violencia usando ese camino, se equivoca.

Quien opine que solo dejando entrar a Sortu de nuevo en las instituciones se normalizará la situación en el País Vasco lo hace de manera interesada, porque los votantes de según qué partidos en según que pueblos deberán seguir yendo escoltados para que cuatro niñatos ( o mucho más creciditos) gilipollas no les peguen una paliza, les destrocen sus negocios o les insulten impunemente por la calle.

La situación en el País Vasco es tal que hasta se empieza a consentir y a considerar normal en algunos ámbitos no estrictamente “abertzales” que los supervivientes o familiares y amigos de atentados terroristas, las víctimas del terrorismo, deban tener la misma consideración moral que un hijoputa que pone bombas lapa o mata por la espalda y que está preso por tales hechos en Nanclares de Oca.

Lo único que pretende Sortu, como todos aquellos que la defienden o “comprenden”, es hacer uso del estado de derecho para obtener, fuera de derecho, sus propósitos. El resto, con perdón, se la pela.

Pues nada, van a ver ustedes como al final tenemos a los tipejos estos otra vez en butacones rojos.

viernes, 11 de marzo de 2011

Rocket va amontar un negocio (VI y última)


En un esfuerzo atlético y heroico, he conseguido completar el círculo creativo hasta dejar de legado a mis inexistentes (salvo error u omisión) descendientes y a la raza humana en general esta obra maestra de la literatura no ya contemporánea, sino de todos los tiempos. Considérense ustedes bendecidos por poder ser los primeros en gozar de su profunda belleza. Les envidio, ojalá yo tuviera a alguien como yo mismo.

Los siguientes días transcurrieron con cada vez más llamadas y más repeticiones de servicio. Nuestra fama el cuarto día era tal que tuve que comprarme un pinganillo para no tener los codos en permanente flexión para atender telefónicamente a tanto cliente expectante o satisfecho.

Prueba de esa fama es el hecho de que cada día llamaban voluntarios – y lo más curioso, también muchas voluntarias - ofreciéndose como limpiabotas, y pude recopilar una buena base de datos de posibles candidatos para cuando el negocio necesitara expansión.

Además las relaciones con mis colaboradores eran excelentes, apenas hablábamos, pero cada noche acudían al bar a presentar las recaudaciones de la jornada y renunciaban ambos con grandes aspavientos a su comisión del 5% por cada servicio prestado. Se conformaban sólo con la nómina por el bien del negocio. Emocionante a la par que conmovedor.

Días de vino y rosas, he de decir.

El séptimo día de nuestra meteórica carrera hacia la elección de empresa del año por la revista Forbes, trataba yo de apañarme entre tanta llamada, tanta solicitud, tanto candidato y candidata, tanta reacción extraña y tanto dar mi descripción y medidas a diestro y siniestro, cuando el amable Inspector que me ofreció negocio días atrás volvió a entrar por la puerta.

Volvía esta vez con una cara muy diferente a la que mostraba al irse el último día, ya que esbozaba una amplia y radiante sonrisa, y se sentó frente a mí apoyando ambos codos en la mesa del bar y dejando descansar su mentón en una de sus manos.

- Vaya, vaya, amigo Launcher, he estado investigando sobre usted y ¡caramba!, jamás pensé que usted… bueno, ya sabe, a su verdadero oficio me refiero.
- ¿Qué le ocurre a mi verdadero oficio?
- ¡Bueno, pues que no parece encajar demasiado con su actual ocupación de… “jefe de limpiabotas”!
- ¿Por qué?
- ¡Joder!, pues porque… da igual, el caso es que lo he estado pensando, y dada su verdadera profesión, mi “participación” en los beneficios se ha incrementado de un 20% a un 30%, si no…
- ¿Está usted interesado en montar una franquicia amigo Inspector?, se lo digo porque he trazado una amplia zona en el norte de España donde me consta que hay una gran demanda de servicios de limpiabotas, allí la gente llega a ponerse bolsas del Carrefour en los pies por no disponer de calzado limpio. Concretamente le puedo hablar del caso de Mar…
- No te hagas el tonto, ¡coño!, o me das mi parte o te hundo en la miseria y pasas más tiempo en el trullo que el Conde de Montecristo.
- ¡Oiga usted!, ¡a mi usted no me insulte que yo no le he faltado, eh!, ¡no me busque que me encuentra!, y además, ¡no le parece a usted que es forma poco decorosa de tratar a un posible socio!
- Afloja la tela o prepárate, porque llamo a un coche patrulla y se presentan aquí en menos que digo chimpún y de ahí a los problemas serios solo restan 5 minutos y dos llamadas desde comisaría.

