lunes, 12 de diciembre de 2011

Al trullo con él

 
Oiga, miren ustedes, yo soy monárquico, pero no gilipollas.

Si es verdad que el Sr. Urdangarín ha metido mano en la caja o ha cometido alguna irregularidad sancionable, pues que le juzguen y le condenen si procede. Y si lo que se tercia es pasarse una temporadita por Alcalá Meco, pues que le vayan haciendo un hueco y que le preparen el uniforme.

Puede hablar con Mario Conde para que le pase sus contactos, seguro que muchos de los que le hicieron la vida más fácil a D. Mario siguen viviendo por aquellos lares.

Que sí, coño, que sí, que soy monárquico convencido, pero porque entiendo que la Institución está al servicio de los ciudadanos, como hasta ahora ha sido, y no al revés.

No creo, con total sinceridad, que las Infantas debieran ser parte "activa" del protocolo, ni representantes en ningún foro o ámbito. Han sido educadas con dinero público y están más que capacitadas para desenvolverse solas por la vida. Dicho esto, es fácil inferir que, efectivamente, estoy a favor de eliminarlas de la lista de miembros de la Familia Real, que debería estar compuesta por el Rey y la Reina, El Príncipe o Princesa de Asturias, su cónyuge, si lo hubiera, así como sus descendientes directos, siendo esta lista corta ampliable a Infantes o Infantas hijos del Rey menores de edad.

Y eso es todo.

Soy muy consciente de la impagable labor que el Jefe del Estado desarrolla en pro de España, de las siempre muy discretas y, las más de las veces, muy eficientes gestiones que realiza motu propio o a petición del Gobierno en beneficio de nuestra posición internacional, de nuestra representatividad en los foros más dispares, de su altísima interlocución política y económica para beneficio de nuestros intereses nacionales o productivos, etc.

Pero todo ello no puede ser una excusa para que un Señor casado con una de sus hijas se lo lleve crudito y, además, se haga el listo sin serlo.

La Institución debe ser mantenida, dentro de la tradición que obliga su propia idiosincrasia, pero también modernizada y puesta al día, y de la misma forma que nadie se plantea que Doña Leonor no sea la próxima heredera al trono, alguien debería hacer la serena reflexión de cuál realmente es el papel de los Infantes y cuál su coste para el Erario Público, maltrecho como todo el mundo sabe.

No se trata de atajar una situación centenaria por una crisis dura pero pasajera en la historia, sino de que o bien mantenemos las tradiciones operativas o bien habrá quien se empeñe en suprimirlas.

Y miren, bastante tenemos con la que tenemos con la clase política como para poner en sus manos también la Jefatura del Estado.