martes, 20 de octubre de 2009

Au Revoir Madame

Es difícil hablar de la gente que sale de tu vida, aún más si es gente tan excepcional como Ana.

Ana le daba un nuevo sentido a la palabra discreción. Puede imaginarse el lector a una persona tímida, apocada, siempre a la sombra quizás de su marido, pero no era éste el caso.

Ana tenía un estricto sentido del saber estar, y su forma de ser era fiel reflejo de sus convicciones. "No pueden querer mandar dos en el mismo barco, Rocket, eso no funciona". Así que asumía su papel de "poder" en la sombra de manera enérgica pero delicada, aconsejando y apoyando en las decisiones sin ser ella quien las tomara si no le correspondían o, por el contrario, impidiendo cualquier tipo de intromisión que no fuera un buen consejo cuando era su misión decidir.

Y ha sido una excelente consejera.

Siempre tuvo un elevado sentido de la responsabilidad, del deber. Nunca la he visto escurrir el bulto por pesada o dura que fuera la tarea, no sólo por su increíble capacidad de trabajo, sino por su firme convicción de que uno tiene que hacer lo que le corresponde, de lo contrario otro tendrá que hacerlo por uno, y eso es profundamente injusto.

Jamás la he visto cambiar uno sólo de sus principios, forjados con el ejercicio de una voluntad de hierro, ni aunque mantenerlos le costara alguna que otra penuria. No era de ese tipo de personas. El transfuguismo, y no sólo el político, le provocaba nauseas. "Roma no paga traidores".

Era una persona dulce, pero no empalagosa, suave, pero no blanda, cariñosa, pero no melosa.

No escatimaba cumplidos si eran necesarios, pero no perdonaba la crítica si era de justicia. No era de las que creía que los cercanos tenían que tener razón o haber actuado correctamente sólo por serlo. De sus "lecturas de cartilla" he aprendido siempre mucho, lecciones que no tienen precio. Ese sentido de la ecuanimidad terminaba de redondear su carácter hasta convertirla en una persona verdaderamente excepcional.

Desconfiaba, y me incitaba a desconfiar, de los aduladores y lameculos, de los que siempre me daban la razón. "Recuerda Rocket que, como decía Quevedo, bien puede haber puñalada sin lisonja, pero pocas veces hay lisonja sin puñalada".

Fue una persona firme, no cabe duda de ello, y sin embargo rara vez era brusca. Sólo a veces, cuando hablaba de política, se exaltaba un poco, y todos cuantos estábamos a su alrededor nos reíamos de ello.

Ha sido una excelente compañera de viaje durante toda mi vida.

El pasado día 13 de octubre moría en el Hospital Puerta del Mar de Cádiz, Ana, mi madre.

Una verdadera dama.

P.D.

Quien esperara un panegírico lleno de ternura y sensibilidad se equivocaba. Esas cosas se quedan en la intimidad. Doña Ana merecía que se hablara de su caracter y forma de ser mucho más allá del ámbito familiar, de su valía como el extraordinario ser humano que ha sido, además de madre y esposa.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Solidaridad

Angel, al que no tengo el gusto de conocer de nada, me pidió vía email el pasado viernes que me sumara a una de las tantas iniciativas que circulan por internet.

Ésta, en concreto, animaba a los bloggers a escribir sobre la solidaridad, en cualquiera de sus vertientes y facetas, desde un punto de vista personal.

La solidaridad es como los ferraris, todo el mundo habla de ellos pero nadie los arranca.

Hace poco un grupo de insensatos campistas me llamaron insolidario a voz en grito por echarles de una propiedad privada. Curioso el concepto que tenemos de la solidaridad. Concepto de quita y pon, según nos vaya la feria en ello, he de decir.

La solidaridad debería ser un algo absoluto, inequívoco, no sujeto a interpretaciones ni objeto de apropiación, pero creo que, como el concepto de justicia, eso es una quimera.

Ayer un militar español murió en Afganistán. Su BMR pisó una mina, poco importa ahora si convencional o improvisada, e hizo, al parecer, volcar el vehículo. El resultado son dos huérfanos que, si no me equivoco, cobrarán una pensión de mierda hasta que sean mayores de edad y una indemnización de cuatro perras por no volver a ver a su padre, nunca, jamás.

Hoy por la mañana en todas las tertulias radiofónicas, un alto porcentaje de los contertulios de las principales cadenas de radio (Onda Cero, SER, COPE y Punto Radio que yo haya podido oír) abogaban por una retirada de las tropas de Afganistán e, incluso, alguno lo exigía por solidaridad con las familias de los 90 compatriotas que han perdido la vida en este conflicto. Por solidaridad.

Me pregunto si sabemos lo que hacemos en Afganistán y me respondo que no, que nadie parece darse cuenta de algo tan evidente.

Estamos en Afganistán por dos motivos fundamentales. El primero por seguridad, para demostrar a una panda de extremistas asesinos y analfabetos y a todos cuantos les secundan, apoyan e imitan en medio mundo que no hay sitio en la tierra donde se puedan esconder para preparar y trazar sus planes contra nosotros. Y el segundo para demostrarles a éstos mismos y a todos cuantos les jalean, justifican o disculpan, que no pensamos consentir que nos digan cómo vivir, ni que nos lleven de vuelta a la edad media o a la de las cavernas.

En ese empeño no hay gente que esté dispuesta a morir. No tenemos suicidas en nuestras filas, no los necesitamos. Pero en ese empeño, digo, sí que hay gente que está dispuesta a asumir riesgos para cumplir órdenes, para realizar las tareas asignadas. Es mentira que estemos allí para reconstruir un país. Nuestra verdadera misión es devolver a Afganistán al Siglo XX (el XXI sería pretencioso) y asegurar su estabilidad para que puedan "crecer" por sí solos, sin seguir los caprichosos designios de terroristas mesiánicos, señores de la guerra o del opio, reyezuelos, jefes de tribu o el primer jodido desaprensivo que sea capaz de comprar un poco de poder.

