martes, 21 de julio de 2009

Radomir el Intérprete (3ª y última parte)

En las misiones de reconocimiento e inteligencia lo importante no es llegar y acumular información, sino ser capaz de volver a casa para entregarla.

La zona en la que se encuentran es un avispero, ya no sólo oyen fuego de fusilería – señal de que están demasiado cerca – sino ametralladoras pesadas y artillería. Palabras muy mayores. Hora de volver. Sin embargo la cautela guía sus pasos, y toman más precauciones que nunca para encontrar una ruta de vuelta que eluda, en la medida de lo posible, las vías que las diferentes facciones utilizan para llegar al “fregao”. Una ruta “C” que no estaba planificada.

A los franceses no les gusta nada la situación, demasiados blindados, demasiado armamento pesado, demasiadas señales de radio, demasiado de todo. Los británicos comparten su idea y los españoles aprovechan para estudiar y analizar tanto como les es posible; ya que es una putada estar allí, al menos, que sirva de algo. Radomir tiene miedo, como los demás, pero lo oculta, o controla, con la misma profesionalidad que el resto. Si el intérprete hubiera sido militar habría sido uno de los buenos, de los muy buenos.

Deciden hacer marcha doble para ganar un poco de espacio en la vuelta. No es fácil avanzar en un terreno tan escarpado pero es necesario alejarse de esa zona lo antes posible, sin prisa, pero sin pausa. Son muchos días de comida fría, de dormir a la intemperie, de adrenalina fluyendo. El cansancio ya se nota en lo que se deja entrever a través de las pinturas, que ya han formado un todo con la piel de la cara.

A medida que avanzan van entrando en zona con menos “tránsito”, se han alejado de cualquier carretera, camino, pista o sendero por el que pueda entrar algo que no sea infantería en fila india, no quieren tener “contacto” con medios mecánicos, contra esos no tienen nada que hacer.

Hacen, por fin noche, en un monte a unos 20 kilómetros hacia el sur. Desde la cima se puede ver una carretera estrecha a unos 4 ó 5 kilómetros. Hay tráfico militar, pero están demasiado lejos para suponer una amenaza. Es un buen sitio para tomar aliento y descansar, al día siguiente quieren volver a forzar la marcha para acortar el regreso.

Durante la guardia de los españoles, la más dura de sus vidas, Radomir se ausenta un momento haciendo un gesto, suponen que para tener un minuto de intimidad higiénica, pero pasan los minutos y no vuelve. Algo no va bien. Alertan al resto, algo ha ocurrido, quizás se ha caído y herido, o quizás ha sido “interceptado” por alguna patrulla. En cualquier caso hay que buscarle. Esperan al más tenue amanecer para empezar a buscar, los franceses se apostan para proporcionar cobertura, los británicos y los españoles dibujan un perímetro imaginario y se reparten los cuadrantes. Es difícil buscar cuando pueden ser ellos los buscados, pero lo hacen de la manera más “sigilosa” posible. Cuando han cubierto cada uno su cuadrante, vuelven al punto de origen. Nada. No ha sido un accidente, no se hubiera alejado tanto en plena noche. A Radomir lo han “cazado”.

A uno de los franceses le ha parecido ver un grupo a pie que llegaba hasta la carretera, paraba un camión y subía en él, pero tampoco puede jurarlo. Hay mucha distancia y sus prismáticos se rompieron hace dos días. Demasiada distancia, quizás, para que sea la patrulla que, previsiblemente, ha capturado a Radomir.

Sólo cabe una solución, a nadie le gusta tomarla, pero han de acelerar el paso y salir de aquella zona cuanto antes. Si le interrogan terminará hablando, y puede dar información de cómo y dónde localizarles. Pasan a Plan “D”, cambio de ruta, aún más hacia el sur para tratar de hacer después un ángulo recto y tratar de alcanzar, al día siguiente el pueblo donde hicieron noche. No entrarán esta vez, pero desde ahí tienen varias alternativas, una de ellas descender hasta la carretera del Neretva que une Mostar y Sarajevo, esperar el paso de un convoy e identificarse. No es del todo ortodoxo, pero puede funcionar.

