martes, 28 de diciembre de 2010

Tú y yo somos tres... o algo así


Vaya por delante que no está escrita esta entrada con el fin de polemizar sobre si los homosexuales deben o pueden adoptar niños, ni sobre sus matrimonios civiles, eclesiásticos, médicos o militares.

Sencillamente es que yo soy pelín políticamente incorrecto porque a mi "el mundo gay", con sus reivindaciones y problemas, me la bufa, con perdón, cien pueblos.

Siento ser un insensible al repecto, que lo soy, pero es que de verdad que me la bufa muchísimo.

En cualquier caso, leo en el periódico que Elton John y su gentil esposo, el afamadísimo (¿¿¿¿????) cineasta David Furnish, han sido papás de un churumbel al que han puesto por nombre Zachary Jackson Levon.

Su primera intención fue adoptar un niño con SIDA en Ucrania, que es como muy solidario y enternecedor, pero las corruptas autoridades de ese bárbaro país decidieron que los 68 añitos que tiene el bueno de John, y los 48 palos que se gasta el simpático David, no son quizás edades para ir haciendo el gilipollas por el mundo.

Así que "boquita de piñón" y "tocinito de cielo" decidieron que había que buscar otras alternativas para cumplir con las irrefrenables exigencias de sus relojes biológicos. Ya sabemos que cuando las ganas de ser mamá aprietan...

Podían haber buscado otro niño con SIDA en cualquier otra parte del mundo, pero ya se les había bajado un poco la ilusión del reportaje fotográfico, ese en el que aparecerían con el niño entubado que sonríe a duras penas mientras ellos muestran sus enormes cabezones a su lado enseñando lo efectivo de su último blanqueamiento dental.

Así que en un nuevo efecto mediático y emocional sin precedentes, decidieron pasar a la siguiente combinación de maternidad gay y polémica reivindicativa "el mundo contra mí" y alquilaron una madre de alquiler en el muy noble y muy alquilado estado de California.

¿No les parece ejemplar el coraje de estos dos luchadores por los derechos civiles, las libertades individuales y Lady Di?

Para el que no lo sepa, hay dos modalidades de madre de alquiler: en la primera, la semillita es de papá, pero el huevecito y el tiesto de la señora que se alquila, también conocida como alquilada o re-alquilada (este último caso si no es su primera vez); o, la segunda, en la que papá pone la semillita, mamá pone el huevecito y la alquilada, o re-alquilada, pone el tiesto y la paciencia de aguantar con él durante, aproximadamente, nueve meses.

Eso en el supuesto, burgués y demodé, de que haya un papá y una mamá del futuro retoño o retoña pero, claro, el caso que nos ocupa es distinto porque no hay mamá o, mejor dicho, la señora alquilada, o re-alquilada, cumple con esa función de manera doble (a saber, como en el primer caso pero siendo la única hembra de la terna).

Y no hace falta ser muy lince para reparar en que sólo puede haber habido una semillita en ese tiesto... una sola.

Y yo me pregunto, ¿quién le puso el cascabel al gato?, es decir, ¿quién se metió en el cuarto de baño con un botecito de plástico y el último reportaje de Brad Pitt?, ¿el sensible y poético John, o el audaz y dicharachero David?

Porque el niño puede tener dos madres (ya saben, huevecito y tiesto) pero nunca puede tener dos padres.

¡Ay, por favor, por favor!, ¿nadie tiene el teléfono de John?, necesito saberlo, la incógnita me está martirizando, me mata la duda, la incertidumbre me llena de desasosiego, estoy que vivo sin vivir en mi.

¿Quién es realmente el papá de Zachary Jackson Levoncito?, ¡Jo!, ¿y la mamá?, ¿quién muerde almohada?

Yo tengo el pálpito de que es David el padre, me da a mi en el corazón, ¡fíjense ustedes!, se le ve, ¿cómo decirlo?, más varonil, más seguro de sí mismo y más pajillero (asunto éste importante en el proceso)... pero en ese caso nos quedamos sin la herencia genética del divo de las baladas, el genio de London City, la princesita de los pianos y los bisoñés, el amigo de los niños...

¡Jo! (otra vez), ¿de verdad que nadie sabe nada?

P.D.

La concepción de la criatura de madre de alquiler ha de producirse vía inseminación y con estricto control médico, si a papá se le ocurre "naturalizar" un poco la cosa y echarse un (o unos) polvazos con el tiesto por si la vía tradicional funciona, le meten en el truyo por prostitución.

Y es que hace falta ser guarro y degenerado, coño.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

¿Cómo se come eso?



Supongo que todo el mundo ha oído, visto o leído la noticia.

Niña de 14 años monísima y de familia de postín (por desgracia ese ha sido el detonante del titular, de otra forma sospecho que hubiera pasado inadvertido) que se fuga con su novio rumano de 22.

Grave.

El novio la lleva a vivir con los "suyos" a un pueblo de Badajoz.

Más grave.

La niña es finalmente (o desde un principio, ¡a saber!) prostituida por 30€ cada "relación".

Mortalmente grave.

Y uno se para a pensar cómo reaccionaría en esas circusntancias caso de ser el padre o familia de la criatura... y la respuesta puede ser muy dura, incómoda y políticamente muy incorrecta.

Las leyes están para cumplirlas, sí o sí, pero, ¿podría alguien culpar al padre si tomara alguna "medida" por su cuenta?, no sería yo, sin duda. Censurable, sí, pero tan comprensible como el dolor que cualquiera sospecha que puedan sufrir esos padres.

Yo no tengo hijos, pero tengo sobrinos y puedo garantizar que me costaría mucho, muchísimo, no aplicar la fuerza que haya en este cuerpecillo de 72 kg y 1,78 m en infligir dolor a los causantes de los hechos.

Mucho dolor.

Un dolor cruel y calculado, metódico y científico, sordo. Y además se lo aplicaría durante mucho, mucho tiempo. Les haría maldecir el día en que nacieron y renunciar a sus puñeteras madres.

Hijos de la grandísima puta.

Siento el exabrupto de entrada, pero no puedo con este tipo de cosas... canallas como estos sobran en el mundo.

Y cuando digo sobran me refiero a que son "prescindibles"

P.D.

Me cuenta mi amigo X (Guardia Civil que por desgracia tuvo que bregar con este tipo de asuntos durante un tiempo), que el mayor de los males no es ni siquiera el hecho de que la prostituyeran, sino lo que le "han hecho" antes para doblegar su voluntad y convertirla en su "herramienta"

Pues razón de más... ¡pero qué asco coño!

viernes, 17 de diciembre de 2010

Tic... tac


Tic… tac

El tiempo pasa, es algo que experimentamos a lo largo de nuestra vida. No se detiene, no se ralentiza, no mengua ni se estira, es casi, casi inmutable.

En realidad no lo es, pero para eso habría que entrar en consideraciones de carácter físico, muy bien descritas por el señor Einstein, que no aplican a esta entrada.

Comprueba el reloj digital y ve que quedan 3 minutos y 45 segundos según el cálculo que realizó hace más de 25 minutos. Es el momento de controlar la ansiedad. Tic… tac… tic… tac.

Ese sonido, ese compás perfecto, resuena en su cabeza aunque los relojes digitales no armen tal escándalo. Tic… tac… tic… tac.

Repasa por enésima vez el equipo, revisa por milésima vez cada uno de los componentes que porta, comprueba hasta la saciedad que lleva todo, que no falta nada, que todo está bajo control. Tic… tac… tic… tac.

Alguien le comenta algo, supone que se trata del típico chiste de última hora que trata de quitarle hierro al asunto, de “relajar” el ambiente. No ha prestado la más mínima atención a la historia, pero se la sabe de carrerilla, diga lo que diga, todos los novatos son iguales.

No le gusta.

No le gustan esas coñas de “estoy nervioso pero no quiero que se me note”. Lo que van a hacer requiere tanto concentración como coordinación, es momento de cerrar la boca y los ojos y verse a sí mismo cumpliendo con todas las tareas, movimientos y acciones que ha memorizado. Al menos las primeras, el protocolo más básico. Si eso funciona bien, el resto también lo hará. Todo irá rodado. Las coñas para las cervezas o los despachos, allí, en ese momento, no.

2 minutos 15 segundos. Tic… tac… tic… tac.

Alguien le da un golpe seco en el casco para sacarle de su concentración, le llama por su apellido y le mira a los ojos mientras le habla. “cuídame a los nuevos -le dice- sobre todo al chistoso, está como un puto flan”, “pierda cuidado -responde- voy a ser su puta mamá”

Alguien abre el portón y le grita que están a punto, que se terminen de preparar.

Tic… tac… tic… tac.

Sonríe al comprobar que los novatos cometen los mismos errores y torpezas que todos los novatos que en el mundo han sido, incluido él mismo mucho tiempo atrás. Que tratan de transmitir una seguridad de la que carecen, que intentan ocultar la ansiedad que les congestiona los músculos y les seca la boca, que se les queda la lengua de trapo.


Tic… tac… tic… tac.

Se fijan en lo que no deben, se ajustan los guantes una y otra vez, giran el cuello en diagonal a izquierda y derecha en un gesto que, en realidad, no sirve para nada que no sea transmitirse una autoconfianza que no tienen en absoluto.

