martes, 28 de diciembre de 2010

Tú y yo somos tres... o algo así


Vaya por delante que no está escrita esta entrada con el fin de polemizar sobre si los homosexuales deben o pueden adoptar niños, ni sobre sus matrimonios civiles, eclesiásticos, médicos o militares.

Sencillamente es que yo soy pelín políticamente incorrecto porque a mi "el mundo gay", con sus reivindaciones y problemas, me la bufa, con perdón, cien pueblos.

Siento ser un insensible al repecto, que lo soy, pero es que de verdad que me la bufa muchísimo.

En cualquier caso, leo en el periódico que Elton John y su gentil esposo, el afamadísimo (¿¿¿¿????) cineasta David Furnish, han sido papás de un churumbel al que han puesto por nombre Zachary Jackson Levon.

Su primera intención fue adoptar un niño con SIDA en Ucrania, que es como muy solidario y enternecedor, pero las corruptas autoridades de ese bárbaro país decidieron que los 68 añitos que tiene el bueno de John, y los 48 palos que se gasta el simpático David, no son quizás edades para ir haciendo el gilipollas por el mundo.

Así que "boquita de piñón" y "tocinito de cielo" decidieron que había que buscar otras alternativas para cumplir con las irrefrenables exigencias de sus relojes biológicos. Ya sabemos que cuando las ganas de ser mamá aprietan...

Podían haber buscado otro niño con SIDA en cualquier otra parte del mundo, pero ya se les había bajado un poco la ilusión del reportaje fotográfico, ese en el que aparecerían con el niño entubado que sonríe a duras penas mientras ellos muestran sus enormes cabezones a su lado enseñando lo efectivo de su último blanqueamiento dental.

Así que en un nuevo efecto mediático y emocional sin precedentes, decidieron pasar a la siguiente combinación de maternidad gay y polémica reivindicativa "el mundo contra mí" y alquilaron una madre de alquiler en el muy noble y muy alquilado estado de California.

¿No les parece ejemplar el coraje de estos dos luchadores por los derechos civiles, las libertades individuales y Lady Di?

Para el que no lo sepa, hay dos modalidades de madre de alquiler: en la primera, la semillita es de papá, pero el huevecito y el tiesto de la señora que se alquila, también conocida como alquilada o re-alquilada (este último caso si no es su primera vez); o, la segunda, en la que papá pone la semillita, mamá pone el huevecito y la alquilada, o re-alquilada, pone el tiesto y la paciencia de aguantar con él durante, aproximadamente, nueve meses.

Eso en el supuesto, burgués y demodé, de que haya un papá y una mamá del futuro retoño o retoña pero, claro, el caso que nos ocupa es distinto porque no hay mamá o, mejor dicho, la señora alquilada, o re-alquilada, cumple con esa función de manera doble (a saber, como en el primer caso pero siendo la única hembra de la terna).

Y no hace falta ser muy lince para reparar en que sólo puede haber habido una semillita en ese tiesto... una sola.

Y yo me pregunto, ¿quién le puso el cascabel al gato?, es decir, ¿quién se metió en el cuarto de baño con un botecito de plástico y el último reportaje de Brad Pitt?, ¿el sensible y poético John, o el audaz y dicharachero David?

Porque el niño puede tener dos madres (ya saben, huevecito y tiesto) pero nunca puede tener dos padres.

¡Ay, por favor, por favor!, ¿nadie tiene el teléfono de John?, necesito saberlo, la incógnita me está martirizando, me mata la duda, la incertidumbre me llena de desasosiego, estoy que vivo sin vivir en mi.

¿Quién es realmente el papá de Zachary Jackson Levoncito?, ¡Jo!, ¿y la mamá?, ¿quién muerde almohada?