Les pesa en la conciencia dejar a Radmoir a su suerte, no poder hacer nada, caiga en las manos que caiga puede pasarlo muy mal. Es posible que la mayor parte de los combatientes no tengan ni la más mínima idea de hacer las cosas de acuerdo a un mínimo orden militar, no saber nada de tácticas, ni tener conocimientos de la más mínima doctrina que no sea la política, pero han aprendido a ser crueles y a no sufrir al infringir sufrimiento. Son verdugos profesionales. Y Radomir tiene información, no sabe nada de inteligencia, pero ha visto lo que ha visto y ha oído lo que ha oído. Sabe mucho más de lo que le gustaría.

Fuerzan el paso pero, una vez más, con la cautela que requieren las circunstancias. Cuando consiguen encarar otra vez el valle por el que vinieron les sorprende ver penachos de humo sobre el pueblo en el que hicieron noche. Aún tardarán en llegar, pero es evidente que no es un incendio fortuito. Humo muy negro. Llegan al anochecer, aún pueden oír como blindados abandonan la zona.

Duermen en la ladera alta del valle, y hacen guardias de tres en lugar de guardias de dos. Los que se han ido en blindado podrían venir a pie. La noche es tensa y ni siquiera el cansancio, el agotamiento acumulado, les permite descansar bien. Cuando comienza a amanecer tienen una imagen más clara del pueblo, no hay nadie en la calle, ni en la plaza, ni en ningún sitio. Lo que ardía era la parte de atrás de la casa donde durmieron. Una especie de medio cobertizo medio granero donde el viejo guardaba, al parecer y por lo que pueden ver ahora, algo de leña, un tractor que ahora está calcinado y, probablemente, herramientas y objetos de labranza.

La fachada de la casa está cosida a tiros y los cristales están destrozados. Frente a la puerta de entrada hay un fardo negro en el suelo, algo que parece haber derramado un líquido, pero no saben bien lo que es.

Esperan un rato y deciden bajar al pueblo e intentar averiguar qué ha ocurrido y quién lo ha causado.

Los franceses van delante, ellos son los que mejor saben qué esquina cubre qué flanco y cómo cubrir una zona de casi cualquier tamaño con el escaso calibre que llevan. Los ingleses no están muy felices con la idea de entrar, pero entienden que es algo que hay que hacer. Los españoles, menos operativos, van los últimos, pero saben hacer su trabajo como el mejor. Los franceses cubren la calle, los españoles y los ingleses están a punto de entrar en la casa. No llegan a hacerlo.

El teniente francés para en seco su carrera antes de llegar a la esquina, luego continúa para coger su posición, hace un gesto. Lo que hay en la calle es un ser humano. Eso frena a los españoles, uno se queda en el quicio de la puerta de entrada el otro se acerca a comprobar el cuerpo. Es la nuera del matrimonio de la casa. Ella y su hijo. Les han disparado con un calibre muy pesado, algo equivalente a nuestras 12,70 mm, les han partido a ambos por la mitad. La pobre muchacha llevaba al niño en brazos, probablemente corría intentando llegar a casa. Todavía sujeta con fuerza la parte superior del torso del niño, las partes inferiores de ambos están a más de medio metro de distancia. Tiene los ojos abiertos, y una mueca de terror, de pánico, de sorpresa.

Se oye un “¡clean!” desde dentro de la casa. Cuando los españoles van a entrar el escocés se cruza con ellos precipitadamente. Sale a la calle a vomitar. Los horrores no han acabado.

La parte baja de la casa está destrozada, se han empleado a fondo para no dejar títere con cabeza. El inglés está en lo alto de la escalera, hace un gesto a los españoles para que suban. Hay tres habitaciones y un cuarto de baño.

En la primera habitación está la madre. La vieja. Le han reventado el cráneo con un objeto contundente que no parece una culata. Aunque no son forenses, al abrir más la puerta saben que ha sido con una maza para ablandar la carne, hay restos de cráneo pegados a ella.

El inglés les advierte que lo que van a ver en la siguiente habitación es aún peor.

