jueves, 7 de marzo de 2013

Pájaro de primavera



Dicen que es liviana y grácil, y que camina dando vueltas sobre sí misma como si bailara graciosamente el vals de las olas.

Es esquiva, quizás, pero no tímida, y muestra siempre interés por los acontecimientos no habituales que se desarrollan en su territorio. Así, permanece vigilante desde su rama a cuanto sucede entre la loma de la colina que corona el valle y la rivera del río, y vuela inmediatamente a cualquier rincón donde haya la más remota señal de movimiento anómalo.

Es laboriosa, mucho, y trabaja incansablemente en mantener su nido, y el árbol común, en perfecto estado, así que aletea sus desnudos bracitos de acá para allá, siempre en busca de esa rama que encaje en ese hueco, o esa otra que cubra esa grieta.

Nadie sabe por qué vuela aunque no tega alas; será quizás cosa de magia.

Su aspecto dulce no debe despistar al observador, bajo su frágil y delicado aspecto de ave tropical se encierra una fiera con el pico muy bien afilado si la llevan al extremo de tener que defenderse.

Algunas veces, cuando la primavera se acerca, deja su territorio, cruza el ancho mar desde su natal Pernambuco y se posa en la ventana de esta bitácora mirando el interior con sus graciosos y vivarachos ojillos. 

Picotea la ventana hasta que abro y después interpreta una corta y elegante coreografía al tiempo que emite ese gracioso sonido "Pajeú", "Pajeú".

Luego hace una gentil reverencia, que no descansa hasta que es correspondida, se deja acariciar bajo el pico y en sus largas y finas orejitas y emprende el viaje de vuelta a casa... 

Lo mejor de Pajeú es que sus visitas siempre vienen acompañadas de un súbito golpe de buena suerte, por eso me gustan sus esporádicas y fugaces apariciones.

Pero déjenme que les diga una cosa, aunque no trajera buena suerte, también me gustaría verla por aquí...