Es bonito. El Ferrari, digo. Sí, es bonito.
Pero para los que nos hemos dedicado a esto de los brmm, brmm, casi cualquier monoplaza lo es, aunque las nuevas normas y limitaciones que año tras año impone la FIA hagan que la estética cambie continuamente y unos sean más “bonitos” que otros. Pero éste me gusta, tiene el cuello largo, como un purasangre.
Es bonito y le sienta bien. A Fernando digo. Se le ve feliz, risueño y concentrado. Más pausado, más relaciones públicas, más maduro o, simplemente, más astuto. Cuando se trabaja para Maranello se forma parte de “la familia” y, como en la mafia, a ésta no le gusta demasiado las salidas de tono no aprobadas previamente.
Eso de que Fernando esté ahora marcando los mejores tiempos con un ferrari tiene tanta importancia como que los marque Perico el de los palotes con una carraca. Cada uno prueba una cosa y lo de rodar muy rápido no tiene por qué estar entre sus prioridades.
Yo entiendo que las huestes y hordas Alonsistas echen al cielo los gritos de satisfacción, es cosa de los fans, pero en realidad son muy, muy pocas las personas en España que saben lo que pasa dentro de un box, cómo trabajan los ingenieros, qué hace cada uno, cómo habla con ellos un piloto, qué hace éste como consecuencia de la reunión y porqué, qué es la telemetría, y un largo etc de interacciones y actividades completamente desconocidas para el gran público, sobre todo porque los primeros que parecen no saberlo son los periodistas. Malditos.
Lo que den de sí Fernando y el coche sólo el tiempo lo dirá, yo tengo un buen feeling porque sé que Fernando es un fuera de serie, pero no me fío de Massa, esos brasileiros con tanta samba y tanta rubia siempre son un peligro.
Conozco a Fernando hace muchos años. Yo soy mucho mayor que él, de la generación de De la Rosa, por lo que cuando a mi se me acababa la carrera de piloto en activo sin haber llegado a lo más alto por haber alcanzado mi máximo nivel de incompetencia, él era una estrella en ciernes, aún desconocido, que apuntaba unas formas y un talento estratosféricos.
Y es que el tío es francamente bueno, mejor aún, único, todo talento, con un cerebro para el pilotaje que le aúpa a la categoría de “shark”, que en el argot de las carreras significa mucho y todo bueno.
Siempre tuvo claro que quería llegar a la F1 y que, además llegaría. Adrián Campos, su manager por aquella época, también lo sabía y yo, la verdad, nunca lo dudé. Pero los pilotos, a veces, dudan, y como dudan se buscan talismanes que les protejan de esos titubeos. En román-paladino, los pilotos son suspersticiosos.
No, no tienen por qué creer en los duendes, fantasmas, el hombre del saco, los extraterrestres o el curandero-mago-sinvergüenza de la esquina. No. Pero irracionalmente tienden a repetir, de manera consciente o no, actuaciones, circunstancias, situaciones que precedieron o acompañaron a una buena actuación.
Fíjense ustedes como todos los pilotos siempre entran por el mismo lado del monoplaza, siempre. O cómo se ponen los guantes siempre en el mismo momento, como repiten rutinas con meticulosa precisión.
Troté mucho con Fernando porque, aunque no compartíamos equipo, si compartíamos patrocinador y nos hemos chupado unas cuantas acciones de RR.PP. juntos. Y nos llevábamos bien. No éramos nuestros mejores amigos pero la relación era cordial.
Pues bien, déjenme que les cuente la historia de Fernando y los calcetines, aunque nunca lo lean en ningún medio de comunicación, puedo asegurar que es absolutamente cierto.
Fernando es un supersticioso dentro de los supersticiosos. Cuando llega a un circuito, especialmente el día de la carrera, lo de Fernando no son costumbres, es una auténtica liturgia.
Durante su temporada en la Fórmula Nissan, Fernando estrenó unos calcetines que, sólo el diablo sabe por qué, consideró que le habían dado suerte. En ese momento decidió que usaría esos mismos calcetines cada vez que subiera a un monoplaza hasta que debutara en la fórmula 1.
Algunos de ustedes pensarán que, bueno, tampoco es tan raro.