Lo que se encuentran es a la hermosa mujer rubia después de que se hayan ensañado con ella. La imagen es muy dura. Está sobre la cama, sólo quedan algunos jirones de ropa alrededor de su cintura, el resto del cuerpo está desnudo. Tiene la vagina completamente destrozada y el ano también. Hay sangre y restos de semen en su cuerpo y en las sábanas. Los pezones están también destrozados y parecen haber sido mordidos, uno cuelga medio arrancado. Tiene una cinta en la boca, demasiado apretada porque le ha desencajado la mandíbula antes de que muriera. Hay mechones de su pelo arrancados por todas partes. Estaba amarrada a la cama con cuerda de cáñamo y se desencajó un hombro, probablemente al intentar forcejear. Está llena de moratones, excepto en la cara. En cualquier caso el hematoma alrededor de su cuello delata que ha muerto estrangulada, probablemente cuando se cansaron de “jugar” con ella.

En la tercera habitación está el padre, tiene un tiro en la sien.

El inglés consuela en un gesto muy cariñoso al escocés, que está desconsolado y llora como un niño. También los españoles han quedado profundamente afectados, mareados, asqueados. Han llorado, vomitado y maldecido. Cuando los franceses ven las escenas reaccionan aún con más vehemencia. Se oyen insultos en los tres idiomas. Por un momento incluso descuidan la guardia, no les importaría que algún hijo de puta de los causantes de semejante “proeza” apareciera de nuevo por el pueblo, con blindado o sin él.

El odio sabe a metal.

Peor aún es cuando uno de los franceses se arrodilla para sacar algo brillante que sobresale de debajo de la cama. Es un enganche de una correa de cuero con un colgante… el colgante que los españoles le regalaron a Radomir el día antes de comenzar la misión. ¡Que hijo de la grandísima puta!

Toman nota de la inscripción que aparece en la fachada y salen del pueblo. Saben que los vecinos siguen estando allí, pero nadie ha asomado ni una pestaña por las ventanas.

A partir de entonces toman menos precauciones en la vuelta, casi desean encontrarse con alguien, hacer justicia, repartirles hostias hasta averiguar qué les impulsa a cometer semejantes barbaridades.

Esperan a la llegada de un convoy y salen al paso. Es español. El capitán al mando se rasca la cabeza varias veces antes de entender porqué dos españoles acompañados de 4 extranjeros visten ese uniforme, presentan ese aspecto, usan ese material, van indocumentados y no quieren decir ni de dónde vienen ni qué han hecho. Sólo piden que se informe a una persona concreta de la base española en Mostar y que les den transporte hasta llegar allí.

Tuvieron que entregar el armamento porque no se fiaban, y viajaron en la parte trasera de un camión vacío hasta la base. Una vez allí les quitaron inmediatamente de en medio. Debrief, tras dabrief, tras debrief. El resto no es importante.

Dos días después les hacen saber que el nombre real de Radomir no era Radomir, y no era croata, no tenía dos preciosas niñas rubitas ni soñaba con la paz. Su verdadero nombre era Miroslav y era un oficial de inteligencia serbio que había pedido "excedencia" para unirse a la “causa” de los serbios de Bosnia. Alguien en Bruselas o donde cojones fuera había hecho muy mal su trabajo. Ahora todos se explicaban su comportamiento marcial, su rapidez para entender todo lo relacionado con la marcha, su capacidad para seguir el ritmo, para ser uno más. Y también entienden que les han puesto en bandeja a los serbios una información muy valiosa. Su misión no ha servido para nada.

La inscripción de la casa significa “traidores”.

Comencé el relato diciendo que de vez en cuando encuentras gente muy especial en las más extrañas y desagradables circunstancias, gente que te sorprende y que se te queda grabada, marcada, para siempre. Ese es el caso de Radomir, el mayor hijo de puta sobre la faz de la tierra.

jueves, 9 de julio de 2009

Radomir el Intérprete (II Parte)



Han sabido antes de salir que las cosas en el Norte no andan muy bien, hay dos puntos muy calientes en el mapa, Bihac y, como no, Sarajevo. Toda la línea que une esos puntos está siendo lo más parecido a un frente de batalla. La OTAN ya ha bombardeado a los serbios y algunas de sus instalaciones, pero procurando causar el menor daño posible. Los croatas de bosnia prestan apoyo a los musulmanes y el Ejército del Gobierno de Sarajevo, y los serbios de Krajina acuden en ayuda del ejército serbio bosnio. Todo es un gran desbarajuste de intereses, siglas y facciones.

