viernes, 16 de abril de 2010

Nobleza obliga



Se sienta en el banco que hay en lo alto de la colina, junto a la iglesia y trata de serenarse, de recuperar el aliento y el pulso. Tiene los nudillos ensangrentados y la nariz probablemente rota, pero no siente dolor y sí una agradable sensación del deber cumplido. “Hay veces en que un hombre tiene que hacer lo que tiene que hacer”

Saca un paquete de cigarrillos del bolsillo de la cazadora y estira una pierna para recuperar el mechero del bolsillo del pantalón. Se da cuenta que tanto un prenda como la otra están manchadas tras los revolcones por el suelo durante la pelea.

- Hijo puta, voy hecho un Cristo, ¡el tinte me lo va a pagar él!

Al tratar de extraer el cigarrillo del paquete se da cuenta que le tiemblan las manos. No es un leve movimiento como los días de resaca. No, esta vez le tiemblan las manos como si tuviera Parkinson. Tanto, que le cuesta trabajo llevarse el pitillo a la boca y encenderlo mientras tapa el viento con la mano izquierda.

Una vez que lo ha conseguido, aspira profundamente la primera calada y deja que los pulmones se le llenen de humo. Mantiene el aliento durante no menos de cinco segundos y luego suelta todo el aire de golpe, sintiendo como el ritmo cardiaco, y probablemente la tensión, bajan con la operación.

Se empieza a relajar y con el relax viene el dolor y otras muchas sensaciones que su cuerpo le ha negado para centrarse en proporcionarle más reflejos, más fuerza, más concentración, más agresividad. “La puta adrenalina es un invento”, se dice.

Le duele la mano derecha, hacía mucho tiempo que no soltaba hostias como las de hoy, de hecho hacía mucho tiempo que no soltaba hostias en absoluto. Nunca ha sido especialmente violento y considera el uso de la fuerza la última opción. Pero lo de hoy ha sido demasiado, y hay cosas que un hombre no debe, no puede consentir. Y menos en público.

Nota por primera vez el sabor metálico de la sangre secándose en su boca y escupe para tratar de limpiarse el paladar. Rojo bermellón.

- Joder, no voy mal de oxígeno, no. ¡Para que luego diga el médico!

Probablemente algún empaste se ha ido a tomar por culo, y es probable que le falte algún trozo de alguna pieza de las del fondo. Ahora recuerda que oyó dos “cracks” en su cuerpo durante la pelea, uno cuando el muy cabrón le alcanzó en plena nariz y se la rompió y otra cuando se golpeó con la mesa en la mandíbula al abalanzarse sobre el hijo puta. Este último “crack” le suena a dentista y endodoncia.

Comienza a sentirse cansado, muy cansado, jodidamente agotado, pero se ha quedado a gusto. Hoy dormirá como un bebé, pero no por el cansancio, que también, sino por tener la conciencia más limpia que nunca.

Y no ha estado mal la pelea. Ahora se reconoce a sí mismo que le gustó, que disfrutó dando rienda suelta al guerrero, al cazador, al macho. Se gustó asumiendo algún golpe con tal de saber los puntos débiles de su enemigo. Y no fue fácil porque el cabronazo es bueno, sabía lo que se hacía, sabía donde pegar, sabía como podía hacer daño. Probablemente el otro jugaba a lo mismo que él, como un púgil con experiencia, a analizar con tal de acabar la faena lo antes posible.

Nada de abrazar al contrincante, nada de evitar daños, nada de mariconadas, ¡joder!, cuando se pega uno, cuando se ve obligado a recurrir a la violencia, no hay marcha atrás ni medias tintas, ¡si se entra en fase cabrón, se entra!, el único límite es la muerte, matar es demasiado. Y aún así en un par de ocasiones siente que hubiera estado dispuesto a hacerlo, pero no ha sido necesario, lo ha tumbado, le ha jodido bien jodido, por cabrón y por bocazas. Se lo merece.

No ha sido un final en tablas, ni les han separado a tiempo, ni ha habido quien tuviera cojones a terciar. Le ha vencido por KO, le ha dado lo que se merecía. Ni más, ni menos.

A una mujer no se le habla así, y menos si es él quien la acompaña. Eso no se tolera. La primera advertencia fue verbal, se lo dejó bien claro “Si sigues por ahí te llevas una hostia, y no te lo vuelvo a advertir”, pero no, el muy cabrón tenía que seguir. Los celos son como son.

En el fondo le entiende. El amor y sus consecuencias nos vinculan con lo más animal y ancestral. Para lo bueno y para lo malo. Para el placer y el bienestar y para el sufrimiento y la soledad. El juego es así, el que no quiera que no lo juegue. Lo entiende pero no le puede justificar. Que se joda.

Además le ha sorprendido la escena, no se esperaba eso de él, un tío racional y bien formado, un jodido erudito.

Claro que, bien pensado, tampoco nada de ésto es normal. No es normal que dos hermanos de 72 y 73 años , militares en la reserva, viudos y con más de 20 nietos entre ambos, se peguen por la novia de uno de ellos.