Menos mal que le acompaña también su compañero. Ese nació, en cualquier caso, con el don de ser más frío que el hielo. Es un caso especial, no necesitó niñera el primer día, ni el segundo, cuanto ni más ahora que tiene bastante experiencia. Es listo y las pilla al vuelo, un tío fetén, callado y operativo, un tipo un tanto extraño, pero confiable, al 100%, un puto lujo en los tiempos que corren.

Sus ojos, lo único que el verdugo deja visible, se cruzan en una fracción de segundo, lo suficiente para que se entiendan sin hablarse: “échame una mano con estos tres, tú con ése, y yo con estos dos mastuerzos”, y asiente con la cabeza queriendo decir “sin problema, jefe”, los dos restantes, los mayores, le miran complacidos, “este cabronazo lo tiene todo bajo control”

“30 segundos, todo Dios preparado, los otros ya han entrado, ¡vámonos!”

Parece que el último tic… tac pasa más rápido que el resto, pero eso es solo porque el corazón está a 130 pulsaciones y se tiene esa percepción. El tiempo, en realidad, no fluctúa.

De todas formas eso no es nada, el latido de los novatos se puede oír por encima del sonido de los motores.

15, 14, 13, 12, 11…

“A ver, los novatos, no la caguéis o vais a estar comiendo mierda hasta el día del juicio, ¿está claro?”

Apenas si pueden pronunciar palabra de la emoción.

Tic… tac… tic… tac... tic


Y ya por radio 5, 4, 3, 2, 1...

Tac

martes, 14 de diciembre de 2010

De honores y otras cosas que no dan de comer


Últimamente, y por razones que no vienen al caso, le doy muchas vueltas al sentido del honor y de la dignidad.

Hay bastantes alusiones al respecto en muchas de mis entradas y en muchos de los comentarios que los cuatro perturbados que siguen este blog han tenido a bien dejar.

La RAE define honor (en su primera acepción, es decir, la fetén) como: “Cualidad moral que lleva al cumplimiento de los propios deberes respecto del prójimo y de uno mismo”

Y aún hay más, en su sexta acepción lo define como “dignidad”

¡Cómo me gusta el castellano!

No veo yo en ninguna de estas dos acepciones, ni en ninguna de las otras he de decir, la descripción de un caballero con armadura, ni de un duelo al amanecer. No, no veo nada de eso.

Lo que sí veo es algo muy de andar por casa, algo tan contemporáneo como los dichosos i-phone (por cierto, ¿los regalan?).

Sin embargo parece que ya nadie presta atención a esa palabreja que suena a cosas del año de Maricastaña, obsoleta y vetusta, casi sin sentido.

Pues a mi sí que me importa, ¡cojones!, y ni me parece tan descabellada, ni tan difícil de cumplir en sus significados con un poco de autodisciplina, buena voluntad y sobre todo madurez.

Y, por desgracia, no hay día que no me sienta como un auténtico gilipollas por esa especie de código de conducta “honorable” que me he autoimpuesto. Mi vida sería mucho más fácil siendo un poco más laxo, pero claro, en ese caso ya no sería mi puñetera vida.

Conozco muchos casos de gente que no es así, gente a la que su oficio debería imponerle un poco más sentido de la dignidad y de la disciplina, el sentido del honor que con tanto fervor entonan en himnos y cánticos, el mismo del que hablan a voz en grito en la cafetería mientras se pimplan doscientas cervezas; pero a la postre suelen ser estos mismos los primeros que incumplen, en cuanto tienen ocasión, esos mismos principios de los que dicen sentirse tan orgullosos.

Vaya panda de mierdas.

Y créanme cuando les digo que soy muy permisivo en algunos aspectos. El mejor escribano puede echar un borrón. Yo, para que conste en acta, tengo uno gigantesco en mi haber. Uno del que nada sabe nadie y nadie nunca sabrá, pero que en ocasiones me sigue apretando la conciencia como una prensa industrial, en el pecado llevé la maldita penitencia.

Sin embargo, creo sinceramente que es el único digno de consideración a lo largo de mi ya no tan corta vida.

No pretendo ser ejemplo, pero me duele ver que nadie mira con mala cara a los infractores, que el pillaje, la mentira y el engaño, el mangoneo, el vaguismo, el escaqueo, el abuso de poder o autoridad, el chulismo más indecente, el pensar con la polla, el aprovecharse de los demás en beneficio propio, quedan impunes.

Y nadie dice nada porque ya todo el mundo lo considera normal, usual, comprensible y razonable.

¡Me cago hasta en mi puta calavera!, ¿por qué cada vez que escribo sobre esto me da la sensación de que soy un imbécil y un tontolaba?

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Un grande entre los grandes


He de reconocer, aunque me disguste, que llevo una temporada un tanto nervioso, ansioso, estresado. Muchas e íntimas son las circunstancias que me han llevado a estar un poco sensiblón, más bien diría que ha sido un largo proceso, pero no se puede negar que ese es mi estado actual.

Conste que no quiere eso decir que vaya llorando por las esquinas, ni que ande leyendo romántica poesía (carezco de la sensibilidad necesaria para poder apreciarla como supongo que se merece), no voy aireando mis problemas al viento, ni mis inquietudes, ni mis temores, ni mis miedos, ni mis deseos, ni mis ilusiones.

Supongo que no soy un sensiblón al uso.

Pero en este estado, extraño para mí, en el que me encuentro, algunas cosas te llegan más adentro de como lo habrían hecho en cualquier otra circunstancia.

Me refiero al discurso de aceptación del premio Nobel de Mario Vargas Llosa. ¿No lo han leído ustedes?, pues háganlo, aunque sea largo, denso y comprometido.

Consuela saber que en ocasiones, y por encima de modas, tendencias y correríos políticos o intereses financieros, se concede premios a quien lo merece, y quien lo merece lo demuestra con obras (palabras, que en este caso vienen a ser lo mismo).

Desde su indisimulada y beligerante antipatía por los totalitarismos, su defensa a ultranza de la libertad y la democracia, su implicación activa en contra de la injusticia, la manipulación, el tocomocho político, hasta su conmovedora emoción al hablar de su mujer, tras sólo 45 años de matrimonio... y me ha recordado a mis padres y me he emocionado yo también al pensar que a mi padre le falta su binomio, su compañera de juego, su media naranja, su vida, y que como me dijo alguien hace poco, eso no se puede ni suplir ni reemplazar.

No es el señor Vargas, por volver al tema que nos ocupa, alguien que parezca tener pelos en la lengua, y eso queda perfectamente reflejado en su discurso donde habla de Cuba, de Venezuela, del terrorismo internacional, de los fanatismos religiosos o políticos, de Perú y de España, de la colonización, de los nacionalismos y de otras muchas cosas.

Y todo ello con un acento de bondad, con un tono de naturalidad y convicción que mueve sentimientos.

Por eso he escrito esta entrada.

Me pregunto si, finalmente, dedicamos a las cosas que verdaderamente importan el tiempo que realmente requieren. Me pregunto si el amor, la amistad, la fraternidad o el compañerismo ocupan el puesto en nuestros pensamientos que deberían.

Hace años, hablando con un Tcol. de Marines norteamericano me contaba que el soldado perfecto era introvertido (era, por supuesto uno de los rasgos, no el mejor ni más importante) y yo no terminaba de encajar esa idea. La aclaración posterior me sacó de dudas, que no sea vivaracho a la hora de expresar sus sentimientos no quiere decir que no los tenga, sino que no los expresa de manera espontánea. Alguien sin sentimientos no es un soldado, es un asesino.

Pues eso, sean ustedes buenos soldados y tengan sentimientos, salgan de cañas, tírenle los tejos a sus parejas si las tienen o a quien les guste si es el caso contrario, llamen a sus amigos, bromeen con sus compañeros, acaricien a su mascota o hagan lo que les salga de los mismísimos... pero sientan.

Joder qué mariconada de entrada me ha salido. Prometo volver por mis distantes e impersonales fueros en las próximas entradas.

Modo flowerpower off

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Los "trepas" II: la saga continúa


Hoy he tenido un enfrentamiento directo con "ese sujeto" .

No ha hecho falta levantar la voz, ni decir ni un taco, y ha sido en público y con "taquígrafos" durante una reunión, pero le he hablado como hacía mucho tiempo que nadie lo hacía y he sentido como primero se indignaba y luego se acojonaba.

Y ha sido un auténtico placer.

Y he de decir que ha sido un acto de completo egoísmo, mitad defensa de mis intereses, (en los que, ¡cómo no!, se quiere inmiscuir) mitad advertencia y disuasión para que no me haga a mí lo que ya ha hecho con otros.

Sin embargo a medida que no le dejaba meter baza ni utilizar sus habituales y banales excusas, ataques, argumentos y monsergas para quedar como el campeón de la verdad, a medida que lo iba dejando en evidencia delante del resto de asistentes, a medida que se iba aplastando en la silla, bajando la mirada, cruzándose de brazos como el mierdecilla que es, iba recordando los nombres de los compañeros agraviados por este pusilánime.