Su misión parte del sur por lo que, en principio, no están en pleno “fregao” pero se dirigen hacia Sarajevo y es más que probable que, a medida que avancen los días, haya mucho movimiento de tropas de refresco y refuerzo a lo largo de la ruta. Al fin y al cabo es lo que van buscando.

La organización de la marcha es clara. Los británicos salen siempre por delante. Esos tíos son increíbles, simplemente desaparecen, se funden con el paisaje, se esfuman. Pueden tener uno a sólo cuatro o cinco pasos y no darse cuenta de que está ahí, mirándoles, estudiándoles, agazapado. El resto saben de sus habilidades, su fama les precede, pero una vez en acción sorprende ver lo profesionales que son, lo bien que saben hacer su trabajo. El más sorprendido es, sin duda, Radomir, que no ha tenido oportunidad de ver cómo entrenaban en España..

Siempre llevan una delantera de entre 20 minutos y media hora, son la avanzadilla que evita, en la medida de lo posible, encuentros desagradables. Cuando localizan algo de interés se detienen, uno regresa para encontrarse con el grupo y el otro se queda y estudia el terreno para encontrar el mejor punto de observación. Una vez que se reúnen, los que desaparecen son los franceses, que se separan para proporcionar cobertura en caso de ser localizados.

Han ensayado todo esto durante tres semanas y lo tienen mecanizado. Los españoles son los más torpes en estas lides, pero su misión es la de estudiar qué hacen aquellos a los que han ido a observar, cuántos son, hacia dónde se dirigen, qué material poseen, cómo se organizan, con quién se comunican, cuáles son sus planes, etc. En eso no son malos del todo, aunque siempre es mucho más cómodo hacerlo en una sala, cómodamente sentados en una silla estudiando fotos que aguantando lluvia de manera prácticamente ininterrumpida a miles de kilómetros de casa. Radomir les ayuda con las transmisiones de onda corta que consiguen interceptar. No es difícil extraer información porque apenas si utilizan códigos, nadie espera ser escuchado estando en casa. Eso dice mucho de la preparación real de estos “ejércitos”, a caballo entre el voluntariado exaltado y la leva obligada en pueblos y aldeas.

Por lo demás Radomir se las apaña con bastante soltura, nadie les ha contado nada al respecto, pero todos intuyen que Radomir sabe lo que se hace, no es una carga, ni una rémora, sigue perfectamente el paso, se ha habituado de manera casi inmediata a la operativas más habituales. No le corresponde hacer guardias, pero las hace con los españoles. En definitiva, es uno más.

Llueve prácticamente sin cesar desde que salieron, y lejos de ser una mala noticia es algo que les viene muy bien. La visibilidad disminuye, pero si lo hace para ellos que quieren observar lo hace aún más para los observados que no sospechan que lo son.

El segundo y el tercer día ya han tenido encuentros con patrullas y vigías. Hasta ahora todo ha ido bien. Los ingleses dieron el aviso por radio de manera muy precisa, es la única situación en la que está permitido el uso de ésta. Ha bastado no moverse para no ser localizados, pero en el segundo de los encuentros, una patrulla bosnia, pasó tan cerca que los franceses llegaron a montar el arma y quitar el seguro.

Cuando llevan cuatro días y ya han acumulado bastante información, entran en la zona más sensible. Hasta ahora todo lo que han visto, más o menos en las inmediaciones del río Neretva (muy conocido por las tropas españolas de UNPROFOR) pertenece a uno de los bandos, que en realidad son dos, pero la zona en la que se internan, dejando atrás el río, tiene movimiento de todas las facciones implicadas. La cosa se puede complicar un poco más porque es un terreno más montañoso y, además, es zona de combate. A todos se les pasa alguna vez por la cabeza aquello de “qué cojones pinto yo aquí”.

