miércoles, 16 de diciembre de 2009

Memorias de un portador de malas noticias (II y final)


Continuamos con los recuerdos del LtCol George Goodson. Ayer olvidé decir que el relato original se llama "Burial at sea", algo así como "Funeral en el mar", pero la traducción me parecía una macabra versión de "Vacaciones en el mar", así que lo cambié. Licencia de traductor.

OTRA NOTIFICACIÓN

Una mañana el sargento Jolly cogió el teléfono cuando yo entraba en la oficina y tras un momento me dijo “Tiene otro más, Coronel”, asentí y entré en mi despacho, cogí el teléfono, tomé notas mientras, aún no sé porqué, agradecía al oficial al otro lado de la línea su llamada y colgué. Jolly, que había estado escuchando entró con un Directorio de Teléfono especial que traducía los números de teléfonos en direcciones de personas y sus puestos de trabajo.

El padre de esta baja era un estibador. Vivía tan sólo a una milla de mi oficina. Llamé a la oficina de la Unión de Estibadores y pregunté por su jefe. Contestó al teléfono, le expliqué quién era y le pregunté por el horario del padre del muchacho.

Su jefe preguntó, “¿es su hijo?” y yo no dije nada. Después de un momento dijo “Tom está en casa hoy”, “No le llame -dije- yo me ocuparé de ésto”. “¡A la orden, señor!”, y luego explicó “Tom y yo servimos en los marines en la Segunda Guerra Mundial”

Entré en mi coche y conduje hasta la casa. Iba de uniforme. Llamé a la puerta y abrió una mujer con cuarenta y pocos años. Inmediatamente noté que no tenía ni idea de mi misión. Pregunté si el Sr. Smith estaba en casa, sonrió y contestó muy amablemente “Si, pero está desayunando, ¿podría venir un poco más tarde?”, “lo siento – dije – es importante, necesito verle ahora”

Asintió, volvió a la cocina y le escuché decir “Tom, es para ti”

Un momento después un hombre rudo en la última parte de los cuarenta apareció en la puerta. Me miró, se puso completamente blanco, se sujetó y dijo “¡Dios mío*, sólo llevaba tres semanas allí!”

Los meses pasaron. Aún más notificaciones y más funerales. Entonces un día, mientras corría en el cuartel, el sargento Jolly salió de la oficina y me silbó con los dos dedos juntos (¡yo nunca he podido hacer eso!) poniéndose a continuación un teléfono imaginario en la oreja.

Otra llamada del Cuartel General de los Marines. Tomé notas, dije “lo tengo” y colgué. Hacía mucho tiempo que había dejado de decir gracias.

“¿Dónde?”, dijo Jolly “En la costa este de Maryland. El padre es un brigada de la marina retirado. El hermano del chico acompañará el cuerpo desde Vietnam”.

Jolly meneó su cabeza despacio, luego la enderezó mientras me miraba y dijo “a estas horas del día llevaría tres horas llegar allí y volver. Llamaré a la Base Naval para que nos manden un helicóptero, y llamaré al capitán Tolliver para que uno de sus hombres con un coche le recoja y le lleve a la casa del Brigada”

Lo hizo y 40 minutos más tarde estaba llamado a la puerta del padre del muchacho. Abrió la puerta, me miró, miró al marine que permanecía en una perfecta posición de descanso junto al coche y preguntó, “¿cuál de mis chicos ha sido coronel?”

Permanecí con él por espacio de dos horas, le di cuanta información fui capaz, los teléfonos de la oficina y de mi casa y le dije que me llamara si me necesitaba, a cualquier hora.

Me llamó esa noche sobre las 23:00. “Revisando los papeles de mi chico, he encontrado su última voluntad. Quería ser enterrado en el mar. ¿Podría hacer usted que eso ocurriera?”, “Sí, si que puedo – repliqué – puedo y lo haré”

Mi mujer, que había estado escuchando la conversación, dijo “¿de verdad puedes hacer eso?”, “No tengo ni idea - repliqué - pero me voy a romper el culo intentándolo”

Llamé al Teniente General de Marines de la Flota Atlántica, General Browser a las 23:30, le expuse la situación y le pregunté “Mi general, ¿puede concertarme una reunión rápida con el Almirante del Cuartel General de la Flota Atlántica?”, “Estése en su despacho mañana a las 09:00 y le recibirá”.