Yo tengo el pálpito de que es David el padre, me da a mi en el corazón, ¡fíjense ustedes!, se le ve, ¿cómo decirlo?, más varonil, más seguro de sí mismo y más pajillero (asunto éste importante en el proceso)... pero en ese caso nos quedamos sin la herencia genética del divo de las baladas, el genio de London City, la princesita de los pianos y los bisoñés, el amigo de los niños...

¡Jo! (otra vez), ¿de verdad que nadie sabe nada?

P.D.

La concepción de la criatura de madre de alquiler ha de producirse vía inseminación y con estricto control médico, si a papá se le ocurre "naturalizar" un poco la cosa y echarse un (o unos) polvazos con el tiesto por si la vía tradicional funciona, le meten en el truyo por prostitución.

Y es que hace falta ser guarro y degenerado, coño.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

¿Cómo se come eso?



Supongo que todo el mundo ha oído, visto o leído la noticia.

Niña de 14 años monísima y de familia de postín (por desgracia ese ha sido el detonante del titular, de otra forma sospecho que hubiera pasado inadvertido) que se fuga con su novio rumano de 22.

Grave.

El novio la lleva a vivir con los "suyos" a un pueblo de Badajoz.

Más grave.

La niña es finalmente (o desde un principio, ¡a saber!) prostituida por 30€ cada "relación".

Mortalmente grave.

Y uno se para a pensar cómo reaccionaría en esas circusntancias caso de ser el padre o familia de la criatura... y la respuesta puede ser muy dura, incómoda y políticamente muy incorrecta.

Las leyes están para cumplirlas, sí o sí, pero, ¿podría alguien culpar al padre si tomara alguna "medida" por su cuenta?, no sería yo, sin duda. Censurable, sí, pero tan comprensible como el dolor que cualquiera sospecha que puedan sufrir esos padres.

Yo no tengo hijos, pero tengo sobrinos y puedo garantizar que me costaría mucho, muchísimo, no aplicar la fuerza que haya en este cuerpecillo de 72 kg y 1,78 m en infligir dolor a los causantes de los hechos.

Mucho dolor.

Un dolor cruel y calculado, metódico y científico, sordo. Y además se lo aplicaría durante mucho, mucho tiempo. Les haría maldecir el día en que nacieron y renunciar a sus puñeteras madres.

Hijos de la grandísima puta.

Siento el exabrupto de entrada, pero no puedo con este tipo de cosas... canallas como estos sobran en el mundo.

Y cuando digo sobran me refiero a que son "prescindibles"

P.D.

Me cuenta mi amigo X (Guardia Civil que por desgracia tuvo que bregar con este tipo de asuntos durante un tiempo), que el mayor de los males no es ni siquiera el hecho de que la prostituyeran, sino lo que le "han hecho" antes para doblegar su voluntad y convertirla en su "herramienta"

Pues razón de más... ¡pero qué asco coño!

viernes, 17 de diciembre de 2010

Tic... tac


Tic… tac

El tiempo pasa, es algo que experimentamos a lo largo de nuestra vida. No se detiene, no se ralentiza, no mengua ni se estira, es casi, casi inmutable.

En realidad no lo es, pero para eso habría que entrar en consideraciones de carácter físico, muy bien descritas por el señor Einstein, que no aplican a esta entrada.

Comprueba el reloj digital y ve que quedan 3 minutos y 45 segundos según el cálculo que realizó hace más de 25 minutos. Es el momento de controlar la ansiedad. Tic… tac… tic… tac.

Ese sonido, ese compás perfecto, resuena en su cabeza aunque los relojes digitales no armen tal escándalo. Tic… tac… tic… tac.

Repasa por enésima vez el equipo, revisa por milésima vez cada uno de los componentes que porta, comprueba hasta la saciedad que lleva todo, que no falta nada, que todo está bajo control. Tic… tac… tic… tac.

Alguien le comenta algo, supone que se trata del típico chiste de última hora que trata de quitarle hierro al asunto, de “relajar” el ambiente. No ha prestado la más mínima atención a la historia, pero se la sabe de carrerilla, diga lo que diga, todos los novatos son iguales.