En la tarde del cuarto día se recibe un escueto “stop” por radio. Los británicos han encontrado algo que no les gusta. El resto del grupo espera agazapado la llegada de éstos con la explicación de qué ocurre y cómo actuar. Están en la ladera de un valle un poco más escarpado de lo habitual. No es buena zona para ser descubiertos, y para colmo hay un pueblo en el valle. Donde hay pueblos hay gente, donde hay gente hay ojos…

25 minutos más tarde aparece el primero de ellos. Lo descubren cuando lo tienen encima, sus movimientos son muy lentos y eso no es buena señal, nada buena. Se aposta a su lado y hace una señal de “silencio absoluto”. Confirmado, algo no va bien. ¿Dónde está el escocés? A los quince minutos aparece éste para tranquilidad de todos, que empezaban a temerse lo peor. Tienen el avance cerrado en todas direcciones, de hecho tampoco se puede retroceder, viene de comprobarlo. Hay que esperar allí y rezar por tener un poco de suerte. Creen que en pocos minutos se van a empezar a oír disparos. Una patrulla de unos 8 o 10 bosnios musulmanes y algo similar a una compañía de serbio bosnios están a punto de encontrarse. Mal asunto para los bosnios que tienen una inferioridad numérica aplastante.

Efectivamente. Se comienza a oír fuego de fusilería a un kilómetro o algo más, aunque en un valle es difícil calcular distancias por el sonido. Aquello es una ensalada. El tiroteo dura más de diez minutos. Luego hay silencio.

Dejan pasar una hora y los británicos vuelven para echar un vistazo. Tardan aún otra hora larga, interminable, en volver. No ha habido prisioneros. 9 bosnios, varios de ellos con tiros en la cabeza, los han dejado amontonados. Parece que los serbios se estaban cobrando alguna vendetta. Se dirigen al norte, a Sarajevo, los bosnios están apretando el cerco de la ciudad y son tropas de refuerzo, no dejan a nadie del enemigo por el camino, no pueden cargar con prisioneros.

Radomir propone bajar al pueblo, que parece estar tranquilo, y hacer noche allí. El resto opinan que es muy arriesgado. Si son descubiertos aquello es una ratonera. Radomir insiste, conoce ese pueblo, mujeres y ancianos, no quedan hombres, es tranquilo y sabe que las cosas no andan muy bien últimamente, a cambio de dinero son capaces de darles cobertura por una noche. Nadie les va a buscar en el pueblo porque cualquier bando intenta no pasar por ellos. Además, por lo que han visto, todo el mundo parece tener mucha prisa por llegar al “frente”, esa línea imaginaria que parte de Gorazde y llega hasta Bihac y que los serbio bosnios consideran que es la frontera natural de Serbia.

Nadie sabe cómo pero el bueno de Radomir les convence. Los franceses le acompañarán, por seguridad, hasta el límite de la vegetación, luego Radomir entrará solo. Conoce la casa que está en la linde del pueblo, la más próxima al bosque que cae del valle y cree que no tendrá muchos problemas en negociar.

La señal. Con muchas precauciones los miembros del equipo van entrando en la casa y se van cubriendo hasta que el último está dentro. Es ya noche cerrada, es improbable que nadie les haya visto, aunque los pueblos siempre tienen vecinos indiscretos.

La casa es humilde, la decoración es muy similar a la de un pueblo de España, muebles viejos y pasados de moda hace décadas, suelos de terrazo, trastos por doquier, un colgador con todo tipo de cazadoras y chaquetas, todas de tela, nada de tejidos sofisticados. Un fogón de gas y la encimera de la cocina-salón, llena de cacharros, cacerolas, cucharones, etc.

La familia está compuesta por una pareja de ancianos y dos mujeres jóvenes, una de ellas con un niño de pecho. No hablan con los “invitados”, apenas si les miran y urgen a las jóvenes a que hagan lo propio. Sin embargo la juventud de la madre, sospechan que no llega a los 18, y la belleza de la otra joven, más mayor, no han pasado desapercibidas. El escocés abre mucho los ojos cuando mira a los españoles, el gesto lo dice todo.

