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No es que el que suscriba sea un machista impenitente, ni que con esto del cambio de dígito me haya vuelto un carrozón, o un intransigente, o un reaccionario. Sin embargo, algunas cosas, aún hoy en día, le crujen a uno un poco las entrañas.
Hablemos del “cachondismo”, ese fenómeno que se está produciendo en todo el mundo por el que las mujeres en general, desde los 15 hasta los 105 años, reconocen abiertamente, sin pelos en la lengua y con absoluta desinhibición, que están “cachondas”, incluidas algunas de las poquísimas lectoras que tiene este blog.
No es que me refiera a conversaciones privadas, escarceos amorosos o arrumacos entre amantes o enamorados (o combinación de ellos), no, me refiero a decir que se está “cachonda” como el que dice “me gustan las croquetas de jamón”
Déjenme que les ponga un ejemplo.
Rocket: ¿Y qué se cuenta usted?
Azofaifa: ¡Pues que estoy cachonda!
Rocket: ¡¡Pero, señorita Azofaifa!!
Azofaifa: Pues sí, con su permiso, ¡cachonda perdida!, Adelaido, el de la segunda planta, que me pone como una moto GP.
Y créame el lector que soy partidario de que cada individuo se exprese como le venga en gana (siempre y cuando se pongan esos comentarios al resguardo de púberes oídos) pero, ¡coño!, hay cosas que no comento a personas del sexo contrario ni yo.
Si esa es la reacción que causa el “cachondismo” en una conversación de ascensor, pueden ustedes imaginarse cómo hace reaccionar a las féminas en aquello llamado Internet 2.0, es decir, blogs, redes sociales y páginas webs en general.
Iba a poner ejemplos claros y palpables que apuntalan y respaldan mi teoría, pero finalmente he decidido no hacerlo porque cada una tiene derecho a su no intimidad y a no ser difundido fuera de su ámbito.
En cualquier caso, la fiebre se expande por los 5 continentes, y aunque desconozco el foco de este nuevo movimiento desinhibidor y libertario, puedo atestiguar que sus efectos se hacen notar en USA, Francia, Japón, Portugal e, incluso, el siempre muy casto y muy recatado (para con las mujeres, claro) reino de Marruecos. Todos ellos liderados, por supuesto, por la Piel de Toro, siempre a la vanguardia de nuevos retos de igualdad que afrontar.
Y no, no son como decía sólo las adolescentes, fieles seguidoras de "Física y Química" y otros bodrios similares, las que llevan la delantera, no, no. También las mujeres maduras y bien formadas de cualquier otra edad siguen su ejemplo, o acaso lo implantaron, en una suerte de ponerse las bragas por montera y lanzarse a tumba abierta al exhibicionismo “cachondil”.
Y ya está, este es el fin, se acabó lo que se daba, plis-plas, caput. El último reducto ha sido tomado, los perdedores nos retiramos a nuestros cuarteles de invierno con clara resignación en nuestros semblantes. El último feudo masculino, esa agresividad cazadora o, si me apuran, esa insolencia en el verbo ha sido tomada por las huestes femeninas. Bandera blanca. Rendición incondicional.
Tanto es así que la pasada semana un amigo, al que en nuestra reducida comunidad masculina heterosexual siempre le hemos reconocido por sus insignes y notorias conquistas femeninas, me confesaba que una señorita le había “entrado” en una de mis tascas favoritas con la frase “hola, ¿cómo te llamas?, me pones cachonda”.
Él, al parecer, sólo había acertado a responder, tras parpadear con asombro tres o cuatro veces, su nombre de pila y algo así como “¡joder macho!,¿y qué te pareció el partido del Atleti del otro día?”.
Exageración o no, esa parece ser la excepción que se va a convertir en norma general en el futuro inmediato.
Y sí, habrá que aceptarlo, y no escandalizarse, y asumirlo como la expresión de una sensación, de un sentimiento más, tan habitual como el sueño, el aburrimiento, el nerviosismo o las ganas de comerse una paella valenciana. Pero que quieren ustedes que les diga, yo prefería cuando había que cortejar a las damas (que en ocasiones se hacían las duras) y luego te hacían creer que eras tú y no ellas el que terminaba resolviendo favorablemente el asunto para acabar en el catre. Todo ello tras haber hecho honrosamente el memo durante horas, días o incluso meses.
Siempre hemos sido el sexo débil, pero ¡diablos!, ¿hace falta que nos lo restrieguen ustedes por la cara?
This is the end of the world as we know it.