No le gusta.

No le gustan esas coñas de “estoy nervioso pero no quiero que se me note”. Lo que van a hacer requiere tanto concentración como coordinación, es momento de cerrar la boca y los ojos y verse a sí mismo cumpliendo con todas las tareas, movimientos y acciones que ha memorizado. Al menos las primeras, el protocolo más básico. Si eso funciona bien, el resto también lo hará. Todo irá rodado. Las coñas para las cervezas o los despachos, allí, en ese momento, no.

2 minutos 15 segundos. Tic… tac… tic… tac.

Alguien le da un golpe seco en el casco para sacarle de su concentración, le llama por su apellido y le mira a los ojos mientras le habla. “cuídame a los nuevos -le dice- sobre todo al chistoso, está como un puto flan”, “pierda cuidado -responde- voy a ser su puta mamá”

Alguien abre el portón y le grita que están a punto, que se terminen de preparar.

Tic… tac… tic… tac.

Sonríe al comprobar que los novatos cometen los mismos errores y torpezas que todos los novatos que en el mundo han sido, incluido él mismo mucho tiempo atrás. Que tratan de transmitir una seguridad de la que carecen, que intentan ocultar la ansiedad que les congestiona los músculos y les seca la boca, que se les queda la lengua de trapo.


Tic… tac… tic… tac.

Se fijan en lo que no deben, se ajustan los guantes una y otra vez, giran el cuello en diagonal a izquierda y derecha en un gesto que, en realidad, no sirve para nada que no sea transmitirse una autoconfianza que no tienen en absoluto.

Menos mal que le acompaña también su compañero. Ese nació, en cualquier caso, con el don de ser más frío que el hielo. Es un caso especial, no necesitó niñera el primer día, ni el segundo, cuanto ni más ahora que tiene bastante experiencia. Es listo y las pilla al vuelo, un tío fetén, callado y operativo, un tipo un tanto extraño, pero confiable, al 100%, un puto lujo en los tiempos que corren.

Sus ojos, lo único que el verdugo deja visible, se cruzan en una fracción de segundo, lo suficiente para que se entiendan sin hablarse: “échame una mano con estos tres, tú con ése, y yo con estos dos mastuerzos”, y asiente con la cabeza queriendo decir “sin problema, jefe”, los dos restantes, los mayores, le miran complacidos, “este cabronazo lo tiene todo bajo control”

“30 segundos, todo Dios preparado, los otros ya han entrado, ¡vámonos!”

Parece que el último tic… tac pasa más rápido que el resto, pero eso es solo porque el corazón está a 130 pulsaciones y se tiene esa percepción. El tiempo, en realidad, no fluctúa.

De todas formas eso no es nada, el latido de los novatos se puede oír por encima del sonido de los motores.

15, 14, 13, 12, 11…

“A ver, los novatos, no la caguéis o vais a estar comiendo mierda hasta el día del juicio, ¿está claro?”

Apenas si pueden pronunciar palabra de la emoción.

Tic… tac… tic… tac... tic


Y ya por radio 5, 4, 3, 2, 1...

Tac

martes, 14 de diciembre de 2010

De honores y otras cosas que no dan de comer


Últimamente, y por razones que no vienen al caso, le doy muchas vueltas al sentido del honor y de la dignidad.

Hay bastantes alusiones al respecto en muchas de mis entradas y en muchos de los comentarios que los cuatro perturbados que siguen este blog han tenido a bien dejar.

La RAE define honor (en su primera acepción, es decir, la fetén) como: “Cualidad moral que lleva al cumplimiento de los propios deberes respecto del prójimo y de uno mismo”

Y aún hay más, en su sexta acepción lo define como “dignidad”

¡Cómo me gusta el castellano!

No veo yo en ninguna de estas dos acepciones, ni en ninguna de las otras he de decir, la descripción de un caballero con armadura, ni de un duelo al amanecer. No, no veo nada de eso.