Radomir nos cuenta que la mayor es hija del matrimonio. Su marido y su hermano, la joven morena es su cuñada, han sido “reclutados”, no nos dice el bando, aunque los rasgos de la familia son claramente eslavos, no así los de la joven madre, morena y con facciones claramente de bosnia musulmana. El claro ejemplo de que todo iba perfectamente bien antes de la guerra.

Hacen guardias, pero es confortable estar a cubierto, poder cambiarse a ropa seca y estar calientes. El abuelo, que a pesar de su aspecto no debe tener más de cincuenta años, protege sin dormir la subida a la segunda planta donde, por lo visto, están los dormitorios. Es evidente que opina que en el precio de la casa no está incluida la compañía. Aún así, las féminas, féminas son, y esa noche la señora y señorita parecen tener repentinos ataques de sed, porque bajan divertidas y con frecuencia excesiva para beber agua. El abuelo no parece nada contento con esta repentina necesidad y las riñe y prohíbe bajar en lo sucesivo.

A las 04:00 de la mañana, antes de que amanezca, abandonan la casa. Radomir paga lo establecido y se deshace en agradecimientos para la familia. Las muchachas se han despertado y se despiden con la mano desde lo alto de la escalera según van saliendo, uno a uno y con máxima cautela, de la casa.

Cuando suben otra vez a la parte alta del valle observan el pueblo y la casa y esperan para ver si ha habido algún movimiento. No, todo sigue tranquilo.

En la medida en que acercan a Sarajevo comienzan a ver movimientos más masivos de tropas y los primeros medios mecánicos desde que partieron. Hasta ahora todo infantería, ahora mucha mejor organización, blindados, incluso algún carro. Hay acumulación de tropas. Se prepara algo gordo.

Cuando están observando, tomando notas, oyen, lejanos, los motores de un reactor. En menos de 15 segundos dos Tornados británicos les sobrevuelan a muy baja cota y prácticamente en la vertical, van con postcombustión eso quiere decir que están saliendo de una zona caliente. Los ingleses esbozan detrás de la pintura de sus caras una sonrisa de orgullo que deja ver el blanco de sus dientes. Los aviones no llevan nada bajo los planos, y es seguro que no han salido de su base así, por lo que es más que probable que hayan dejado un par de “regalos” por el camino. En resumen, están demasiado cerca de Sarajevo, y lo que haya que ver aquí ya lo están viendo otros desde el aire con mucha mayor claridad, y además pueden hacer fotos. Allí no pintan nada, esa zona saturada de tropas excede su misión, es un riesgo innecesario.

Es hora de volver a casa, pero en el regreso les aguardan un par de sorpresas…

viernes, 3 de julio de 2009

Radomir el Intérprete (I Parte)

De vez en cuando encuentras gente muy especial en las más extrañas y desagradables circunstancias, gente que te sorprende y que se te queda grabada, marcada, para siempre.

Bosnia Herzegovina otoño de 1994. El conflicto está en plena efervescencia. Los bandos incumplen sistemáticamente cualquier tipo de acuerdo alcanzado y las páginas de noticiarios y periódicos de todo el mundo reflejan, cada día, la dureza, la crudeza, la crueldad de una guerra a caballo entre el nacionalismo exacerbado y las venganzas personales.

Las tropas españolas ya cumplen allí su misión como parte del contingente bajo mandato de Naciones Unidas (UNPROFOR), son llamadas fuerzas de interposición, pero su verdadera misión es la de aprovisionamiento de poblaciones aisladas, la intermediación en el intercambio de prisioneros, la reconstrucción de vías e infraestructuras y, sobre todo, la de control de un alto el fuego que nunca es tal. Es decir, una fuerza de paz que tiene que ir armada hasta los dientes (es un decir porque no les dejan) porque, en muchas ocasiones, los que deben ser ayudados no quieren dicha ayuda y, encima, la emprenden con el mensajero.

La misión no es por tanto fácil y ya han muerto allí unos cuantos soldados españoles, algunos de ellos por accidentes, otros bajo fuego hostil, algo que suena a película americana hasta que se ve la escena real de un médico militar español intentando salvarle la vida a un compañero herido por fuego de mortero mientras un francotirador trata de volarle la cabeza. Otro día hablaremos de mi concepto de heroísmo.