¡Oh, sí, lo reconozco! he disfrutado con cada palabra que pronunciaba, sintiendo como le herían en su orgullo. He disfrutado cada vez que el resto de asistentes me daba la razón y me empujaban a rematar la faena y he disfrutado, he disfrutado mucho, cuando ha vuelto a esbozar la sonrisa de no haber roto un plato en toda su vida porque no sabía dónde meterse.

Siempre hiena.

Evidentemente no había jefes en la sala. Era una reunión de iguales, pero hubiera actuado de la misma forma de haber sido otro el caso.

Y me pasará factura, se lo puedo garantizar a ustedes, y a no mucho tardar.

De hecho me consta que ya me está preparando una de la que difícilmente me podré zafar, pero ¡qué demonios!, hacía meses que no me encontraba tan bien y con la conciencia tan tranquila.

Porque yo podré ser muchas cosas... pero no soy ni un vendido ni un cobarde.


lunes, 29 de noviembre de 2010

Los "trepas"


“Quien habla mal de mí a mis espaldas mi culo contempla” Sir Winston Churchill

Es inevitable.

Donde hay un colectivo de personas trabajando, hay crítica. Y no siempre constructiva.

No diré que el hombre es un lobo para el hombre, ni que las relaciones humanas son complejas. Eso son obviedades que no merecen desarrollo porque aquí el que más y el que menos ha tenido su experiencia al respecto.

Pero es curioso como hay personas que ceden ante el impulso de su ambición, se creen por encima del bien y del mal y tratan de arrasar el trabajo ajeno con tal de quedarse con un pedazo de su influencia en los jefes.

Se convencen, además, a sí mismos, que lo hacen por el bien de la empresa, por la salvación de la patria, cuando lo único que hacen es incordiar, enredar, enmierdar y tocas los bemoles del personal que no se toca los bemoles, es decir, que dedica su tiempo y esfuerzo en hacer cosas, en cumplir con su obligación de la mejor manera posible.

Suele ser gente lista, sí, pero rara vez son inteligentes. Y suelen tener un ego inflado pero una moral frágil.

Reconozco que siempre tengo instintos de enfrentamiento directo con este tipo de “trepas”, de cantarles las cuarenta y hablarles tan claro como nadie les ha hablado en su vida, de espetarles a la cara lo ruin de sus cotidianas acciones, lo deshonroso de su comportamiento, lo desleal de sus métodos.

Lamentablemente esa suele ser mala estrategia, y mi angelito del hombro derecho siempre me disuade de ponerla en práctica, pero ganas no faltan.

Hace no mucho he visto como cierto individuo machacaba el trabajo de un ejemplar compañero con el único objetivo de hacerse con parte de sus funciones y tomar el control de los temas a decidir o dar curso de decisión. Y he visto como la persona que era agredida sufría un menosprecio de los jefes al juzgar estos, por mediación e influencia de nuestro miserable protagonista, que no había cumplido satisfactoriamente con su obligación. Él que es una referencia para muchos de nosotros, un profesional de primerísima fila, un cerebro privilegiado, un jodido crack. Y ni siquiera levantó la voz para protestar… disciplinado incluso en los peores momentos.

¡Qué ejemplo para los demás, y qué difícil es permanecer quieto en esos casos!

Pero es nuestra obligación no demostrar esos sentimientos, y permanecer hieráticos, inmutables, como si no tuviera nada que ver con nosotros, como si no pudiéramos ser cualquiera de nosotros el siguiente objetivo de la inquina del trepa.

Y aún peor es ver cómo este tipo de gentuza, recupera crédito y confianza cuando demuestran, sistemáticamente, que no tienen ni aptitud ni calidad para llevar a cabo las tareas que se les asignan.

Pero caen en gracia, y poco importan los méritos reales.

Como he comentado en alguna ocasión no me gusta la gente pusilánime, ni los que no saben cumplir con su deber, no me gustan los que andan todo el día protestando, quejándose, malmetiendo o escaqueándose. Detesto a los merodeadores de pasillo, los amiguetes de cantina y cafetería, los cuentachistes de jefes, los lameculos, meapilas y zarrapastrosos.

Porque una de las características más tópica de los “trepas” es metértela mientras te sonríen o pretender ser tus amigos mientras te hincan la daga hasta las costillas. Las hienas siempre sonríen antes de morder.

Espero, deseo y confío en que algún día salga a la luz la verdad sobre el tipo en el que estoy pensando al escribir estas líneas. Aunque me temo que no, que eso nunca terminará de ocurrir porque los “trepas” parecen tener una especie de patente de corso que les hace invisibles a la justicia.

¡Maldita sea su estampa, canallas traidores!

Si alguna vez se les ocurre esto a ustedes (o a mi mismo) recordemos la frase de Churchill que abre la entrada, no evitará la injusticia, pero consolará el alma.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Addio alla vita

Es curioso como a veces la vida enreda sin quererlo.

Andaba yo el pasado jueves documentándome para la entrada anterior y se me ocurrió darle un fondo operístico, melodramático, muy apropiado para el tema en cuestión.

En realidad, he de reconocer que tuve el run-run de una melodía durante unos cuantos días en la cabeza hasta que descubrí que era "Nessun Dorma" de "Turandot" (una auténtica maravilla) y aproveché que el Pisuerga pasa por Valladolid para encajar el aria en el relato en cuestión.

No soy (no era quizás) demasiado aficionado a la ópera.

Tuve, para ser sincero, una época, hace ya unos cuantos años, que compré bastantes CD's de este género. Necesitaba concentración y energía antes de hacer algunas de las cosas que tenía que hacer en ese momento, y el heavy no me llenaba, no terminaba de cogerle el punto.

Recuero haber entrado en una tienda de discos de una capital de provincias y haber dicho:

"Hola, quiero comprar ópera, la más fuerte que tenga que no sea en alemán, que me da dolor de cabeza"

Y recuerdo también la cara de espanto y estupor de la pobre chica que me atendió, que daba a entender que me consideraba un troglodita o algo peor.

Sin embargo la visita y la compra (probablemente la mayor venta que haya realizado en su vida) merecieron la pena. No presté demasiada atención en ese momento a la música que compré, pero tuve un rollo de lo más curioso y satisfactorio con la vendedora. Una persona con una sensibilidad verdaderamente fuera de lo común... para la música hablo.

Sin embargo, acabada mi necesidad de escuchar música "relajante/vigorizante", la ópera salió de mi vida con la misma velocidad y el mismo mutismo que los tebeos de Mortadelo y Filemón... hasta la pasada semana.

Al investigar esa melodía de la que hablaba, me reencontré con un mundo verdaderamente sugestivo. Il Bel Canto.

Y oigan, miren ustedes, pues me gusta. Me he pasado una buena parte del fin de semana oyendo ópera, y con bastantes decibelios he de decir, aunque mi vecino no ha osado quejarse.

Si son ustedes aficionados, no les descubro nada nuevo, si no lo son les sugiero que se acerquen a la ópera de la mano de Puccini: La Boheme, Madame Butterfly, Tosca, Turandot, Edgar. ¿Les suenan?

Busquen e investiguen, las arias son para chuparse los dedillos y duran sólo tres minutos. Si el primero les parece aburrido, aguanten un poco, háganme caso, al cabo de un minuto y medio, o similar, el asunto suele ponerse interesante.

Yo al menos, y por un enredo casual, ahora estoy realmente enganchado. Tanto que me estoy planteando si incluir el oficio de barítono en mi lista de pluriempleo.

Milán, allá voy...

P.D.

Sin embargo no termino de cogerle el punto a Wagner, porque como dice Woody Allen, "cada vez que lo escucho me dan ganas de invadir Polonia"

P.D.2

"Addio alla vita" es el aria que todo el mundo comenta que le encanta, cuando en realidad no hay ningún aria de ópera conocida con ese título... pura leyenda urbana.

jueves, 18 de noviembre de 2010

En la oscuridad


Abrió la puerta y se sintió un extraño en su propia casa. Había sido un día para olvidar, tan para olvidar como cualquier otro de los últimos meses, de los últimos años.

Prefirió no encender la luz y moverse furtivo, como una sombra, por la casa. Soltó, en el preciso sitio que le correspondía, su ajada bolsa de viaje y permaneció un momento inmóvil.

Recorrió después silenciosamente la distancia que separaba su habitación del salón y movió un sillón hasta colocarlo justo delante de la puerta de la terraza.


La tenue luz de las farolas del jardín quedaba matizada por las cortinas, haciendo que la estancia quedara envuelta en una luz en parte cálida y en parte fantasmagórica, dándole al conjunto un toque de limbo, de irrealidad, que le gustaba.

Un hombre solo en mitad de la nada, de vuelta de ningún sitio y camino a ninguna parte, un extraño, un náufrago de su propia vida.

Siempre en penumbra se dirigió a la consola donde tenía la cristalería de bar y cogió una gran copa de coñac. Sonrió al recordar que solía bromear, cuando tenía humor para hacerlo, sobre lo curiosas que le resultaban aquel tipo de copas. “Grandes- solía decir- con el culo muy gordo y la boca muy estrecha, como algunas que yo me sé” y sus invitados solían celebrar la ocurrencia con carcajadas.

Esa noche, esa vida, ya no tenía ganas de bromear.

