Es difícil hablar de la gente que sale de tu vida, aún más si es gente tan excepcional como Ana.
Ana le daba un nuevo sentido a la palabra discreción. Puede imaginarse el lector a una persona tímida, apocada, siempre a la sombra quizás de su marido, pero no era éste el caso.
Ana tenía un estricto sentido del saber estar, y su forma de ser era fiel reflejo de sus convicciones. "No pueden querer mandar dos en el mismo barco, Rocket, eso no funciona". Así que asumía su papel de "poder" en la sombra de manera enérgica pero delicada, aconsejando y apoyando en las decisiones sin ser ella quien las tomara si no le correspondían o, por el contrario, impidiendo cualquier tipo de intromisión que no fuera un buen consejo cuando era su misión decidir.
Y ha sido una excelente consejera.
Siempre tuvo un elevado sentido de la responsabilidad, del deber. Nunca la he visto escurrir el bulto por pesada o dura que fuera la tarea, no sólo por su increíble capacidad de trabajo, sino por su firme convicción de que uno tiene que hacer lo que le corresponde, de lo contrario otro tendrá que hacerlo por uno, y eso es profundamente injusto.
Jamás la he visto cambiar uno sólo de sus principios, forjados con el ejercicio de una voluntad de hierro, ni aunque mantenerlos le costara alguna que otra penuria. No era de ese tipo de personas. El transfuguismo, y no sólo el político, le provocaba nauseas. "Roma no paga traidores".
Era una persona dulce, pero no empalagosa, suave, pero no blanda, cariñosa, pero no melosa.
No escatimaba cumplidos si eran necesarios, pero no perdonaba la crítica si era de justicia. No era de las que creía que los cercanos tenían que tener razón o haber actuado correctamente sólo por serlo. De sus "lecturas de cartilla" he aprendido siempre mucho, lecciones que no tienen precio. Ese sentido de la ecuanimidad terminaba de redondear su carácter hasta convertirla en una persona verdaderamente excepcional.
Desconfiaba, y me incitaba a desconfiar, de los aduladores y lameculos, de los que siempre me daban la razón. "Recuerda Rocket que, como decía Quevedo, bien puede haber puñalada sin lisonja, pero pocas veces hay lisonja sin puñalada".
Fue una persona firme, no cabe duda de ello, y sin embargo rara vez era brusca. Sólo a veces, cuando hablaba de política, se exaltaba un poco, y todos cuantos estábamos a su alrededor nos reíamos de ello.
Ha sido una excelente compañera de viaje durante toda mi vida.
El pasado día 13 de octubre moría en el Hospital Puerta del Mar de Cádiz, Ana, mi madre.
Una verdadera dama.
P.D.
Quien esperara un panegírico lleno de ternura y sensibilidad se equivocaba. Esas cosas se quedan en la intimidad. Doña Ana merecía que se hablara de su caracter y forma de ser mucho más allá del ámbito familiar, de su valía como el extraordinario ser humano que ha sido, además de madre y esposa.
martes, 20 de octubre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
5 comentarios:
Lo siento mucho, mi estimado Rocket. Ojalá esté usted bien.
Un fuerte abrazo.
F. J. Pineda.
Una perfecta descripción para conocerla los que no hemos tenido la suerte y el honor de haberla conocido, un abrazo muy fuerte para ti y otro para tu padre.
Pues Rocket, querido amigo, has tenido suerte. Has tenido suerte por que Doña Ana ha dejado poso, ha dejado algo más que un recuerdo cariñoso, un recuerdo necesario para el hijo bien nacido. Rocket tiene mucho de su madre. Y su madre, "Doña Ana que todo lo ve", está y estará orgullosa donde descansan los buenos, los sacrificados, los justos.
lo mejor de todo es que ahora, la tienes mas cerca que nunca,solo faltara su presencia fisica pero su espiritu esta con vosotros
Ciao bella!
Publicar un comentario