Algunos de los países que intervienen en UNPROFOR, Francia a la cabeza, están empezando a cansarse de las continuas violaciones del alto el fuego, el coste en bajas, la mala prensa internacional, el peso de la opinión pública, etc. y deciden que, quizás, es el momento de aumentar la “presión” sobre las partes. Eso requiere de información sobre el terreno, pero los contingentes actuales, “cascos azules”, tienen muy limitadas sus zonas de influencia y tránsito, y apenas si llegan a ver nada más allá de unos cuantos kilómetros delante de las alambradas de sus bases y unos cuantos metros detrás de las lindes de los caminos y carreteras por los que transcurren los convoyes que tienen que escoltar. Voces cada vez de mayor rango y experiencia en los cuarteles generales de los países involucrados en la operación de “mantenimiento de paz” dicen que ha llegado la hora de la OTAN.

Alguien en Bruselas recoge la sutil indicación y decide que recopilar datos de inteligencia para tener una “big picture” de las zonas de operaciones en las que se podría intervenir requiere de muchas cosas: reconocimiento vía satélite o aéreo, pago a confidentes, utilización de la información de organismos no militares (Cruz Roja y ONGs de toda clase y condición) y, sobre todo, equipos sobre el terreno que sean capaces de determinar posición y fuerza de los diferentes bandos y facciones, sobre todo de aquellas que no pertenecen a un ejército, llamémosle, regular.

Hay varios equipos, desconocen cuántos, que serán infiltrados en diferentes zonas de ambas partes del frente y deberán recopilar cuanta información sea posible en un periodo de una semana. Las operaciones no están “respaldadas” por la OTAN, que se supone no puede poner ni un solo pie en el terreno, ni por supuesto por ningún ejército de ningún país miembro de ésta. Los mimetizados no pertenecerán a los de ningún ejército regular de la OTAN, lo mismo ocurrirá con el material, el armamento, la munición, las raciones… todo será extraño, algo exótico. Si algo ocurre, como ser descubiertos y detenidos (o peor) por alguna patrulla de alguno de los bandos, estarán solos. Sólo pasadas unas semanas, y si tienen suerte, se movería, in extremis, algún resorte de liberación. Nunca bajo tutela civil, siempre militar y siempre por vía de contactos a alto nivel.

Simplemente ellos no estarán allí, no quedará ningún registro de su presencia... en ningún sito.

El equipo lo componen, decisión tomada en Mons, dos SAS británicos especialistas en reconocimiento, dos paracaidistas franceses que darán protección al tandem de inteligencia, y dos españoles con la misión de recopilar y analizar los datos obtenidos.

Se ha decidido que este equipo se entrene en España durante tres semanas, es otoño, comienza a hacer frío y las inmediaciones del acuartelamiento donde tendrán su base provisional tienen un perfil orográfico, unas condiciones meteorológicas, una vegetación y una composición muy similares al de la zona donde desarrollarán la misión. Luego tendrán una semana de adaptación al terreno en una de las bases UNPROFOR en Bosnia y desde allí comenzarán la misión.

Hay personal de 4 ejércitos diferentes con los que estudiarán, en tiempo record, no sólo qué se pretende con la misión, sino tácticas, historia, nociones de yugoslavo, datos actuales de inteligencia, posibilidad de operaciones alternativas y, por supuesto toda una retahíla de “protocolos” de actuación si algo sale mal. Además se familiarizarán con el equipo y armamento que utilizarán y que no han usado nunca antes, ni siquiera los paracaidistas franceses que han disparado hasta con escobas.

El encuentro de los seis es cordial, todos hablan inglés fluido y los ingleses (en realidad un inglés y un simpatiquísimo escocés) hacen esfuerzos por suavizar su cerrado acento. A fuerza de roce y buena voluntad, terminan por tener muy buena relación. Es gente seria, profesional, consciente de que si algo sale mal algunos gobiernos y organismos se podrían ver muy comprometidos pero que, en cualquier caso, lo peor se lo van a llevar ellos. El ambiente es, pese a todo, muy bueno. El resto sospecha que entre los dos franceses (un teniente y un cabo) hay algo más que respeto profesional, pero les importa un carajo, allá cada uno con lo que haga en su casa.