Se sirvió coñac en la copa. No podía ver la columna de líquido cayendo de la botella, pero su tintineo al estrellarse contra el fondo de su nuevo recipiente le confirmó que no había errado. No se sorprendió por ello

Mientras dejaba reposar el coñac cruzó el salón y encendió el nuevo equipo de música. Supuso que una ópera era una buena melodía ambiente para el momento, y eligió “Turandot”. Después recogió de la caja de seguridad el paquete que hacía años que no abría y lo llevó consigo y con la copa hasta el sillón.

Se sentó como le habían enseñado, como un caballero debía hacerlo, el culo hasta el fondo del asiento, la espalda apoyada pero derecha y las piernas descansadas pero formando un perfecto ángulo recto, con el total de la planta de pie haciendo contacto con el suelo.

Aspiró el acre aroma del coñac, bebió un sorbo y se dejó arrastrar por su sabor un momento, cerrando los ojos y oyendo los primeros acordes de la música. Acto seguido se desentendió de ella y abrió la caja con cuidado.

Extrajo la herramienta y los trapos para limpiarla y comenzó a manipularla, a oscuras, como había hecho muchas veces, desmontándola con meticulosidad y precisión y acariciando sus partes con la bayeta. Le gustaba hacerlo, le traía recuerdos. No todos buenos, es cierto, pero al menos le hacía recordar una época en la que todo alrededor era más claro, más concreto.

Su vieja Glock, su antigua compañera de fatigas, su inseparable colega. Siempre dispuesta y siempre precisa.

Mientras la limpiaba meditaba sobre su vida, sobre cómo todo se había ido yendo al demonio poco a poco, sin que él hubiera sido capaz de reparar en ello hasta que ya era tarde, demasiado tarde.

Recordó que prácticamente todo le aburría, que conocía casi todas las respuestas antes de que alguien formulara las preguntas, que todo se había convertido en previsible, vulgarmente anticipable. Le aturdía el caos en el que casi todo el mundo a quien conocía se había metido, cómo la mentira, la ocultación de información, el engaño eran tan aceptados que apenas si suponían un falta, un pecado. Y era duro ser consciente de que te mienten mientras lo hacen, casi a diario. Dolía, aunque era un dolor muy leve, porque apenas si quedaba ya capacidad de sentirlo. Pero de alguna persona dolía más, le había tocado que creyera que podía mentirle y él no lo sabría, que no se daría cuenta, que era un tonto.

Después de eso, ya no encontraba su sitio, no era capaz de adaptarse, los otros partían con ventaja, se sentía incómodo, a “contrapié”.

Seguía bebiendo el coñac de forma parsimoniosa, casi ritual, haciendo que en su boca entrara solo la cantidad de alcohol que cada trago debía contener, degustando cada uno de ellos, dejándolos unos segundos que inundaran su lengua y sus carrillos antes de tragarlos, poco a poco.

Terminó el proceso de limpieza, montó el arma y, aún a oscuras, extrajo una bala de la caja. Una sería suficiente, no haría falta una segunda.

Terminó su coñac mientras la pistola permanecía en su regazo, el cañón apuntando por encima de su muslo izquierdo, hacia ningún sitio. Extrajo el cargador e introdujo la bala, volvió a ponerlo en su sitio y corrió con fuerza el cierre hacia atrás por última vez. A continuación manipuló el seguro con su pulgar derecho y colocó el cañón contra su sien.

Eso iba a ser todo. Good bye.

Curiosamente no sintió miedo, ni ansiedad, su vida no pasó por delante de sus ojos, no tuvo un último pensamiento para nadie, quizás para esos ojos verdes que le habían herido al mentirle... No pensó en su familia, no pensó en los amigos, no pensó en el trabajo, solo puso la mente en blanco.

No hubo tacos, ni reproches, no hubo reparos ni lamentaciones. Sólo concentrarse en colocar bien el arma para que el trabajo fuera fulminante e irreparable.

Le gustaba irse en ese escenario, con esa luz, tras un buen coñac, entre las virutas de humo del último cigarro y envuelto por esa música en la que súbitamente ha vuelto a reparar.

Esa música.

Algo le disuade de apretar el gatillo, “Il nome mio nessun saprá” (mi nombre nadie sabrá).

Continúa oyendo el resto de la melodía, la voz de Plácido Domingo cantando, con el arma aún apretada contra la sien.

Conoce la historia, conoce la ópera, la sabe casi de memoria, la ha oído cientos de veces, miles, quizás, a lo largo de su vida, y hoy la oye de una forma especial, diferente.

Pasa dos minutos en esa posición y baja el arma mientras, con el clímax del aria, rompe a llorar.

No llora como lloran los niños, ni las mujeres, no llora desconsoladamente, ni hipa, apenas si caen lágrimas, no se contorsiona, aún mantiene el arma firme en su mano derecha, apuntando ahora al suelo.

Llora de emoción, llora porque es la música más hermosa que ha oído en su vida, llora porque se ha sentido lleno de ella por un momento y eso le ha hecho darse un alto. Llora porque se siente, súbitamente, vivo. Más vivo que en mucho tiempo, más vivo que nunca. Llora porque recuerda, llora porque anhela, llora porque espera y llora porque avanza.

Tiene ganas de gritar, tiene ganas de decirle a todo el mundo que nadie podrá con él, que aún es fuerte, que aún tiene carga, y mucha, que él no es un farsante, ni un mentiroso, ni un pusilánime.

Vuelve a guardar, todavía a oscuras, el arma en la caja y ésta en la caja de seguridad.

Ha decidido que, al menos hoy, se tomará otra copa de coñac, a oscuras.


martes, 16 de noviembre de 2010

Dudas, blasfemias y cobardías



“La peor decisión es la indecisión” Benjamin Franklin

Sahara.

No me digan ustedes que el nombre no es, en sí mismo, sugerente. Camellos, beduinos, desierto, amaneceres, touareg, arena, haimas, viento y un conflicto inacabado.

A otros, sin embargo, a algunos de mis mayores, el nombre les sugiere algunas otras cosas. Minas, emboscadas, perímetros, Cetmetones y Cetmes, té, guardias, centinelas, tensión, espera, la famosa medalla y un conflicto inacabado.

Sospecho que el lector ha encontrado, sin necesidad de pistas, la coincidencia entre ambas versiones.

El Sahara Occidental es el perfecto ejemplo del doble rasero, de lo muy diferentes que pueden ser la reacciones en el orbe dependiendo de a quién le afecten las injusticias, del valor del chantaje encubierto, del peso de tener amigos gordos y fuertes, de la chulería más indecente, la ignorancia más atrevida, la soberbia más osada.

A nadie le importa un carajo el Sahara Occidental, no nos engañemos, y a quien le importa equivoca los motivos por los que debería hacerlo. El Sahara es siempre el que termina perdiendo la partida.

Los Saharauis eran españoles, tan súbditos como una señora de Cuenca, sin embargo, no querían serlo, querían ser libres. Su mundo y el nuestro eran tan diferentes que no podían sentir afinidad con un catalán, un canario, un madrileño o un andaluz. Querían su mundo en su espacio, su cultura en su ambiente. Dudaban, pero eran más los que querían que los que no.

Y la duda es casi siempre mala consejera. Así que nuestros queridos Saharauis se echaron en brazos de sus vecinos del norte, tontearon con su presunta solidaridad, coquetearon con su “desinteresada colaboración”. Dudaron, pero lo hicieron, y la duda es mala consejera.

Ahora se encuentran con el peor de los escenarios que hubieran podido imaginar. Invadidos por sus hermanos de religión, fuera de la atención internacional (ni siquiera ahora son noticia), con la mayor parte de su población en Argelia o Mauritania, sin ninguna cámara indiscreta o medio independiente que pueda relatar lo que allí ocurre. Solos.

Y España calla. Lo hace por dos motivos. Uno porque se carece de perspectiva y de solidez diplomática: se tiene miedo a posibles represalias económicas. El mundo al revés.

Otro porque se teme que la implicación activa de España en el conflicto (y me refiero únicamente a la diplomática) animaría al reino de Marruecos a jugar sucio y permitir acciones contra los “infieles” españoles usando su suelo como base de operaciones.

Es difícil asumir que hay quien piense así, pero es más duro saber que estamos en manos de quienes no tienen el valor de usar la razón y la fuerza que ésta proporciona en hacer lo que es justo. Quien prefiere ponerse de lado, cogérsela con papel de fumar, no hacer ruido.

Es difícil ver cómo España se falta a sí misma al respeto asumiendo el rol de quien no tuviera ni hubiera tenido relación alguna con aquella tierra, cómo bajamos (una vez más) las manos diplomáticamente, cómo hacemos dejación de nuestra obligación como potencia colonial que éramos de ese territorio, cómo actuamos de comparsas, mezquinamente quietos y distantes, cobardemente callados.

El silencio de los corderos.

No claro, no queremos más atentados en Madrid, no queremos otra marcha verde en Ceuta y Melilla, no queremos perder la telefónica marroquí, ni la petrolera alauita o los derechos de construcción de ciertas empresas en Asilah, las cuotas de pesca en los caladeros saharauis, ni los negocios en defensa.

Sólo sé que episodios como éste nos sacan del mundo, nos degradan ante naciones que deberían ser nuestras iguales, nos avergüenzan ante la diplomacia internacional, nos pone a una altura que no deberíamos merecer, que no nos merecemos.