Estaba a punto de contestar a semejante estupidez con una de las más ingeniosas frases que he escuchado en mi profesión cuando quedé hipnotizado por la entrada en el bar de una apabullante rubia de largas piernas, sensuales medidas, frondosa melena y cara angelical que se dirigió directamente a nuestra mesa.

El ya no tan amable inspector se quedó mirando mi cara de (esta vez sí) tonto con extrañeza, pero no le dio tiempo a girarse para averiguar que era lo que me había hecho entrar en ese trance cuando oyó una estricta voz desde atrás que le decía

- ¡Silencio esclavo!

La mueca que esbozó su cara es difícilmente definible. Fue algo así como una contracción expansiva, o una expansión constreñida, o una explosión implosiva. El caso es que el Inspector en cuestión puso una cara rarísima que, la verdad, casi dio un poco de miedo. Enterró la cabeza entre sus hombros, humilló la frente y dijo:

- ¡Ama! ¿qué hace usted aquí?
- ¡Silencio he dicho!, ya te diré yo cuando puedes hablar - Y golpeó su hombro con un más contundente que suave puñetazo.
- Veo que estás molestando a mi amigo Launcher, ¿eh? – dijo mientras me hizo un guiño de ojo que casi me tumba de la impresión y llevó su dedo índice de la mano izquierda a sus cerrados y jugosos labios - Muy mal, esclavo, muy mal. Has hecho enfadar a la Erika Ama Desire. Estás siendo muy malo y creo que te voy a abandonar en la calle como al perro sarnoso que eres.
- ¡Pero ama, yo…!
- ¡Silencio he dicho! - dijo mientras le arreaba una colleja que me dolió hasta a mí y cuya onda expansiva pude notar perfectamente en mis pestañas – de entrada me dejas en paz a mi amigo, capito?, que no tenga que volver a ver tu sucia cara en su vida, y que no me entere yo que le andas tocando los cojones, ¿te has enterado? – dijo mientras le pegaba un fuerte tirón de pelo y se quedaba contemplando con una sonrisa el mechón que había conseguido arrancarle.
- ¡Si ama!
- ¡Perfecto!, empezamos a entendernos de nuevo. Y ahora sales de aquí despacito y con buena letra y te vas directamente a mi casa y me esperas tumbado en el descansillo de la escalera como el chucho que eres hasta que yo decida volver. Después pensaré si te doy el castigo que te mereces o paso de tí y te mando a paseo.
- ¡No por favor ama!, ¡prometo portarme bien y ser muy obediente, pero no deje de darme castigo y no me abandone!
- ¡Silencio descarado! – bofetón en la nuca esta vez - ¡cumple mis órdenes y desaparece de mi vista!

Y esa fue la última vez que ví al Inspector.

- ¡Aaaaayyyy!, ¡estos tíos que raros son!, ¡Hola guapo!, ¿sabes quién soy verdad?
- Si, ya te he oído decirlo, Erika Ama Desire, y hablé contigo hace unos días por lo del negocio de limpiabotas.
- ¡Que buena memoria!, si señor. He oído hablar de tu negocio, se está haciendo muy popular en la ciudad.
- ¡A qué sí!, estoy muy contento, jamás pensé que pudiera ir tan bien como está yendo. ¡Y la gente encantada! Me llaman constantemente para agradecer el servicio o para pedirme más.
- No me extraña, habida cuenta de las capacidades y herramientas de tus chicos.
- Pues material de primera, me gasté un buen dinero en cremas, betunes, cepillos de pelo duro, blando y medio, gamuzas, abrillantadores, productos para el ante y la napa y…
- No, Rocket, no. Me refiero a las “herramientas” de los chicos, y sobre todo de Mojamé, que por lo visto…
- No, qué va, llevan ambos el mismo material. Yo mismo lo compré en un mayorista que conozco y que…
- ¿Pero me vas a decir que tú no sabes a qué se dedican tus chicos?
- ¡Coño!, pues a limpiar zapatos. ¡Menuda demanda tiene la ciudad!.
- Vaya, vaya. Así que aún quedan tipos como tú por el mundo, ¿eh?. Venía a proponerte otro negocio, pero creo que no, creo que no lo voy a hacer.
- ¿A qué te refieres Erika?
- A nada, tonto, a nada. ¿Tienes planes para comer?, conozco un restaurante por aquí cerca que es muy mono, pequeñito y cuco y cocinan de maravilla. Y por cierto, me llamo Cristina.
- Pues bueno, a medio día no suele llamar nadie así que, ¡qué demonios, pues sí!, pero solo si me dejas pagar a mí, Cristina.
- Lo que tú me digas está bien. ¿Sabes, pareces muy buen tipo Rocket? Cuéntame, ¿a qué te dedicas cuando no montas empesas de limpiabotas?
- Bueno, pues en realidad yo soy…

