martes, 26 de junio de 2012

Con un amigo así, ¿quién necesita enemigos?

  
Iba paseando por una de las múltiples capitales europeas que tengo que visitar con cierta frecuencia, cuando me encontré con él.

He de decir, como introducción al despistado lector, que estoy acostumbrado a que me miren de soslayo y con mala baba. Al menos me he acostumbrado en el último año y medio, cuando alguien decidió que, efectivamente, el toro que mató a Manolete era español.

Y es que los otrora adulados súbditos del imperio en el que nunca se ponía el sol somos ahora los apestados de Europa y el mundo entero, causantes de todos los males habidos y por haber y merecedores, por tanto, de bíblicos castigos que atormenten nuestras almas y laceren nuestra piel y nuestra conciencia.

Solo nos miran con complicidad los griegos y los portugueses, y no me parece a mi que sea ese un buen consuelo y aún menos motivo de alivio. (Aunque reconozco mi manifiesta debilidad por Portugal y su gente)

Somos para el resto lo que en román paladino viene siendo una gran mancha de hijos de puta, así nos ven nuestros queridos y querientes vecinitos del norte y el este.

Pues iba paseando, digo, por una muy europea y muy nombrada ciudad del norte cuando un niño de unos 7 años me preguntó:

- ¿Eres español?
- Hola mi querido y tierno infante, buenos días. Efectivamente soy ciudadano español. ¿Te gusta el fútbol?
- Pues mi papá dice que sois unos hijos de puta.
- ¡Vaya!, te recomiendo que refrenes ese lenguaje, eres aún muy joven para decir tacos. En cuanto al comen...
- Y que sois unos vagos de mierda y que estáis todo el día borrachos y echándoos la siesta.
- Oye pero...
- Y que sois todos unos cornudos cabrones y ellas todas unas putas, más fáciles que la tabla del 0.
- ¡Niño!
- Y que sois ladrones, y no pagáis impuestos y vais casi en pelotas por la calle.
- ¡O te callas mocoso o te...!
- Y que os dais por el culo con pepinos podridos, y a  los niños les dais a comer mier...

Mi mano le cerró la boca mientras miraba a mi alrededor para comprobar que nadie podía considerar eso una agresión.

La criatura no ase asustó, de hecho ni se inmutó, pero sus negros ojos seguían clavados en los míos como dando a entender que aún no había terminado de enumerar la lista de las sanas costumbres que según su señor padre adornaban nuestro manual de buenas maneras.

- ¿Si te suelto me dejarás hablar?

Y respondió negativamente con la cabeza, pero después de un buen capón parecía más proclive al diálogo.

Le solté la mano de la boca y él permaneció callado.

- ¿Quién te ha dicho todas esas cosas de los españoles?, ¿tú papá?
- Mi papá Silvio (aunque él no quiere que le llame papá en público), y mis tíos Mario y Mario
- Vaya, ¿solo los varones tienen mal concepto de nosotros?, ¿tu madre y tus tías te dicen que somos honrados y gentiles?
- No, las mujeres opinan que sois unos pichaflojas.
- ¡Joder con la familia!, ¿Y qué más dicen de nosotros?
- Que tenéis la culpa de todo lo que pasa en Europa, y en casa.
- ¿Y dónde está tu casa?
- Lejos

Estaba a punto de decirme dónde estaba su casa cuando oímos una voz a nuestras espaldas.

- ¡Luca, caro, ven aquí. Don Silvio y el tío Draghi y el tío Monti nos están esperando!

Cuando me giré, había una impresionante y jovencísima mujer de espectaculares curvas, traje ceñido, gafas de sol de diseño, tacón infinito y cardado años 70 que reclamaba la presencia del pequeño.

Luca obedeció al instante y se dirigió a reunirse con su madre.

Cuando estaba a media distancia de alcanzarla, llamé su atención.

-¡Luca!
- ¿Qué? - contestó él mientras se giraba para echarme un último vistazo-
- Pues que tú mamá es una puta.

Y me giré sin esperar respuesta, continuando mi camino de mejor humor que antes y reflexionando sobre el concepto de amistad y solidaridad que se gastan algunos países supuestamente hermanos del nuestro.

Claro que esa reflexión duró poco, porque inmediatamente después comencé a pensar cuál sería el color, la forma y cómo le quedaría la ropa interior a la mamá de Luca.