jueves, 4 de abril de 2013

Hasta aquí hemos llegado, Majestad


"Sobre todo España"

Éste es la máxima de los últimos reyes que España ha tenido. Buenos reyes, si bien no siempre acertados...

Así la entendió, erróneamente, Alfonso XIII al abandonar España y así lo entendió, tardíamente, D. Juan de Borbón al renunciar a sus derechos dinásticos en favor de su hijo D. Juan Carlos.

Y de entre todos, D. Juan Carlos I ha sido, sin lugar a dudas, el mejor rey en la historia de una nación que no ha contado, precisamente, con una larga lista de monarcas destacables.

Su sentido de la historia, su determinación de cambio y su visión estratégica de cómo debe ser y comportarse un país avanzado han marcado de manera clara la historia de España contemporánea. No creo que nadie haya hecho tanto por España en su historia, y menos de forma tan, en la mayor parte de las ocasiones, discreta.

Sin embargo, los últimos 2 años empiezan a emborronar un curriculum hasta entonces intachable (con alguna pequeña mota que el conde de Latores se encargó de cortar de raiz).

No es que Su Majestad ande haciendo lo que no debe, es que el nivel de exigencia y de sensibilidad de la sociedad con la crisis económica ha subido exponencialmente. Evidentemente huelga decir que esto es muy bien utilizado por los partidarios de la república, especialmente por aquellos que ven en ella un estorbo no menor para conseguir sus propósitos políticos.

Pero la realidad es la que es, y da la sensación que a día de hoy el número de republicanos es sensiblemente más alto que hace cinco años.

Y para un monárquico convencido como yo, eso no es bueno.

Las situaciones complicadas, como nuestro Rey bien sabe por experiencia vital, requieren soluciones tajantes. 

Así ocurrió cuando se enfrentó a un Franco medio muerto y a toda la cohorte de hijos de la grandísima que formaban su gobierno al irse a El Aaiun en 1975.

O cuando se enfrentó a su padre por los derechos dinásticos y fue inflexible y tajante por el bien de España.

Ni que decir tiene de una transición en la que los comunistas no tenían sino buenas palabras hacia él.

Lo mismo hizo el famos 23-F.

Idem en incontables ocasiones en las que ha terciado por el bien de España a nivel internacional.

Y por supuesto innumerables son los complejos trámites en favor de empresas españolas en concursos, licitaciones y oportunidades de negocio internacionales.

Don Juan Carlos sabe mucho de complejidad, complicaciones, riesgos y amenazas.

Por eso creo que ha llegado el momento de hacer un último esfuerzo supremo para asentar y asegurar  la sucesión dinástica, y es un esfuerzo personal y familiar de primer nivel.

España clama por una ejemplaridad. 

Los partidos políticos han demostrado su vil mezquindad, y aunque en España todos echamos los perros a los del bando contrario y absolvemos a los propios (vivaerbetimanquepierda), todos sabemos que nuestro patio no está limpio.

La prensa, que tampoco debería ser un ejemplo de nada, no es un ejemplo de nada, y su sesgo político es miserablemente evidente.

Los sindicatos y las "fuerzas vivas" pretenden dar lecciones, cuando a duras penas son capaces de mantener en pie estructuras elefantiásicas cuyo objetivo primario hace décadas que dejó de ser la defensa de los trabajadores.

Y en éstas, la tabla de salvación moral de muchos españoles, La Corona, no puede permitirse hacer aguas.

Dos son las medidas que debe tomar Su Majestad en los próximos meses si quiere asegurar, como decía, la sucesión: Eliminar mediante sanción a su hija Cristina de la línea de sucesión dinástica (un constitucionalista me ha asegurado que esto es posible) y abdicar en su hijo El Príncipe Felipe.

Escribo estas líneas con el absoluto convencimiento de que es la única solución para salvar a la Monarquía y mantenerla como La Institución entre las instituciones.

No podemos permitirnos, en momentos de grave amenaza de secesión por parte de territorios españoles, una Corona cuestionada y un Jefe del Estado que tenga cuitas pendientes con la sociedad, por injustas y colaterales que éstas sean.

No podemos permitirnos en momentos de la peor crisis económica de la historia de nuestra nación, a miembros de la Familia Real con imputaciones, propias o de sus cónyuges, y con flagrantes pruebas de graves delitos económicos... y morales.

Y no podemos permitirnos, en momentos de caída en picado de nuestra credibilidad internacional, que el Embajador por excelencia de España carezca del estado físico suficiente para cogerse un avión al fin del mundo para evitar un escarnio internacional sobre España.

Duras son las pruebas que el destino le ha puesto a Su Majestad en el camino, pero a grandes retos grandes capitanes, y Don Juan Carlos ha demostrado siempre ser único entre los suyos.

Adelante Majestad, al igual que vuestro padre "¡Por España, todo por España, viva España, viva el Rey!"