Yo soy solidario con el cabo que murió ayer, y soy solidario con su familia y con sus compañeros, soy solidario con las dos soldados que, con dos pelotas, se prestaron voluntarias para conducir camiones en un convoy de riesgo cuando sus compañeros masculinos desobedecieron y dijeron que no irían.


Soy solidario con las niñas afganas que, no muy lejos de Herat, tienen que andar kilómetros, cargadas como mulas y tratadas como tal, para llevar agua a sus casas. Soy solidario con los que opinan que la libertad no es gratuita, que hay que ganarla cada día porque siempre hay quien nos la quiere arrebatar. No por medios violentos obviamente, éstos deben ser siempre la última opción, sino con el ejercicio de nuestra propia libertad y la defensa de la de nuestro vecino.

Soy solidario con los que enseñan el corán como una religión, no como una doctrina y soy solidario con los que piensan que Dios no existe pero respetan las creencias ajenas siempre y cuando éstas no atenten contra la dignidad o sean meras estafas. Y sí, soy solidario con los británicos, americanos, holandeses, polacos, italianos, neozelandeses, australianos, suecos y noruegos, daneses, franceses, búlgaros, turcos, checos, griegos, portugueses, belgas, alemanes, canadienses y soldados de otra veintena de nacionalidades que, cada día, se juegan su pellejo en Afganistán pensando, estando convencidos, que con eso preservan el nuestro.

Soy solidario con los que, de uniforme o no, se levantan cada día en las zonas del mundo más castigadas con miseria y destrucción, esas zonas donde la palabra ayuda significa mucho más que hacer una llamada telefónica o descargar un coche.

Soy solidario con mi vecino, soy solidario con mi portero, soy solidario con el frutero de Mercadona, el conductor de autobús de la línea 115, el policía municipal, el Director de Marketing de Vodafone y el ama de casa que cada mes se las ve y se las desea para que le cuadren las cuentas. Soy solidario con el soldado y el Tte. General. Soy solidario con la gente de bien.

Y déjenme que les diga una cosa, soy profundamente, visceralmente, insolidario con los que, por un mero asunto laboral, han saboteado en Santa Bárbara la puesta a punto de unos nuevos vehículos que, de haber sido acabados a tiempo, habrían sido entregados en Afganistán y, quizás, haber evitado la muerte del cabo Ancor.

La RAE define solidaridad como la "adhesión circunstancial a la causa o la empresa de otros".

Y yo hoy, como ayer y mañana, me solidarizo con quienes tienen una visión justa de la sociedad, no homogénea, ni monolítica, sino simplemente justa.

Ya dije cuál era mi sentido de la justicia en http://ustedporquienmetoma.blogspot.com/2009/03/los-desmemoriados.html


No sé Ángel si era exactamente ésto lo que ibas buscando, pero es lo que me ha salido.

Descanse en paz el Cabo D. Cristo Ancor Cabello, y que su sacrificio no sea en vano.

lunes, 5 de octubre de 2009

Maldita Nerea

Nada, no hay forma. Llega uno al último año de la treintena, en fase ya de vejestorio total y no hay forma de que algo le sorprenda. Hablo de música, claro. Otro día hablamos de los telediarios.

Pero insisto, más de lo mismo. Es como si la creatividad se hubiera convertido en una máquina de hacer fotocopias. Nada nuevo bajo el sol, salvo unas pocas, poquísimas sorpresas muy de vez en cuando.

Además, el hecho de que todas las cadenas de radio se hayan pasado del formato "fórmula", que permitía a nuevos grupos darse a conocer, a "el baúl de los recuerdos" en el que todas y cada una de las cadenas ponen la misma música, al mismo tiempo y sólo tiran de "grandes éxitos de ayer y hoy", no facilita que haya algo que sorprenda, que refresque un poco el alma de los que añoramos tiempos donde surgían grupos dignos con una música fantástica un día sí y otro también.

Es como si en España ya no se formaran grupos musicales, nadie compusiera y los músicos se dedicaran, exclusivamente, a hacer versiones de temas de los 70, los 80 y hasta los 90.

Pero yo he encontrado una perla, uno de esos grupos que te llama la atención la primera vez que los oyes y que te gustan, aún más, cuando tienes oportunidad de comprobar como dejan las canciones de redondas, lo bien que tocan y, sobre todo, que las letras son maduras. No están escritas en el cuarto de baño de un avión, se nota que se han sentado con lapiz y papel hasta dejarlas de forma que comunican muy bien lo que quieren.

Carecen, hasta ahora, de cualquier tipo de promoción en las cadenas musicales nacionales, son uno de esos grupos secretos que, sin embargo, tienen miles de seguidores en internet.

Se lo han currado, y eso les concede, todavía, un poco más de mértio.

La canción que incluyo es la perfecta definición de un desamor, de cuando las cosas se mueren, se apagan, se acaban. No es mi favorita, pero les animo a que busquen y escuchen más, especialmente "Piedra, papel y tijera", "Después de todos estos años" o, para los que estén muy enamorados y anden de vez en cuando por el Foro "Tu mirada me hace grande"

Señoras y señores, desde Murcia y Salamanca con ustedes "Maldita Nerea"






"Y sólo digo que / Nunca quise hacerte daño / Pero todo se nos fue / Y aunque ahora somos como extraños / Yo jamás te olvidaré"

¿Qué quieren que les diga?, a mi me encanta.