Tras las tres semanas en España, son enviados a una base en Bosnia donde completarán, ya sobre el terreno, la última semana de preparación de la misión. Para su sorpresa, allí son informados que no serán 6 sino 7 los miembros del equipo. Se incorpora Radomir, un croata de Rika (Rijeka) de 36 años que ha colaborado con UNPROFOR en varias ocasiones, sobre el que se tiene plena confianza y que actuará como intérprete de las comunicaciones de radio que se puedan captar a lo largo de la misión o en el caso de que haya contacto con locales. Para todos supone un alivio no tener que depender de su misérrimo yugoslavo para, llegado el caso, entender qué está ocurriendo a su alrededor.

Radomir es un tipo simpático, franco, ha sido marinero profesional y habla el inglés perfectamente. Se le ve un hombre dotado para las relaciones personales, parlotea el español y el francés muy decentemente y habla sólo cuando tiene que hacerlo, incluso cuando cuenta chistes, cosa que hace con muchísima gracia.

Al ser un civil, Radomir no asiste a parte de los briefing y reuniones que tiene el resto del equipo, no practica con el armamento, y en general se le deja al margen de los detalles más “íntimos” de la operación, pero sí asiste a las sesiones de preparación y elección de rutas porque, además de ser quien mejor conoce el terreno, él también va a ser parte del equipo y corre igual o peor riesgo que el resto de miembros.

Poco a poco, Radomir se va ganando su confianza, y eso es importante, porque ya se han producido varios casos de intérpretes que no interpretan o, mejor dicho, interpretan a su antojo y beneficio en lugar de traducir, con el consiguiente riesgo.

Radomir está casado, tiene dos preciosas niñas rubitas de grandes ojos azules y sueña con la paz, con que nadie en su antiguo país, en su nuevo país, se mate simplemente por pertenecer a una u otra etnia, una u otra religión. Es un tipo pragmático, no un romántico, sabe que lo primero es acabar con la guerra, y después construir una sociedad muy fuertemente basada en la nueva constitución, con vocación marcadamente europeista. Sabe que el turismo será una buena fuente de ingresos una vez se hayan reconstruido y mejorado las infraestructuras y, en general, se muestra optimista con el futuro a medio plazo. Por eso colabora de forma activa con UNPROFOR.

Es especialmente cordial con los españoles, los “toreros” como les llama él a sabiendas que es un topicazo que, a veces, puede no hacer gracia. Pero Radomir es así, no es una persona dócil, es simplemente uno más en el equipo y como tal bromea y toma el pelo. A lo largo de la semana le han cogido mucho cariño, se hace querer. Su forma de ser, seguro de sí mismo y graciable en el trato, pero sin considerarse un inferior, les ha convencido. Encaja perfectamente en el espíritu militar del grupo.

Sabe escuchar las historias de los demás, y tiene un don para contar historias de sus travesías, de su vida personal, de su ciudad, de su mundo. Se le da bien hacer preguntas, eso es algo que no ha pasado desapercibido, y los ingleses comienzan a llamarle Bobby al juzgar que podría perfectamente trabajar en Scotland Yard.

Los españoles le regalan, el día antes de iniciar la operación, y a modo de amuleto, un colgante con correa de cuero que consiguieron en la ciudad próxima al cuartel donde realizaron el entrenamiento. Lo compraron en un mercadillo de artesanía una noche que salieron a cenar con sus compañeros para enseñarles aquello del “Spanish Tapas”, por si tenían la remota posibilidad de hacer “amistad” con alguna fémina a lo largo de su estancia en Bosnia. Radomir, consciente del significado real del detalle, casi se emociona un poco, y lo agradece como si fuera una joya. ¡Buen tipo este Radomir!

Llega el día D y, tras dejar en una caja cualquier objeto o documento que pueda identificarles, el equipo, ataviado con indumentaria, material y armamento no clasificables, sale con absoluta discreción de la base en Bosnia a las 04:00 de la madrugada. Comienza una operación a la que ni siquiera se le ha puesto nombre, o no uno que ellos conozcan.