Y estoy siendo moderado, deberían haber leído el borrador de la primera entrada que había escrito sobre este tema.

Claro que tranquiliza saber que la tierra, incluida la del Sahara, no es de nadie, sino del viento…

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Los Parlanchines


“Si, pero…”

Y creo que ha sido lo único que he acertado a decir en toda la conversación, además de sonidos guturales de aceptación.

No es que mi interlocutor estuviera o no en lo cierto, es que es una de esas personas que no deja hablar.

La comunicación, según sus pobres entendederas, se limita a disparar todo cuanto tiene que decir contando con que alguien al otro lado de la línea telefónica sea capaz de decodificar, entender y asimilar todo cuanto comenta.

Es responsabilidad del otro anticipar las objeciones que puedan surgir, buscar alternativas entre las posibles respuestas y aplicar la que más convenga.

Y todo porque va a ser imposible de todo punto mediar una palabra que no sea “dígame” (en el caso de ser el receptor de la llamada) o en todo caso un “hasta luego” mientras se oye de fondo el pi-pi-pi que ha dejado en línea el sujeto una vez que ha colgado.

Y no soporto a la gente que no deja hablar. No puedo.

Supongo que todos tenemos nuestro histórico en este campo, pero la gente crece y evoluciona, y hacerse mayor (madurar) significa, en gran medida, ponerse en la piel del otro, y eso requiere escucharle.

Luego se podrá hacer justo lo contrario de lo que corresponde, pero al menos se ha escuchado lo que tiene que decir.

Yo tuve hace años una novieta que era así. No dejaba meter baza. Salir con ella era someterse a una tortura de aislamiento comunicativo.

Era buena chica y, si me lo permiten, era un bombonazo de girar el cuello, pero no paraba de hablar.

- Rocki, ¡vamos al cine!
- Bueno, si tú quie…
- Sí porque he visto una película que me apetece ver y bla, bla, bla…

Y entonces ibas al cine sabiéndote la película, el argumento y las secuelas subsiguientes de carrerilla. Ya se había encargado ella de contártelo en el coche mientras rezabas avemarías y padrenuestros pidiéndole a la Virgen de los Desamparados que te diera fuerzas para no estrangularla.

Años más tarde tuve un jefe que era igual: la definición perfecta de lenguaraz. No paraba de hablar ni cuando se supone que uno no habla.
Claro que su caso resultó ser diferente.

Cuando compartí mesa con su mujer en una cena de trabajo me percaté que ella era aún peor y además me confesó, para mi sorpresa, que su marido “era muy callado”. El pobre hablaba fuera todo lo que no le dejaban hablar en casa.

En cualquier caso, si los parlanchines y parlanchinas son difíciles de aguantar en tu propio idioma, se hacen aún más insoportables en otro.

En mi primera estancia en Estados Unidos, tuve una novieta japonesa. Olvidé mencionarla en la entrada sobre Toshi y los nipones.

Rika, que no es un adjetivo sino su verdadero nombre, era un encanto. Era mona, educada, simpática, aventurera, pelín zorrón (su novio le pagaba toda la estancia en USA para que aprendiera inglés mientras ella holgaba conmigo día sí y día también) y muy divertida. Sólo tenía un pero, ¿adivinan?, ¡no paraba de hablar!

A veces sospechaba que su cornúpeta prometido la había mandado al otro lado del Pacífico con tal de descansar de sus discursos.

Rika estaba aprendiendo inglés, lo que quiere decir que no lo hablaba muy bien, lo que quiere también decir que yo me tenía que chupar sus interminables peroratas en una mezcolanza de idiomas que desafiaba no sólo mi capacidad de comprensión, sino mi oído interno.

En los meses que pasé por esas tierras de Dios, Rika fue ganando en destreza lingüística (sobre todo gracias a mí) pero jamás dejó de “rajar” sin ton ni son. Puedo garantizar que no paraba de hablar ni cuando dormía, porque en sueños se pasaba horas hablando… ¡en japonés!

Y creo que deberíamos hacer algo, creo que deberíamos fundar una patronato de orejas en huelga permanente, o crear la asociación de sordos selectivos, o la plataforma para la narcotización de lenguas vivarachas o alguna estupidez de ese pelo, porque como mañana me vuelva a llamar mi colega el parlanchín soy capaz de…

lunes, 8 de noviembre de 2010

El día que todo salió mal

Odio los tópicos, quizás por eso los uso a menudo, para poner en evidencia lo imprecisos y absurdos que suelen ser.

Sin embargo, y aunque me cueste reconocerlo, a veces se cumplen.

El jueves fue un día “que mejor era no haber salido de la cama”

Sí, uno de esos días perros y cabrones que no te dan tregua ni quince minutos. Todo lo que podía ir mal, y el jueves podían ir mal muchas cosas, salió mal. Conseguimos solucionarlo, es cierto, pero a costa de sangre y sudor.

Atascos generados porque alguien pincha una rueda, no sabe cómo se cambia y todo el mundo pasa despacio a su lado viendo cómo se hace la picha un lío sin parar a echar una mano.

Compañías aéreas incompetentes que te dejan en tierra alegando que el billete no está pagado para luego disculparse cuando tu vuelo ya ha despegado.

Seguratas de aeropuerto que amablemente (es un decir) te confiscan un tubo de pasta dentífrica que vale un potosí (los dientes son para toda la vida y hay que cuidarlos) porque tiene 125 ml en lugar de los 100 ml reglamentarios.

Agendas apretadas que se aprietan aún más cuando tienes que bregar con los mismos compromisos y dos horas menos de tiempo.

Chóferes que no se conocen ni su propia ciudad y que tardan un 400% más en llevarte a tus múltiples destinos (hasta que amenazas, tragan saliva y comienzan a “funcionar” como Dios manda)

Recepcionistas de hotel que te dicen a las 15:50 que no puedes picar algo rápido porque la cocina cierra a las 16:00.

Duchas atascadas, aires acondicionados que no funcionan, cañerías que apestan, muebles bar vacíos. Y eso en un hotel de, se supone, buena categoría.

Cuando llega el momento de la primera reunión… ni Dios. Todo el mundo 15 minutos tarde. Advertencia general, última vez que ocurre algo así. Se nos supone precisos, ¡coño!.

“Todo bajo control”. Bien, pues comprobémoslo.

Digamos, sin entrar en detalle, que la actividad del viernes (lo que hemos ido a hacer y que llevamos meses preparando) requiere de la participación de vehículos de tipo A, B y C.

La mitad de los vehículos C no han llegado, la mitad de los B no funcionan como debieran y nadie tiene ni puñetera idea de dónde están los A, los “Big Ones”.

A eso es a lo que algunos le llaman “tener todo bajo control”, ¡tócate los cojones, mandarina!

La persona que me acompaña me mira por el rabillo del ojo, sabe cómo me las gasto cuando me pongo de mala hostia y, créame el lector, en ese momento lo estaba. Diligentemente, antes de que mi cabroncete interior reclame sangre fresca, comienza a hacer llamadas a diestro y siniestro tratando de averiguar cómo solucionar ese desaguisado.

Tengo absoluta confianza en esa persona, hace años que trabaja conmigo y siempre me ha demostrado que es eficiente y resolutiva, y aún así, hubo momentos en que no creí que fuera, que fuéramos, capaces de resolver la situación. Y hubiera sido muy malo que no lo hubiéramos conseguido.

Asistencia a la cena cancelada, y a remangarse… como hacía años que no lo hacía.

Finalmente, conseguimos reunir todos los C, dejar operativos el 85% de los B y dar con los A, que llegaron a las 23:30 de la noche.

Creo (estoy seguro)
que los responsables de la frase “todo bajo control” aún se están arrepintiendo de ella. Al menos lo estaban haciendo a la 01:00 mientras les escupía todo lo que se me pasaba por la cabeza, por inútiles e inconscientes, mientras ellos se afanaban porque se hiciera realidad aquello que habían prometido.

Cuando finalmente conseguí, agotado, meterme en la cama a las 02:30 pensé que Murphy era un cabrón muy listo.

miércoles, 27 de octubre de 2010

No, muchas gracias



Querido/a anónimo/a,

Como ve usted le contesto a su email en público además de hacerlo a su correo, así se entera usted por duplicado.

Seré claro y muy directo. Yo en mi blog escribo de lo que quiero, cuando quiero y como quiero. No necesito asesores de contenidos, ni de redacción, ni de temas de interés. Verá usted, a mi ser más o menos popular me la trae al pairo.

Tampoco quiero entrar en ningún “circuito” de los que usted me habla, ni voy a hacer el canelo aquí y allá para conseguir esa pretendida “notoriedad” que usted tanto me recomienda. Con lo de “monetizar” como “escenario previsible a medio plazo” ya es que me da la risa.

Sé cuántas personas entran en mi blog desde hace una semana, e instalé Google Analytics simplemente porque quería comprobar una sospecha que finalmente se confirmó. Si no, tampoco lo hubiera instalado. Mis lectores y comentaristas tienen tanto derecho a su intimidad como yo a la mía, y me esfuerzo por ser un caballero, aunque no esté muy de moda.