Bien, añadamos pues otra incógnita a la ecuación.
Fernando corrió, desde su incomprensible voto de fidelidad a sus adorados calcetines, 4 carreras de la Nissan, 10 carreras de la la F-3000 y el G.P. de Australia de F-1, amén de unos cuantos test y entrenos. En total, por redondear, pongamos unas 22 carreras.
Ese dato ya empieza a ser más estrambótico, no me lo negarán.
Pero lo mejor es la segunda derivada… nunca los lavó.
Se lo puedo asegurar. Consideraba que si los lavaba perderían su benéfico influjo.
Así pues, el ahora ídolo de masas, llevó dos mofetas por calcetines durante dos años. Créanme si les digo que su hedor era tan indescriptible que Fernando los llevaba en la maleta dentro de dos bolsas de cierre en zip y a ellas volvían, una primero hasta estar hermética y otra a continuación, hasta la siguiente “función”
Cuando finalmente se los quitó, tras el G.P. de Australia con Minardi en el 2001, los calcetines, por decirlo de una manera sutil, andaban solos. Tanto, que llegué a bromear con él cuando nos encontramos en el Paddock.
- Carrerón tío – dijo Rocket.
- Bueno, si, ha habido suerte, pero con otro coche me los hubiera comido
- Imagino que ahora te quitarás los calcetos
- Si, ya toca
- Pues ten cuidado, porque a lo mejor los que pilotan son los calcetines y ahora te los quitas y no sabes ni dónde están los pedales. Con tanta experiencia que tienen…
- Jajajajajaja eres un cabroncete Rocket. Si quieres te los dejo, a lo mejor te enseñan alguna cosita y puedes volver a pilotar
- No, déjalo querido, prefiero estar retirado e ir con calcetines limpios
Pero para los que nos hemos dedicado a esto de los brmm, brmm, casi cualquier monoplaza lo es, aunque las nuevas normas y limitaciones que año tras año impone la FIA hagan que la estética cambie continuamente y unos sean más “bonitos” que otros. Pero éste me gusta, tiene el cuello largo, como un purasangre.
Es bonito y le sienta bien. A Fernando digo. Se le ve feliz, risueño y concentrado. Más pausado, más relaciones públicas, más maduro o, simplemente, más astuto. Cuando se trabaja para Maranello se forma parte de “la familia” y, como en la mafia, a ésta no le gusta demasiado las salidas de tono no aprobadas previamente.
Eso de que Fernando esté ahora marcando los mejores tiempos con un ferrari tiene tanta importancia como que los marque Perico el de los palotes con una carraca. Cada uno prueba una cosa y lo de rodar muy rápido no tiene por qué estar entre sus prioridades.
Yo entiendo que las huestes y hordas Alonsistas echen al cielo los gritos de satisfacción, es cosa de los fans, pero en realidad son muy, muy pocas las personas en España que saben lo que pasa dentro de un box, cómo trabajan los ingenieros, qué hace cada uno, cómo habla con ellos un piloto, qué hace éste como consecuencia de la reunión y porqué, qué es la telemetría, y un largo etc de interacciones y actividades completamente desconocidas para el gran público, sobre todo porque los primeros que parecen no saberlo son los periodistas. Malditos.
Lo que den de sí Fernando y el coche sólo el tiempo lo dirá, yo tengo un buen feeling porque sé que Fernando es un fuera de serie, pero no me fío de Massa, esos brasileiros con tanta samba y tanta rubia siempre son un peligro.
Conozco a Fernando hace muchos años. Yo soy mucho mayor que él, de la generación de De la Rosa, por lo que cuando a mi se me acababa la carrera de piloto en activo sin haber llegado a lo más alto por haber alcanzado mi máximo nivel de incompetencia, él era una estrella en ciernes, aún desconocido, que apuntaba unas formas y un talento estratosféricos.
Y es que el tío es francamente bueno, mejor aún, único, todo talento, con un cerebro para el pilotaje que le aúpa a la categoría de “shark”, que en el argot de las carreras significa mucho y todo bueno.