Lo que sí veo es algo muy de andar por casa, algo tan contemporáneo como los dichosos i-phone (por cierto, ¿los regalan?).

Sin embargo parece que ya nadie presta atención a esa palabreja que suena a cosas del año de Maricastaña, obsoleta y vetusta, casi sin sentido.

Pues a mi sí que me importa, ¡cojones!, y ni me parece tan descabellada, ni tan difícil de cumplir en sus significados con un poco de autodisciplina, buena voluntad y sobre todo madurez.

Y, por desgracia, no hay día que no me sienta como un auténtico gilipollas por esa especie de código de conducta “honorable” que me he autoimpuesto. Mi vida sería mucho más fácil siendo un poco más laxo, pero claro, en ese caso ya no sería mi puñetera vida.

Conozco muchos casos de gente que no es así, gente a la que su oficio debería imponerle un poco más sentido de la dignidad y de la disciplina, el sentido del honor que con tanto fervor entonan en himnos y cánticos, el mismo del que hablan a voz en grito en la cafetería mientras se pimplan doscientas cervezas; pero a la postre suelen ser estos mismos los primeros que incumplen, en cuanto tienen ocasión, esos mismos principios de los que dicen sentirse tan orgullosos.

Vaya panda de mierdas.

Y créanme cuando les digo que soy muy permisivo en algunos aspectos. El mejor escribano puede echar un borrón. Yo, para que conste en acta, tengo uno gigantesco en mi haber. Uno del que nada sabe nadie y nadie nunca sabrá, pero que en ocasiones me sigue apretando la conciencia como una prensa industrial, en el pecado llevé la maldita penitencia.

Sin embargo, creo sinceramente que es el único digno de consideración a lo largo de mi ya no tan corta vida.

No pretendo ser ejemplo, pero me duele ver que nadie mira con mala cara a los infractores, que el pillaje, la mentira y el engaño, el mangoneo, el vaguismo, el escaqueo, el abuso de poder o autoridad, el chulismo más indecente, el pensar con la polla, el aprovecharse de los demás en beneficio propio, quedan impunes.

Y nadie dice nada porque ya todo el mundo lo considera normal, usual, comprensible y razonable.

¡Me cago hasta en mi puta calavera!, ¿por qué cada vez que escribo sobre esto me da la sensación de que soy un imbécil y un tontolaba?

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Un grande entre los grandes


He de reconocer, aunque me disguste, que llevo una temporada un tanto nervioso, ansioso, estresado. Muchas e íntimas son las circunstancias que me han llevado a estar un poco sensiblón, más bien diría que ha sido un largo proceso, pero no se puede negar que ese es mi estado actual.

Conste que no quiere eso decir que vaya llorando por las esquinas, ni que ande leyendo romántica poesía (carezco de la sensibilidad necesaria para poder apreciarla como supongo que se merece), no voy aireando mis problemas al viento, ni mis inquietudes, ni mis temores, ni mis miedos, ni mis deseos, ni mis ilusiones.

Supongo que no soy un sensiblón al uso.

Pero en este estado, extraño para mí, en el que me encuentro, algunas cosas te llegan más adentro de como lo habrían hecho en cualquier otra circunstancia.

Me refiero al discurso de aceptación del premio Nobel de Mario Vargas Llosa. ¿No lo han leído ustedes?, pues háganlo, aunque sea largo, denso y comprometido.

Consuela saber que en ocasiones, y por encima de modas, tendencias y correríos políticos o intereses financieros, se concede premios a quien lo merece, y quien lo merece lo demuestra con obras (palabras, que en este caso vienen a ser lo mismo).

Desde su indisimulada y beligerante antipatía por los totalitarismos, su defensa a ultranza de la libertad y la democracia, su implicación activa en contra de la injusticia, la manipulación, el tocomocho político, hasta su conmovedora emoción al hablar de su mujer, tras sólo 45 años de matrimonio... y me ha recordado a mis padres y me he emocionado yo también al pensar que a mi padre le falta su binomio, su compañera de juego, su media naranja, su vida, y que como me dijo alguien hace poco, eso no se puede ni suplir ni reemplazar.

