martes, 26 de octubre de 2010

Lo confieso, tengo debilidad por ellos



Son, en muchos aspectos, justo lo contrario a los españoles. Son disciplinados (obsesivamente disciplinados), siguen siempre el procedimiento, son respetuosos (como seas mayor que ellos el “San”, equivalente a nuestro D., no te lo quita ni Dios), no saben improvisar, son meticulosos, detallistas y precisos. No mienten y rara vez dicen tacos.

Además de eso, tratan de ser rebeldes (cosa que les sale previsiblemente mal) y tienen una curiosa dualidad, tradición / anti-tradición.

Hablan inglés casi tan mal como los franceses (los que lo hablan) y sin embargo han tenido una gigantesca influencia de los EE.UU. en las últimas décadas.

Los japoneses, o al menos a mi me lo parecen, son fascinantes.

Cuando viví en Estados Unidos, compartí “pupitre” con algunos de ellos, y creo que nunca los podré olvidar. Poseen una cierta candidez que les hace ser especialmente vulnerables y, por tanto, objeto de protección y, al mismo tiempo, una fortaleza moral que les hace verdaderamente temibles y dignos de respeto.

De todos ellos, quizás fue con Toshi (Toshimasa) con el que tuve más relación. Yo y el resto de “no americanos” que compartíamos residencia, ala de habitaciones, cuartos de baño y duchas, rancho y, sobre todo, salidas nocturnas.

Rocket San era mi nombre para Toshi y, como he dicho, a pesar del trato continuo y las 20 cervezas que compartíamos con cierta frecuencia, no había forma de hacerle bajar del burro.

Quizás otro dato común entre los japoneses, y especialmente en Toshi, es la poca resistencia que tienen al alcohol. Rara era la vez en que Toshi no se volvía a “casa” por su cuenta mucho antes de que lo hiciéramos el resto por haberse agarrado la castaña correspondiente.

Al llegar a la residencia, y como pequeño castigo por su falta de resistencia, nuestra tradición era despertar a Toshi y hacerle mil perrerías durante un buen rato.

Toshi protestaba enérgicamente por sacarle de la cama para ponerle a hacer flexiones, hacer que se bebiera otra cerveza o, simplemente, contarle las increíbles rubias que habíamos conocido en su ausencia (algo completamente falso), pero terminaba riéndose a carcajadas y llamándome a mí, Rocket San, “diablo despertador” por considerarme el cerebro de la operación.

Una noche, cuando la estancia conjunta estaba a punto de terminar, Toshi descubrió la forma de que le dejáramos en paz. Mientras cumplíamos la rutina de despertarle un sábado de madrugada, Toshi se metió el dedo índice de la mano derecha en su culo, lo removió dentro y se lo sacó amenazándonos con él y utlizándolo a modo de “ahuyenta pesados”.

Nadie osó volver a despertar a Toshi. Huelga decir el motivo de ese cambio de actitud.

Sin embargo, y pese a nuestras más molestas que pesadas bromas, Toshi nos tenía un sincero y muy entusiasta aprecio. Le parecíamos espontáneos y alegres, comprometidos y estudiosos, brillantes y trabajadores, incluso con la diferencia de horas que dedicábamos a estudiar en comparación con él (que seguía arrastrando, pese al tiempo transcurrido, dificultades con el idioma).

Y le hacía sentirse orgulloso y le intrigaba tremendamente cómo era posible que supiéramos lo que era seppuku (el hara-kiri no existe) o quién fue Yukio Mishima, que pudiéramos hablar de la época Shogun, que fuéramos capaces de ubicar Nagoya en el mapa o que tuviéramos algo más que afición por la gastronomía nipona y nos mostráramos sesudamente de acuerdo con el famoso refrán “me gustaría comer fugu, pero amo la vida”

Supongo que en el fondo sabía que, al menos algunos de nosotros, dedicábamos un rato de vez en cuando a estudiar un poco de la historia y cultura japonesa, y que la encontrábamos tan apasionante como entretenida.

El día que nos despedimos, Toshi me hizo una reverencia y me dijo en su particular inglés “Ten una buena vida”, como si jamás nos fuéramos a volver a ver.

Y es muy posible que estuviera en lo cierto, pero no por ello resta importancia a la frase.

El bueno de Toshi.

¡Qué tío más grande!

P.D.

Sepan ustedes que España es conocida en Japón por cosas tan tópicas como los Sanfermines y el flamenco y, ¡oh sorpresa!, ¡¡por la Tomatina de Buñol!!

¿Son o no son adorables estos japoneses?

3 comentarios:

Leónidas Kowalski de Arimatea dijo...

A mí siempre me han caído bien. No he tenido el gusto de tratar en persona a ninguno, pero me me encandila ese amor por el orden y la disciplina de que hacen gala cuando los veo de turistas por ahí. Además me parecen sumamente ingenuos y extraordinariamente educados, otros dos puntos a su favor.

Algo grande debe de tener esa pequeña gente para haberse convertido en una potencia mundial en ciencia y economía, a pesar de haber empezar a industrializarse con retraso respecto a Europa, y a pesar del demoledor palo de la Segunda Guerra Mundial. Sí, son fascinantes.

¿Y qué me dice del porno japonés? Jo, son fascinantes y morbosos. (Pero creo que también algo reprimidos fuera de la ficción pornográfica).

Rocket dijo...

Estimado Leónidas,

Es tarde, estoy borrachuzo y cansado. Prometo comentario de respuesta mañana, y este mismo cometario se encontrará en la otra entrada (vil ardiz para no teclear dos veces la misma historia).

Saludos anestesiados,
Rocket

Rocket dijo...

Estimado Leónidas,

¡Efectivamente!, es que inspiran cierto sentimiento de protección y, además, son taaaaan diferentes a nosotros que nos resultan simpáticos.

Pero no se confunda, metidos en faena son temibles, crueles me atrevería a decir.

La tradición japonesa es muy militarista, la disciplina no es una opción y el orden tampoco.

Después de la IIGM, lo de japón fue muy duro, son muy orgullosos, y tener que rendirse incondicionalmente les dejó la autoestima nacional por los suelos. Además les lanzaron dos veces "la bomba" (y menos mal).

En cuanto al porno en particular, y al sexo en general, son más raros que la calentura... muy de morbos. En USA viví en tres zonas diferentes. En la primera tuve una vecinita/novieta/rollete de Osaka.

Un encanto de chica... que confesó que los japoneses no usan por lo general la talla XXL de preservativos precisamente.

Y, ahora que lo pienso, ¡¿cómo cojones me he olvidado de mencionar a Rika en la entrada?!

¡¡Joder, cada día estoy peor de la cabeza...!!

Saludos,
Rocket

P.D.

Usted se llevaría divinamente con un homólogo japonés.