Le contaré un secreto, no pienso en ganar el Pulitzer, o como se llame su equivalente en Internet.

Mi profesión a nadie le importa, y sí , la mayoría de las “historias verdaderamente falsas” son bastante auténticas, con las incorrecciones, falsas pistas y desinformación necesarias para que ni sea fácil dar con la historia “real”, ni con mi persona, ni con el resto de “personajes” que en ellas aparecen. En cualquier caso, ¡qué ejercicio de sagacidad el suyo!, su mamá debe estar muy orgullosa de usted.

En cuanto a lo de cambiar los nombres de las etiquetas para que “hagan aumentar tu posición en Google”…

Celebro que sea usted un/a “entusiasta” de mi “estilo”, y me alegra saber que cuento con usted entre mis escasos lectores, pero esa prepotencia de la que hace gala me resulta insultante e irritante y si a usted no le ha gustado o le parece que “no viene a cuento” la entrada sobre mi amigo Toshi y los japoneses pues es su problema, no el mío.

Para el final dejo lo del usted.

Mire usted, no escribo con usted por nada en especial sino, simplemente porque me hace gracia. No soy más “altivo”, ni “distante”, ni “jerárquico”, ni “superior” que nadie por hablar de una forma obsoleta pero absolutamente válida. Me divierte escribir así y, además, me hace un poco reconocible, y quien me conoce en la “blogosfera” ya sabe que un usted mío es tan tú como un vos argentino, o no, según mi voluntad. Y eso lo hace aún más interesante para mí.

El día que me canse de escribir con usted pues cambiaré, y punto. No tengo ningún contrato que me obligue a escribir de una forma concreta.

Agradezco muy sinceramente su gentil ayuda pero…

No, muchas gracias.

martes, 26 de octubre de 2010

Lo confieso, tengo debilidad por ellos



Son, en muchos aspectos, justo lo contrario a los españoles. Son disciplinados (obsesivamente disciplinados), siguen siempre el procedimiento, son respetuosos (como seas mayor que ellos el “San”, equivalente a nuestro D., no te lo quita ni Dios), no saben improvisar, son meticulosos, detallistas y precisos. No mienten y rara vez dicen tacos.

Además de eso, tratan de ser rebeldes (cosa que les sale previsiblemente mal) y tienen una curiosa dualidad, tradición / anti-tradición.

Hablan inglés casi tan mal como los franceses (los que lo hablan) y sin embargo han tenido una gigantesca influencia de los EE.UU. en las últimas décadas.

Los japoneses, o al menos a mi me lo parecen, son fascinantes.

Cuando viví en Estados Unidos, compartí “pupitre” con algunos de ellos, y creo que nunca los podré olvidar. Poseen una cierta candidez que les hace ser especialmente vulnerables y, por tanto, objeto de protección y, al mismo tiempo, una fortaleza moral que les hace verdaderamente temibles y dignos de respeto.

De todos ellos, quizás fue con Toshi (Toshimasa) con el que tuve más relación. Yo y el resto de “no americanos” que compartíamos residencia, ala de habitaciones, cuartos de baño y duchas, rancho y, sobre todo, salidas nocturnas.

Rocket San era mi nombre para Toshi y, como he dicho, a pesar del trato continuo y las 20 cervezas que compartíamos con cierta frecuencia, no había forma de hacerle bajar del burro.

Quizás otro dato común entre los japoneses, y especialmente en Toshi, es la poca resistencia que tienen al alcohol. Rara era la vez en que Toshi no se volvía a “casa” por su cuenta mucho antes de que lo hiciéramos el resto por haberse agarrado la castaña correspondiente.

Al llegar a la residencia, y como pequeño castigo por su falta de resistencia, nuestra tradición era despertar a Toshi y hacerle mil perrerías durante un buen rato.

Toshi protestaba enérgicamente por sacarle de la cama para ponerle a hacer flexiones, hacer que se bebiera otra cerveza o, simplemente, contarle las increíbles rubias que habíamos conocido en su ausencia (algo completamente falso), pero terminaba riéndose a carcajadas y llamándome a mí, Rocket San, “diablo despertador” por considerarme el cerebro de la operación.

Una noche, cuando la estancia conjunta estaba a punto de terminar, Toshi descubrió la forma de que le dejáramos en paz. Mientras cumplíamos la rutina de despertarle un sábado de madrugada, Toshi se metió el dedo índice de la mano derecha en su culo, lo removió dentro y se lo sacó amenazándonos con él y utlizándolo a modo de “ahuyenta pesados”.

Nadie osó volver a despertar a Toshi. Huelga decir el motivo de ese cambio de actitud.

Sin embargo, y pese a nuestras más molestas que pesadas bromas, Toshi nos tenía un sincero y muy entusiasta aprecio. Le parecíamos espontáneos y alegres, comprometidos y estudiosos, brillantes y trabajadores, incluso con la diferencia de horas que dedicábamos a estudiar en comparación con él (que seguía arrastrando, pese al tiempo transcurrido, dificultades con el idioma).

Y le hacía sentirse orgulloso y le intrigaba tremendamente cómo era posible que supiéramos lo que era seppuku (el hara-kiri no existe) o quién fue Yukio Mishima, que pudiéramos hablar de la época Shogun, que fuéramos capaces de ubicar Nagoya en el mapa o que tuviéramos algo más que afición por la gastronomía nipona y nos mostráramos sesudamente de acuerdo con el famoso refrán “me gustaría comer fugu, pero amo la vida”

Supongo que en el fondo sabía que, al menos algunos de nosotros, dedicábamos un rato de vez en cuando a estudiar un poco de la historia y cultura japonesa, y que la encontrábamos tan apasionante como entretenida.

El día que nos despedimos, Toshi me hizo una reverencia y me dijo en su particular inglés “Ten una buena vida”, como si jamás nos fuéramos a volver a ver.

Y es muy posible que estuviera en lo cierto, pero no por ello resta importancia a la frase.

El bueno de Toshi.

¡Qué tío más grande!

P.D.

Sepan ustedes que España es conocida en Japón por cosas tan tópicas como los Sanfermines y el flamenco y, ¡oh sorpresa!, ¡¡por la Tomatina de Buñol!!

¿Son o no son adorables estos japoneses?

lunes, 18 de octubre de 2010

"El Cachondismo"

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No es que el que suscriba sea un machista impenitente, ni que con esto del cambio de dígito me haya vuelto un carrozón, o un intransigente, o un reaccionario. Sin embargo, algunas cosas, aún hoy en día, le crujen a uno un poco las entrañas.

Hablemos del “cachondismo”, ese fenómeno que se está produciendo en todo el mundo por el que las mujeres en general, desde los 15 hasta los 105 años, reconocen abiertamente, sin pelos en la lengua y con absoluta desinhibición, que están “cachondas”, incluidas algunas de las poquísimas lectoras que tiene este blog.

No es que me refiera a conversaciones privadas, escarceos amorosos o arrumacos entre amantes o enamorados (o combinación de ellos), no, me refiero a decir que se está “cachonda” como el que dice “me gustan las croquetas de jamón”

Déjenme que les ponga un ejemplo.

Rocket: ¿Y qué se cuenta usted?
Azofaifa: ¡Pues que estoy cachonda!
Rocket: ¡¡Pero, señorita Azofaifa!!
Azofaifa: Pues sí, con su permiso, ¡cachonda perdida!, Adelaido, el de la segunda planta, que me pone como una moto GP.

Y créame el lector que soy partidario de que cada individuo se exprese como le venga en gana (siempre y cuando se pongan esos comentarios al resguardo de púberes oídos) pero, ¡coño!, hay cosas que no comento a personas del sexo contrario ni yo.

Si esa es la reacción que causa el “cachondismo” en una conversación de ascensor, pueden ustedes imaginarse cómo hace reaccionar a las féminas en aquello llamado Internet 2.0, es decir, blogs, redes sociales y páginas webs en general.

Iba a poner ejemplos claros y palpables que apuntalan y respaldan mi teoría, pero finalmente he decidido no hacerlo porque cada una tiene derecho a su no intimidad y a no ser difundido fuera de su ámbito.

En cualquier caso, la fiebre se expande por los 5 continentes, y aunque desconozco el foco de este nuevo movimiento desinhibidor y libertario, puedo atestiguar que sus efectos se hacen notar en USA, Francia, Japón, Portugal e, incluso, el siempre muy casto y muy recatado (para con las mujeres, claro) reino de Marruecos. Todos ellos liderados, por supuesto, por la Piel de Toro, siempre a la vanguardia de nuevos retos de igualdad que afrontar.

Y no, no son como decía sólo las adolescentes, fieles seguidoras de "Física y Química" y otros bodrios similares, las que llevan la delantera, no, no. También las mujeres maduras y bien formadas de cualquier otra edad siguen su ejemplo, o acaso lo implantaron, en una suerte de ponerse las bragas por montera y lanzarse a tumba abierta al exhibicionismocachondil”.

Y ya está, este es el fin, se acabó lo que se daba, plis-plas, caput. El último reducto ha sido tomado, los perdedores nos retiramos a nuestros cuarteles de invierno con clara resignación en nuestros semblantes. El último feudo masculino, esa agresividad cazadora o, si me apuran, esa insolencia en el verbo ha sido tomada por las huestes femeninas. Bandera blanca. Rendición incondicional.