Y ese fue el principio de una bonita amistad.

Fin

miércoles, 9 de marzo de 2011

Rocket va a montar un negocio (V)

Sigo muy liado, pero las tranquilas noches en mi domicilio particular me permiten disponer de unos minutos para poder obsequiarles con un nuevo capítulo de esta obra de arte que conmueve tanto como “Guerra y paz”, “La montaña mágica”, “Muerte de un viajante” o las memorias de ese moderno Robin Hood, “Yo Dioni: mis años en Brasil”

- ¿Si, dígame?
- Holaaaaa
- Buenos días ¿caballero?
- Hola chato soy Shasha, el de ayer, ¿está el “mamiglup”?
- ¿Se refiere usted a Miguel? no, está en un servicio, ¿puedo ayudarle yo en algo?
- Claro guapetón, claro, pero dime primero cómo eres…
- Estoooo, pues moreno, complexión normal (tirando a flacucho), altura normal, pero no veo en qué puede afectar esto a…
- Pues me vienes de perlas, que hoy el cuerpo me pide “normalidad”, y dime una cosa… ¿tú entiendes, verdad?
- Ya lo creo, soy un experto, desde pequeñito, tengo un don como si dijéramos, de hecho he enseñado a Miguel mucho de lo que ha aprendido en los últimos días. Sobre todo a utilizar la herramienta correcta en cada caso y a ser especialmente cuidadoso cuando el material está seco. Ahora maneja todo tipo de cremas mucho mejor que antes, y el resultado está garantizado.
- ¡¡Uuuuuuuuuuuyyyyyyyyyy baby, tú si que sabes!!, vente, vente, que tengo aquí mucho material muy sequito al que hay que echarle mucha cremita; y tráete muchas herramientas, ¡que me encantan!
- Pues encantado. Dígame la dirección, por favor.
- Calle de la pez, 37 2ºA
- ¡Vaya, pues lo siento, no es mi zona y me queda a contramano!, Miguel podría estar por allí en una hora, ¿le viene a usted bien?
- ¡Oooooooohhhh!, ¡qué pena, con la ilusión que me hacía conocer al maestro del “mamiglup"! Bueno, pero que no se retrase que estoy esperándole muy ansioso y “chuchi” mi perrita se pone fatal si me ve nervous.
- Pues no se preocupe que allí estará
- Gracias, morenazo, ya te pillaré otro día. Un besito en el culito.

Un tanto confundido, una vez más, por la extraña conversación y sobre todo por su final, pero feliz de saber que también Miguel estaba creándose una clientela fiel que asegurara los ingresos en los próximos meses, años (o, incluso, siglos), procedí a repasar mi mochila para comprobar que todo el equipo estaba en perfecto estado de uso. Siempre listo para ser usado en cuanto yo tuviera mi primer aviso.

Cuando miraba hacia abajo noté que la luz decaía un poco y pude comprobar cómo la sombra que había causado tal efecto se paraba justo frente a mí.

- ¿Rocket Launcher?

