martes, 26 de mayo de 2009

De como Rocket se rompió el pito y conoció a Maruja "La Rulos" (I Parte)



Madrid, sábado 14 de marzo de 1998, 02:00 de la madrugada. Rocket está a punto de conseguir “un punto”.

Lleva hablando con ella tres horas. No es una modelo internacional, pero es bastante mona y, sobre todo, le ha soportado toda “la charla” con una sonrisa en los labios, sin inmutarse, hablando poco y riendo mucho, pero muy bajito, casi con timidez. “Eres muy simpático Rocki”, dice con voz muy dulce mientras toma un pequeño sorbo de su copa sin dejar de mirarle por encima del vaso. Ante esa observación Rocket está ya seguro, ésta no se le escapa.

Apura el último trago de la enésima copa de una forma un poco teatral, y le propone ir a un sitio más “íntimo”, es decir, a la parte trasera de su coche. Ella sonríe un poco más abiertamente y asiente sin decir una palabra. A Rocket le da la sensación que ella estaba esperando esa insinuación hacía, al menos, una hora, pero ha preferido asegurarse para evitar un derrape por impaciencia. No hay nada peor a que una dama te de plantón con la noche avanzada.

Sale Rocket, pobre él, con la satisfacción que sólo el ego masculino proporciona cuando se confirma una conquista y caminan juntos hasta el coche mientras improvisa alguna chorrada que le quite un poco de tensión al momento, a su momento. Es el rey del mundo. James Bond es, obviamente, un mierdecilla y un aprendiz de brujo comparado con él. A Rocket no le hace falta smoking y Aston Martin para ligar, no esa noche.

Cuando entran en el coche comienzan las sorpresas. Ella se abalanza sobre Rocket sin darle siquiera tiempo a meter la llave en el contacto, -¡Joder con la timidita!- piensa él mientras trata de acomodarla de forma que la palanca de cambios no realice funciones que no le corresponden, - ¡y parecía del Opus, cagoendiez!- continua pensando.

A partir de aquí, el desbarajuste. En lugar de haber parado la situación y haber arrancado el coche para buscar uno de esos descampados que proporcionara “la intimidad” que había prometido, Rocket comienza un movimiento pélvico, frote de tela contra tela, lleno de ritmo y sensualidad que haría palidecer al mismísimo Rocco Siffredi. Cada vez más rápido, cada vez más fuerte, buscando el contacto de sus cuerpos a través de la ropa.

La escena es entonces un poco surrealista. Dos y media de la mañana en Madrid, coche aparcado en plena calle, Rocket sentado frente al volante de su coche con una señorita a horcajadas sobre él y 25 personas en el exterior viendo en directo, y de manera gratuita, un espectáculo erótico soft, mientras beben sus copas y comentan la, por otro lado, aún inocente jugada.

Pasan unos minutos en este “sí es pero no es” hasta que Rocket recupera por un momento el juicio y decide que es momento de ahorrar energías y libido y salir “echando chispas” hacia ese descampadito, “muy cuco y desde el que se ve todo Madrid”, donde dar rienda suelta a la pasión y el desenfreno, a ser posible ya sin ropa… y sin espectadores. Todo ello después de haber bajado la ventanilla y haberse acordado, y no para bien, de la madre que ha parido a todos las mironas y mirones que lo estaban pasando divinamente en el exterior y que comenzaban a realizar apuestas incomprensibles.

Cuando la chusma se ha dispersado y la señorita en cuestión vuelve al asiento del copiloto, Rocket siente una incipiente humedad en la zona pélvica. Investiga de qué se trata y descubre que es una mancha de sangre.

- ¡Pero, coño, cómo no me avisas!
- ¿Que te avise de qué Rocki?
- Leñe, pues que estás mala.
- Yo no estoy mala Rocki, acabé la semana pasada – responde ella
- ¿Ah, si? ¿Y entonces ésto qué es? – le dice el pobre Rocket mientras le enseña en la yema de uno de sus dedos una pequeña muestra de sangre.
- Pues debe ser tuyo Rocki, porque yo no me he manchado.

La indignación por la molestia y coste que iba a suponer llevar la prenda al tinte, da paso a una cara de asombro que cambia hacia preocupación cuando Rocket comienza a sentir un extraño cosquilleo en la punta de su… en la punta.

Con cierto mimo, introduce su mano en los recién estrenados pantalones de pana y comprueba que efectivamente, por desgracia, puede confirmar que hay claros signos de hemorragia.

- Tendría que haberme dicho que eras virgen Rockie – dice la esporádica protagonista de esta parte del relato.
- Permíteme que te corrija querida, los hombres no sangramos al desflorarnos, y además, este fusil lleva más tiros pegados que una compañía de fusileros de Infantería de Marina, y se encuentra en perfecto estado de funcionamiento y revista.
- Pues yo que tú me acercaba a una armería porque yo soy chica y de ésto no entiendo mucho, pero me da la sensación que no es muy normal que la gente vaya por ahí sangrando por el chuflillo.

No se puede negar que la criatura tenía razón. Rocket ha puesto en modo ON la cara de “aquí no pasa nada”, así que acompaña en coche a la señorita a su casa, que afortunadamente está cerca, y tras intercambio de teléfonos y promesa, incumplida, por parte de Rocket de informar sobre el alcance y estado de la lesión en días posteriores, parte rumbo a un centro hospitalario.

Como Rocket es lo que es, es decir, médico, militar, catedrático, piloto y funambulista, además de ejecutivo de una multinacional, y no le apetece ser reconocido en la sala de espera de un hospital con un manchón de sangre en la entrepierna, elige para “echar un vistazo a la avería” uno de esos hospitales grandes, impersonales, donde te tratan a patadas pero no te hacen demasiadas preguntas.

Disimula la mancha, que se acrecienta con el paso del tiempo y la acción de la hemorragia, anudándose un jersey en la cintura y haciendo que las mangas cuelguen por delante.

- Buenas noches – dice Rocket con aparente frialdad.
- A las buenas – responde el sanitario que atiende en la ventanilla de urgencias – Dígame qué le ocurre.
- Creo que me he roto algo en el pene.
- ¡Ajá!, ¿Algo más?
- Si le parece a ud. poco...
- Bueno, pues pase a la sala de espera 28 que le avisarán allí. ¿Me permite su carnet de la Seguridad Social o documento similar?
Rocket saca su carnet militar, el de docente de la facultad de física, la cartilla S.S., la licencia federativa, el pase del casino de Mingo Rubio y una estampita de la Virgen de los Desamparados que siempre lleva encima los fines de semana para ver si le ayuda a comerse algún rosco…
- Creo que con éste será suficiente – dice el sanitario mientras elige el carnet de benefactor de la fundación “Oso de Asturias” que inadvertidamente se ha colado entre todos los presentados.

Entra Rocket en la sala de espera y echa un vistazo a la concurrencia antes de tomar asiento.

El paisaje es anodino, el paisanaje es desolador…

(Continuará)





2 comentarios:

AndresCalamaross dijo...

Animo a esa creatividad, aunque igual es la descripción del pasado?, y no tardes.
Un saludo,

kitty_wuuuu dijo...

¡Segunda parte!, ¡Segunda parte!