Tanto es así que la pasada semana un amigo, al que en nuestra reducida comunidad masculina heterosexual siempre le hemos reconocido por sus insignes y notorias conquistas femeninas, me confesaba que una señorita le había “entrado” en una de mis tascas favoritas con la frase “hola, ¿cómo te llamas?, me pones cachonda”.
Él, al parecer, sólo había acertado a responder, tras parpadear con asombro tres o cuatro veces, su nombre de pila y algo así como “¡joder macho!,¿y qué te pareció el partido del Atleti del otro día?”.

Exageración o no, esa parece ser la excepción que se va a convertir en norma general en el futuro inmediato.

Y sí, habrá que aceptarlo, y no escandalizarse, y asumirlo como la expresión de una sensación, de un sentimiento más, tan habitual como el sueño, el aburrimiento, el nerviosismo o las ganas de comerse una paella valenciana. Pero que quieren ustedes que les diga, yo prefería cuando había que cortejar a las damas (que en ocasiones se hacían las duras) y luego te hacían creer que eras tú y no ellas el que terminaba resolviendo favorablemente el asunto para acabar en el catre. Todo ello tras haber hecho honrosamente el memo durante horas, días o incluso meses.

Siempre hemos sido el sexo débil, pero ¡diablos!, ¿hace falta que nos lo restrieguen ustedes por la cara?

This is the end of the world as we know it.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Un respeto, ¡cojones!


La calle es de todos, estamos de acuerdo, y existe libertad de expresión, ¡por supuesto!, lo que al parecer no existe es educación ni respeto.

El que siga este blog, me conozca o no, sabe que no simpatizo con los políticos. No lo hago porque demuestran habitualmente que son sumisos practicantes del “pesebring”, bonito y animado deporte que cualquiera puede practicar siempre y cuando tenga la suficiente falta de escrúpulos para ello.

Tampoco me gusta Mr. Zapatero, y poco me importa si le silban, reprueban, gritan o abuchean. Todo ello siempre y cuando se mantenga un mínimo de corrección porque, nos guste o no, es el Presidente del Gobierno de España.

Pero hace falta ser malnacido para hacerlo durante el homenaje a los caídos.

No pido del lector una defensa a ultranza de las Fuerzas Armadas, ni exijo que a los militares, presentes o pasados, se les trate de manera especial, que se les tenga veneración o sumiso respeto.

No quiero que se les conceda mesas especiales en los restaurantes, ni que los niños vayan gratis a cualquier cole, no quiero economatos, ni viviendas protegidas, no pido que no se reprochen cosas a los militares o que tenga que gustar especialmente la función militar.

De verdad que no pido nada de eso.

Tan sólo pido un poco de respeto por los que murieron defendiendo al resto de españoles allí donde les ordenaron ir y luchar, o interponerse, o custodiar.

En la batalla del Ebro (pues no exigimos a nuestros muertos color o afiliación política alguna), en Herat, en Camagüey o Cavite, en Annual o el Sahara, en Hernani, en Bosnia o Haití murieron nuestros vecinos, nuestros hermanos, nuestros abuelos, ese simpático señor de bigote o aquel hijoputa que nos debía dinero. Pero por el camino, y por nosotros, se dejaron lo más preciado que se posee, la vida.

No son, no pueden ser, los momentos en que solemnemente les recordamos una excusa para gritar contra nadie, por muy mal que lo haga o que te caiga. Es una falta de educación, de respeto, que nada puede justificar.

A todos los que gritaron les diré que son unos canallas y unos sinvergüenzas. Les pediría que la próxima vez se queden viendo el desfile desde su casa, y allí hagan lo que les plazca sin molestar a nadie, cagarse en su salón o en su sofá, por ejemplo, algo que es órdenes de magnitud más educado que hincharse los carrillos gritando mientras suena el toque de oración.

Quizás precisamente hoy esté un poco más sensible de lo normal con estos temas por razones personales, pero eso no hace sino afianzarme en la certeza de que tengo razón.

Un respeto, ¡cojones!

jueves, 30 de septiembre de 2010

40

En esta semana (por no revelar la fecha exacta), hace 40 años que nació un hermoso niño en el Sanatorio de la Milagrosa, en pleno centro de Madrid.

Padre, madre y su hermanita mayor quedaron encantados con la llegada del querubín, sobre todo cuando éste bajó de la lámpara 5 horas después de su venida a este mundo y pudieron proceder a realizar los trámites de empadronamiento y filiación.

A los 6 meses sabía leer en tres idiomas y a los 8 era toda una autoridad en ecuaciones diferenciales. Al año y medio de su nacimiento había compuesto tres sinfonías y una ópera y dos meses después había escrito un best seller bajo seudónimo cuyo título no mencionaremos por discreción.

En contra de los rumores que corren sobre su participación en la carrera espacial, Rocket (Rocketito por aquella época) no formó parte de la última misión Apolo a nuestro satélite, aunque asesoró como consultor externo al Jefe de Planificación y Entrenamiento de astronautas de la NASA.

A los tres años tenía más de 500 horas de vuelo (si bien no en reactor, hito que consiguió a los cinco años) y 4 meses más tarde había destrozado el mejor tiempo de un F-1 en el circuito de Monza.

En los siguientes años, tras realizar ocho carreras y cuatro doctorados en las más diversas disciplinas y en los mejores centros de conocimiento del mundo, trabó amistad con personalidades como Mario Vargas Llosa, Claudia Cardinale (a la que propone infructuosamente matrimonio), Stephen Hawking, Golda Meir, Marlon Brando, Bo Derek (a la que propone infructuosamente matrimonio), Richard Nixon, Adolfo Suárez, Linda Lovelace (a la que propone infructuosamente sexo oral), Pablo VI, Cocó Chanel, las cantantes del grupo ABBA (a las que propone infructuosamente matrimonio), Leónidas Breznev, John Le Carré, Los Ángeles de Charlie (a las que propone infructuosamente matrimonio), el grupo Led Zeppelin, Ho Chi Mihn, Maud Adams (a la que propone infructuosamente matrimonio), Henry Kissinger, Felipe González, Elton John (que le propone infructuosamente matrimonio o sexo oral) y “Lupita”, la cabra de la legión.

A la edad de ocho años, tras haber regresado de una secreta misión en Rabbat, y mientras realiza la arriesgadísima tarea de pelar un huevo duro en la cocina de su casa de San Tropez, resbala y se golpea la cabeza contra la puertezuela de la lavadora. A resultas de este dramático accidente sufre una conmoción cerebral masiva que, de un lado hace que pierda completa y absolutamente la memoria, y de otro le deja medio tonto de por vida. Sólo el pago del tratamiento con el total de su enorme fortuna evita una muerte que, de otra forma, hubiera sido inevitable.

Desde entonces su vida discurre de manera más discreta y menos glamourosa que en sus primeros años y hay incluso quien afirma que ha creado un blog en el que escribe tonterías y chorradas para escarnio de los tres lectores que, por pura bondad, tienen la amabilidad de leerlas.

Rocket cumple 40 añitos, ¡joder cómo pasa el tiempo!

P.D.


Estimadas señoras y señoritas, no se dejen ustedes impresionar por el 4 que comienza el dígito de mi edad. Yo no estoy viejo, sólo un poco usado...

martes, 28 de septiembre de 2010

In memoriam

Todos los días "El Tirador Solitario" era una de las primeras páginas web que chequeaba.

Para todos aquellos involucrados o interesados en la defensa ha sido una las referencias obligadas para enterarse de qué se cocía en este campo, tanto en la piel de toro como en el resto del orbe.

Contaba con una muy fiel concurrencia y era, además, fuente de nuevos contactos y guía de nuevos sitios que visitar. Gracias a "El tirador solitario" yo he podido encontrar cosas muy interesantes. Desde el entrañable tandem formado por Leónidas/El Soldadito (ahora temporalmente desconectados), hasta blogs y webs más técnicas y específicas, como la "Harka" del críptico Jorge Aspizua o el video blog de "No seas Nécora" (NSN).

Su autor no era tipo pretencioso, no trataba de sentar cátedra o crear opinión, pero consiguió tener una cierta influencia en algunos miembros de la muy estanca cúpula militar (y me refiero a ser capaz de proporcionar una nueva perspectiva a gente con estrellas de 8 puntas o sables y bastones), y lo hacía a base de sencillez, de inmediatez (era realmente bueno localizando noticias y colgándolas en tiempo record) y de sentido común, discriminando de manera correcta lo anecdótico de lo realmente importante.

"El tirador solitario", por lo poco que le conocí (apenas unos cuantos cruces de emails), no quería jugar a las guerritas, sino que era un auténtico estudioso de la defensa, la historia, la política internacional y la economía.

En realidad se llamaba Lucio, Pedro Lucio, y era un tío joven que no ha tenido mejor ocurrencia que morirse y dejarnos a sus lectores solos o, mejor aún, solitarios.

Me enteré por casualidad de su muerte la semana pasada y he de reconocer que fue un disgusto.

Como fue buen tipo, paciente, hombre cabal y cercano, le dedico esta entrada con cariño y con la pena de saber que nunca me volverá a poner al día en muchos asuntos interesantes.