Un tipo bien entrado en los cuarenta, con gafas de sol, gabardina gastada y zapatos inaceptablemente sucios se había interpuesto – sospecho que adrede – entre el fluorescentes y yo.
- Servidor
- Vaya, vaya, no tiene usted el típico aspecto de…
- ¿Limpiabotas?, no señor, no. Son clichés que nos impone una sociedad con muy mal concepto de nuestro trabajo. Sin embargo ya ve, gente limpia y formal que…
- Sí, sí, claro, claro, y dígame una cosa, amigo Launcher, ¿está haciendo usted mucho dinero con los servicios de sus chicos? – dijo mientras apoyaba su zapato izquierdo en la banqueta que estaba junto a mí y cruzaba sus antebrazos sobre la misma rodilla-
- He de confesar que los primeros días están siendo muy esperanzadores. De hecho de seguir en esta tendencia, y a juzgar por la proyecciones de negocio que he realizado ayer, podríamos empezar a franquiciar en un periodo de un año. He recibido solicitudes del Norte de España y del muy honorable estado de Arkansas en los Estados…
- Pues compartir es vivir, amigo Rocket – dijo mientras extraía de su mugrienta gabardina una placa de policía – ya sabes a qué me refiero…

Le miré con cara de mucangrio sorprendido en pleno proceso de alimentación, y le pedí explicaciones.

- Ya sabes, muchacho, tu compartes conmigo digamos que un… 20% de tus ganancias, y yo hago como que no sé ni he visto nada.
- Pues le agradezco mucho su atención y tomo nota de su interés por asociarse conmigo. Quizás pueda ser usted el primer franquiciado de “Limpiabotas Rocket” aunque ya le anticipo que las ganancias exceden en mucho ese porcentaje. En cuanto a lo de no decir nada a nadie, ¡por el contrario! le ruego que haga pública nuestra actividad y se lo cuente a sus amigos y familia para que se puedan beneficiar de nuestros magníficos servicio y dedicación.
- ¡Ajá, ya veo!, ¿con que esas tenemos, eh?, veo que prefieres a las bravas. Bueno, como prefieras, sospecho que te vas a pasar unos cuantos años puliendo zapatos de rodillas.
- ¡Oh, no Sr. Inspector!, ya no se hace nada de eso de rodillas, ¡la prevención de riesgos y la salud laboral por encima de todo!, “Limpiabotas Rocket” usa las técnicas ergonómicas más avanzadas para evitar dolencias de espalda.
- Como quieras “machote”, nos volveremos a ver.
- Cuando guste Sr. Inspector, ¿quiere que mientras tanto le limpie los zapatos? Tienen pinta de necesitar un buen lustre y nuestra relación calidad/precio está fuera de toda duda.

Y sin mediar palabra y con una expresión que se me antojó de auténtico enfado, el amable Inspector, y posible socio franquiciado, giró bruscamente sobre sí mismo y salió disparado por la puerta del bar.

“Espero no haber dicho nada inconveniente” me dije a mí mismo al ver su reacción.

(Continuará y será el último…)

miércoles, 2 de marzo de 2011

Rocket va a montar un negocio (IV)


Días duros de trabajo, pero no quiero privarles a ustedes de un nuevo capítulo del relato por entregas que está revolucionando la forma de hacer literatura, el mercado editorial (me llueven las ofertas) y hasta la situación en el “mundo árabe”. Gadafi me ha mandado un mensaje diciendo que esté donde esté nunca dejará de leerme. ¿Tienen Internet en el infierno?

Tras un arduo proceso de selección en el que tuve el privilegio de entrevistar a dos candidatos, finalmente me decidí por contratar a Mohamed y Miguel (más conocido como “Mamiglub” entre el animado círculo de amigos del barrio en el que vive), ambos ejemplo de juventud, empuje y ganas de comerse el mundo.

“Con gente como ésta – me dije a mí mismo – lo de la crisis está solucionado”

Dedicamos unos cuantos días a formación con objeto de planificar la operativa de trabajo, la técnica de limpieza, el correcto uso del material a emplear, el procedimiento de cobro y fidelización y otra serie de detalles que proporcionaran armonía en el grupo, operatividad y sincronización.

He de reconocer, con orgullo casi paternal, que ambos eran unos aplicadísimos alumnos y que entre pincho de tortilla, tapitas varias, cerveza va y cerveza viene – el aula de formación está ubicada en el bar de la esquina de mi casa y hay que alimentar al personal – se les veía con unas increíbles ganas de comenzar el trabajo.

Sus ganas de poner en marcha el proyecto eran tales, que interrumpían mis proverbiales lecciones en cuanto alguien entraba por la puerta del bar con tal de ofrecerles sus servicios.