No es el señor Vargas, por volver al tema que nos ocupa, alguien que parezca tener pelos en la lengua, y eso queda perfectamente reflejado en su discurso donde habla de Cuba, de Venezuela, del terrorismo internacional, de los fanatismos religiosos o políticos, de Perú y de España, de la colonización, de los nacionalismos y de otras muchas cosas.

Y todo ello con un acento de bondad, con un tono de naturalidad y convicción que mueve sentimientos.

Por eso he escrito esta entrada.

Me pregunto si, finalmente, dedicamos a las cosas que verdaderamente importan el tiempo que realmente requieren. Me pregunto si el amor, la amistad, la fraternidad o el compañerismo ocupan el puesto en nuestros pensamientos que deberían.

Hace años, hablando con un Tcol. de Marines norteamericano me contaba que el soldado perfecto era introvertido (era, por supuesto uno de los rasgos, no el mejor ni más importante) y yo no terminaba de encajar esa idea. La aclaración posterior me sacó de dudas, que no sea vivaracho a la hora de expresar sus sentimientos no quiere decir que no los tenga, sino que no los expresa de manera espontánea. Alguien sin sentimientos no es un soldado, es un asesino.

Pues eso, sean ustedes buenos soldados y tengan sentimientos, salgan de cañas, tírenle los tejos a sus parejas si las tienen o a quien les guste si es el caso contrario, llamen a sus amigos, bromeen con sus compañeros, acaricien a su mascota o hagan lo que les salga de los mismísimos... pero sientan.

Joder qué mariconada de entrada me ha salido. Prometo volver por mis distantes e impersonales fueros en las próximas entradas.

Modo flowerpower off

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Los "trepas" II: la saga continúa


Hoy he tenido un enfrentamiento directo con "ese sujeto" .

No ha hecho falta levantar la voz, ni decir ni un taco, y ha sido en público y con "taquígrafos" durante una reunión, pero le he hablado como hacía mucho tiempo que nadie lo hacía y he sentido como primero se indignaba y luego se acojonaba.

Y ha sido un auténtico placer.

Y he de decir que ha sido un acto de completo egoísmo, mitad defensa de mis intereses, (en los que, ¡cómo no!, se quiere inmiscuir) mitad advertencia y disuasión para que no me haga a mí lo que ya ha hecho con otros.

Sin embargo a medida que no le dejaba meter baza ni utilizar sus habituales y banales excusas, ataques, argumentos y monsergas para quedar como el campeón de la verdad, a medida que lo iba dejando en evidencia delante del resto de asistentes, a medida que se iba aplastando en la silla, bajando la mirada, cruzándose de brazos como el mierdecilla que es, iba recordando los nombres de los compañeros agraviados por este pusilánime.

¡Oh, sí, lo reconozco! he disfrutado con cada palabra que pronunciaba, sintiendo como le herían en su orgullo. He disfrutado cada vez que el resto de asistentes me daba la razón y me empujaban a rematar la faena y he disfrutado, he disfrutado mucho, cuando ha vuelto a esbozar la sonrisa de no haber roto un plato en toda su vida porque no sabía dónde meterse.

Siempre hiena.

Evidentemente no había jefes en la sala. Era una reunión de iguales, pero hubiera actuado de la misma forma de haber sido otro el caso.

Y me pasará factura, se lo puedo garantizar a ustedes, y a no mucho tardar.

De hecho me consta que ya me está preparando una de la que difícilmente me podré zafar, pero ¡qué demonios!, hacía meses que no me encontraba tan bien y con la conciencia tan tranquila.

Porque yo podré ser muchas cosas... pero no soy ni un vendido ni un cobarde.