Descanse en paz Pedro Lucio, "El tirador Solitario"

lunes, 20 de septiembre de 2010

Last time, baby

Poco me hacía suponer entonces que sería la última vez que estuviéramos juntos, la última vez que nos miráramos a los ojos. O tal vez sí, tal vez siempre lo supimos.

Aún no hace un año y ya me perece un siglo. Y no sabes cuánto te he echado de menos, cuanto he deseado que estuviéramos otra vez solos, tú y yo, en perfecta comunión, entendiéndonos sin hablarnos, comunicándonos sin palabras, haciéndonos un uno, un todo, un perfecto.

Pero no, claro, no puede ser. Nada es para siempre, y todo se termina. Nunca pretendí ser tu dueño, ni que lo nuestro fuera a durar la eternidad, sabíamos que nuestro tiempo era limitado, que cada día juntos era un regalo que el destino nos prestaba, un premio a nuestra constancia y fidelidad, un golpe de suerte casi irrepetible, algo que nos merecíamos pero que no nos atrevíamos a pedir por no desvelar nuestro secreto

Y me gustaba, me gustaba sentir el vértigo de poseerte, de montarte, de sentir que me sentías, de estar dentro de ti. Nada me excitaba más que oír tus bramidos, tus gemidos cuando nos lanzábamos a toda velocidad, cuando extasiados sabíamos sacar un poco más de nosotros mismos para apurar hasta el final, como animales, como máquinas.

Sí, recuerdo tus gemidos, y la sensación al oírlos de que el mundo temblaba bajo nosotros, una sensación de poder, de autoridad, de potencia. Me hacías temblar de esfuerzo, de satisfacción, de placer.

Y recuerdo también tu carácter, y nuestras discusiones, no todo era plácido entonces, cuando tú querías ir por un lado y yo por el otro. Recuerdo que nos hemos peleado más de una vez, que no estuvimos de acuerdo en más de una ocasión cuando, cabezotas ambos, no nos importaba quién nos mirara pelear. Pero siempre había reconciliación y todo era maravilloso, y suave, y dulce, y excitante, y preciso y placenteramente libidinoso.

Recordaré siempre tus esencias, tus olores, el tacto, tu tacto, con el que tantas veces me he estremecido, con el que tantas veces he soñado.

Ahora ya tenemos la confirmación, todo ha terminado, nunca más, never again, jamais.

Ahora será otro el que te disfrute y al que tú hagas disfrutar, y yo me entretendré acariciando otros cuerpos, pero no será lo mismo. Nada será igual porque siempre nos echaremos de menos.

Me dicen que soy demasiado mayor para ti, que de aquí a nada me caen los 40, que necesito alguien menos enérgico y joven, de clase más alta quizás, burguesía. Hay quien opina que ahora me toca disfrutar con otro cuerpo, que para mi es mejor, que mi espalda ya no podría soportar mucho tiempo seguir haciéndolo contigo, que tienes demasiado nervio, demasiado temperamento, que exiges demasiado de mi.

¡Bah, qué sabrán ellos!

Al menos nos quedará lo que fue. Amor y acción en toda regla.

Me permito poner una foto de ambos, es la última vez que estuvimos juntos, la última salida, la última tanda, ¿te acuerdas?


Fue en Montmeló y fue especial, quizás porque, efectivamente, ambos sospechábamos que aquella vez podría ser la última... y todo fue perfecto.



I’ll miss you baby.

P.D.

Te sienta genial la pegatina de “Asturias paraíso natural”

sábado, 11 de septiembre de 2010

11-S

Hoy hace 9 años, parece mentira.

En ocasiones, y sé que esto es un tópico, tienes la sensación de que estas presenciando algo que va a marcar un hito en la historia, que algo verdaderamente cambiará el futuro. Es evidente que ese día fue uno de esos momentos. Seguro que el lector recuerda qué estaba haciendo cuando se enteró, cómo buscó la primera televisión disponible, qué pensó, opinó, temió...

Como siempre hay quien justifica la barbarie, el sin sentido, la sinrazón y el odio amparándose en decisiones pasadas o futuras. Hay quien se encuentra cómodo justificando sus ideas o las de sus amiguetes por tal o cual acción. A esos les digo que no saben nada, no han visto nada, no entienden nada.

Los muertos inocentes no tienen causa, ni patria ni bandera, son de todos, tan nuestros como suyos, da igual si es Bagdag, Barcelona, Bombay, Telaviv, Marrakech, Madrid, Londres, El Cairo o Tokio. Eso da igual.

Mi recuerdo para todos los que se vieron afectados por aquello, mi recuerdo para los que se han visto afectados por el terrorismo donde quiera que se hayan producido atentados.

Y por cierto, el que no ha visto la cara de un americano el 11 de septiembre de 2001 no ha visto la perplejidad.

Y sí, aunque también se haya convertido en un tópico, mi recuerdo para los "chuletas" de los bomberos y los "chungos" de los policías de cualquier país civilizado, no me cabe la menor duda de que el sacrificio enorme que hicieron allí se hubiera producido en cualquier otro sitio. Parafraseando el lema de la OJE (a la que no pertenecí... ¡no empecemos!), "vale quien sirve"

jueves, 9 de septiembre de 2010

El escribiente de la Pérfida Albión

Me fui poco y llegué hace mucho pero no me había puesto a esto de darle a la tecla.

Muy brevemente, por no dejarme la piel a las primeras de cambio, diré que de todo lo que ha ocurrido en los últimos días, me ha producido especial indignación el editorial del Financial Times sobre la actitud española ante la última payasada de los tontos del culo de E.T.A.

Verán ustedes, yo mantengo una inconclusa historia de amor con el Financial desde hace mucho. Una historia de amor sórdido, agresivo y violento, desalmado y destructivo. Es un desamor hecho deseo porque me basta que abra el pico para que me hierva la sangre y entre en ese estado febril que solo los enamorados despechados entienden.

Los amo mucho más que los odio, pero los odio mucho al fin y al cabo.

Recuerdo el mes de julio del 2002, incidente de Perejil. Una vez más, el Financial Times se descolgaba con un editorial en el que despotricaba de la actitud española y achacaba nuestra pertinaz insistencia (a que nuestros vecinos del Sur no nos tocaran los perendegues) al deseo de los castellanos de hacer prevalecer su supremacía en el resto del Estado.

Tuve recortado y pegado ese editorial en el tablón de mi habitación el tiempo que permanecí en Estados Unidos, donde me encontraba por aquel entonces, y lo leí no menos de 50 veces.

Supongo que el editorialista (probablemente el director) del FT carecerá de información de primera mano para emitir, ni en nombre propio ni mucho menos en el del medio al que su pluma representa, según que opiniones, por lo que, una vez más, sospecho que será el enviado especial en España el que informará y asesorará sobre los entresijos de noticias, tendencias y realidades que por aquí se cuezan. Me pregunto dónde vive ese señor y con quién se relaciona, qué parte de la "realidad social" española vive en su día a día.

Aquel editorial era tan frívolo y disparatado como el hecho de que la opinión que contenía fuera escrita por un inglés en un medio inglés. Es probable que algunos súbditos de su graciosa majestad pretendan establecer extrañas comparaciones de casos que consideran presuntamente análogos, asegurándose, además, de que a igualdad de condiciones sea el contrario el que parezca cometer un disparate o una felonía, pero el hecho es que ellos mismos son y han sido siempre el mero espíritu de la contradicción: "Haced siempre lo que yo diga, pero no hagáis nunca lo que yo haga"

Como en su momento comenté en la bitácora que desde allí escribía a mis contactos, sólo cabían tres palabras para contrarrestar aquello: colonialismo, Malvinas, Gibraltar.

En este caso, mis amigos del FT, han vuelto a las andadas con el anuncio/chiste de E.T.A. Una vez más grupo independentista, una vez más rebeldes vascos, una vez más diálogo, acercamiento de presos, negociación, una vez más intolerancia y cortedad de miras por parte de los españoles.

Considero a mis lectores lo suficientemente inteligentes como para saber cómo va a seguir el resto de la entrada, así que la dejaré reducida a tres simples expresiones: "Ejército Republicano Irlandés", "Irlanda del Norte", "Consejos vendo que para mi no tengo".

Quede además patente, porque parece que nadie se atreve nunca a decirlo o al menos yo nunca acierto a leerlo, que el Ulster es y siempre ha sido Irlanda y que el País vasco (o en cualquier caso sus tres provincias) siempre han sido y sólo han sido España o reinos anteriores que la conformaron en su momento.

Y no es una cuestión de matiz, ni estoy dispuesto a discutir lo que es un hecho tan incuestionable como que para rebatirlo hay que remontarse a la época de los etruscos.

El FT yerra. Se equivoca siempre con España, nos mira mal y nos tiene en mala estima y peor concepto. Sigue instigando la puta leyenda negra que parecemos ser incapaces de sacudirnos de lo alto desde hace siglos.

Y créame el lector que no tengo yo nada en contra de los súbditos de S.M.Doña Isabel II. No. Pero algunos de sus medios y su radicalmente sesgada forma de entender el cosmos me tocan mucho los bemoles.

Además, su gastronomía da asco.