Mohamed se centraba en todo cuanto fuera susceptible de llevar falda, y Miguel (aún no tenía confianza para llamarle por su simpático apodo) justo en el caso contrario, es decir con todo aquello que fuera susceptible de “cargar a izquierdas”.

Y era enternecedor ver el empeño que ponían en tratar de agradar a su presunta clientela, aunque después de la cuarta denuncia por acoso o tocamientos no autorizados (repartidas a partes iguales entre ambos) tuve que refrenar un poco su, seguro que malinterpretado, interés.

Llegado el día de la graduación, mis amados alumnos/colaboradores (que por cierto no parecían tener muy buen relación entre ellos) firmaron una momentánea paz para proponerme un cambio en mi muy estudiada operativa.

En lugar de responder a las llamadas de clientes y asignar servicios por zona geográfica, Mohamed atendería llamadas femeninas, mientras que Miguel lo haría con las masculinas y yo permanecería en la zona 0 atendiendo a los avisos urgentes y más cercanos a nuestro bar/oficina.

A pesar de que este inesperado cambio en mi proyecto no terminaba, por una vaga intuición, de convencerme, acepté para demostrar que no era yo un jefe despótico y totalitario, sino un ejemplo de management moderno e innovador.

La respuesta fue muy bien tomada por ambos, que profirieron gritos de ¡viva!, ¡hurra!, ¡no cortaré todavía cuello! y ¡dame un besito morenazo!, sin que fuera yo capaz, en plena algarabía, de saber quién había gritado una cosa u otra, pero feliz de haber transmitido mi predisposición al diálogo y a la tolerancia.

Los dos primeros días de trabajo fueron intensos pero fructíferos. Mohamed tuvo 5 y 6 llamadas, mientras que Miguel tuvo 7 y 9 llamadas y yo realicé 2 y 4 esmeradísimos servicios de urgencia y proximidad en los que la clientela quedó encantada de mi amable trato, mi diligencia a la hora de afrontar la faena y su resultado, así como lo ajustado, que no barato, de nuestros servicios.

El tercer día no obstante, comencé a recibir llamadas de señoras y caballeros, cuyos teléfonos ya tenía grabados del día anterior, solicitando una nueva visita de Mohamed y Miguel respectivamente.

- ¿Los limpiabotas?
- Si señora, “Limpiabotas Rocket, buenos para el calzado y para el pocket”, ¿en qué puedo ayudarla?
- Estooo, ¿podría volver “Mojamé” a hacerme un servicio?
-Por supuesto señora, estamos a su entera disposición, y cuénteme, ¿cuántos pares de zapatos son?, ¿colores?
- ¿Zapatos?, ¡ah, estoooo, sí, sí! Cuatro pares lo menos, de color… marrón, marrón zapato. Un marrón muy común en este momento tan solitario de mi vida. ¡Vamos, el típico marrón cachondo!, ji, ji, ji.
- Perfecto, ¿a qué hora le viene bien que acuda?
- ¡Cuánto antes, ya le he dicho que es un marrón!
- ¿Perdón?
- Con urgencia
- Perfecto, ¿me puedo permitir sugerirle un pulido extra cuando acabe el trabajo normal?, sube un poco la tarifa pero el resultado es espectacular.
- ¡¡¡¡SIIIIIIIIII!!!!
- Perfecto, pues Mohamed estará allí lo antes posible.
- ¡Ay, sí por favor, que desde ayer me tiene como una moto!, y dígale a Mojamé que le dejo la puerta abierta y que en el ascensor se vaya sacando la “herramienta”.
- ¡Ah!, veo que es usted una entusiasta de nuestros servicios, ¡me alegro!, así lo haré. ¡Que tenga un buen día!
- ¡Que venga rápido! Y si quiere usted y no sube mucho el fee… pues acompáñele y lo pasamos bien los tres.
- No será necesario señora, Mohamed es un gran profesional y él sólo se sobra y se basta para hacer un magnífico trabajo, aunque supongo que eso usted ya lo sabe.
- No lo sabe usted bien, limpiabotas, no lo sabe usted bien.

Un tanto confundido por la última parte de la conversación, pero muy animado por la satisfacción expresada por nuestros clientes, estaba a punto de enfrascarme en la planificación del resto de la jornada y la atención telefónica cuando volvió a sonar el teléfono…

(Continuará…)