Siempre tuvo claro que quería llegar a la F1 y que, además llegaría. Adrián Campos, su manager por aquella época, también lo sabía y yo, la verdad, nunca lo dudé. Pero los pilotos, a veces, dudan, y como dudan se buscan talismanes que les protejan de esos titubeos. En román-paladino, los pilotos son suspersticiosos.
No, no tienen por qué creer en los duendes, fantasmas, el hombre del saco, los extraterrestres o el curandero-mago-sinvergüenza de la esquina. No. Pero irracionalmente tienden a repetir, de manera consciente o no, actuaciones, circunstancias, situaciones que precedieron o acompañaron a una buena actuación.
Fíjense ustedes como todos los pilotos siempre entran por el mismo lado del monoplaza, siempre. O cómo se ponen los guantes siempre en el mismo momento, como repiten rutinas con meticulosa precisión.
Troté mucho con Fernando porque, aunque no compartíamos equipo, si compartíamos patrocinador y nos hemos chupado unas cuantas acciones de RR.PP. juntos. Y nos llevábamos bien. No éramos nuestros mejores amigos pero la relación era cordial.
Pues bien, déjenme que les cuente la historia de Fernando y los calcetines, aunque nunca lo lean en ningún medio de comunicación, puedo asegurar que es absolutamente cierto.
Fernando es un supersticioso dentro de los supersticiosos. Cuando llega a un circuito, especialmente el día de la carrera, lo de Fernando no son costumbres, es una auténtica liturgia.
Durante su temporada en la Fórmula Nissan, Fernando estrenó unos calcetines que, sólo el diablo sabe por qué, consideró que le habían dado suerte. En ese momento decidió que usaría esos mismos calcetines cada vez que subiera a un monoplaza hasta que debutara en la fórmula 1.
Algunos de ustedes pensarán que, bueno, tampoco es tan raro.
Bien, añadamos pues otra incógnita a la ecuación.
Fernando corrió, desde su incomprensible voto de fidelidad a sus adorados calcetines, 4 carreras de la Nissan, 10 carreras de la la F-3000 y el G.P. de Australia de F-1, amén de unos cuantos test y entrenos. En total, por redondear, pongamos unas 22 carreras.
Ese dato ya empieza a ser más estrambótico, no me lo negarán.
Pero lo mejor es la segunda derivada… nunca los lavó.
Se lo puedo asegurar. Consideraba que si los lavaba perderían su benéfico influjo.
Así pues, el ahora ídolo de masas, llevó dos mofetas por calcetines durante dos años. Créanme si les digo que su hedor era tan indescriptible que Fernando los llevaba en la maleta dentro de dos bolsas de cierre en zip y a ellas volvían, una primero hasta estar hermética y otra a continuación, hasta la siguiente “función”
Cuando finalmente se los quitó, tras el G.P. de Australia con Minardi en el 2001, los calcetines, por decirlo de una manera sutil, andaban solos. Tanto, que llegué a bromear con él cuando nos encontramos en el Paddock.
- Carrerón tío – dijo Rocket.
- Bueno, si, ha habido suerte, pero con otro coche me los hubiera comido
- Imagino que ahora te quitarás los calcetos
- Si, ya toca
- Pues ten cuidado, porque a lo mejor los que pilotan son los calcetines y ahora te los quitas y no sabes ni dónde están los pedales. Con tanta experiencia que tienen…
- Jajajajajaja eres un cabroncete Rocket. Si quieres te los dejo, a lo mejor te enseñan alguna cosita y puedes volver a pilotar
- No, déjalo querido, prefiero estar retirado e ir con calcetines limpios
2 comentarios:
David. ¡Cuánto tiempo!
Gracias por tu comentario en "La perfección existe".
Y tu blog tampoco tiene desperdicio... Mucha vida escondida...
Desde la comida en el Golf la manada de VST se ha ido disgregando. Prácticamente sólo quedamos dos en el mismo destino. Seguimos escribiendo desde la distancia.
Un saludo.
Baby
Pues si que tiene guasa el tema de los calcetines.
No acabo de entender el tema de las supersticiones en un mundillo tan racional, tan controlado, tan de mano de los ingenieros...
Interesante y divertido relato.
Un saludo!
Juan Pedro
PD. Que gane Alonso, si, pero por dios, que de la Rosa se lleve también algún podio que se lo merece.
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