Allí estuve y él me recibió. Me dijo fríamente, “Dígame Coronel, ¿Cómo puede la Marina ayudar a los Marines?”, le conté la historia y él llamó al jefe de personal y le dijo “¿cuál es el mejor destructor del puerto?” y el jefe de personal respondió con un nombre. El almirante llamó al barco y dijo “Capitán, van a celebrar un entierro naval. Reportará al Teniente Coronel Goodson hasta que la misión esté completada”

Colgó, me miró y dijo “La próxima vez que necesite usted un barco, coronel, llámeme, no tiene que enviar al general Browser a morder mi culo”. “¡A la orden!” contesté y salí cagando leches del despacho.

Fui al barco y me reuní con el capitán, el oficial ejecutivo y el suboficial mayor. El sargento Jolly y yo entrenamos a la tripulación durante cuatro días y fue entonces cuando Jolly se dio cuenta de un detalle que nos había pasado inadvertido. “¿Cómo haremos que el ataúd reglamentario se hunda si viene sellado y lleno de aire?”

Todos los presentes nos quedamos mudos. Entonces el suboficial mayor del barco se levantó y dijo, “vamos Jolly, conozco un bar donde van a tomarse una copa los veteranos de la segunda guerra mundial”

Volvieron dos horas después un tanto "desaliñados" y dijeron “es simple, hacemos cuatro agujeros de 12 pulgadas a cada lado de la funda del ataúd y metemos 100 kilos de plomo en el fondo. Podemos hacerlo, no hay que preocuparse.

Llegó el día, tanto el barco como la tripulación lucían radiantes. El general Browser, el Almirante, un senador y la banda de la armada estaban a bordo. El ataúd fue subido a bordo y llevado abajo para ser preparado y el barco zarpó hasta encontrar un sitio donde hubiera más de 25 metros de profundidad.

El sol pegaba, la mar estaba completamente calmada y el ataúd fue llevado a cubierta y colocado sobre un catafalco. El capellán rezó, se dispararon las salvas, la bandera se arrió, se dobló y yo se la entregué a su padre. La banda de música tocó “Eternal Father Strong to Save” y el féretro fue ligeramente inclinado hacia delante hasta que cayó al mar y se hundió unos 5 metros cuando golpeó el agua. Entonces, cuando el aire interior y el agua que entraba por los agujeros chocaron, se detuvo, volvió a salir abruptamente a la superficie en vertical y luego, poco a poco mientras las burbujas salían por los agujeros, se fue hundiendo hasta que desapareció de nuestra vista para siempre.

Al día siguiente llamé a mi amigo personal el teniente general Oscar Peatross del Cuartel General de los Marines y le dije “General, sáqueme de aquí, no puedo más con ésto”. Fui transferido a otro destino dos semanas más tarde.


Yo había sido un buen marine, pero después de 17 años había visto demasiada muerte y demasiado sufrimiento. Estaba machacado.

Vacié la casa y mi familia y yo fuimos a la oficina en los dos coches. Me despedí y el sargento Jolly salió conmigo, se despidió de mi familia, me miró con los ojos llenos de lágrimas, se puso firme, saludó y me dijo “¡Buen trabajo, mi coronel, buen trabajo!”


Y yo me sentí como si mi hubieran concedido la medalla de honor del congreso.

Fin

* N. del T. El padre dice textualmente "Jesus Christ man" que no se corresponde con "¡Dios mío!", sino que es sensiblemente más vulgar, casi un taco. Sin embargo no he encontrado una expresión más adecuada.

2 comentarios:

uno que es viejo dijo...

Amigo su relato me gusta, dese cuenta usted de lo importante de ese "trabajo" que en mi opinión no es tal.
Algunas veces se encuentra uno frente a realidades que parecen superarnos, pero es en esos momentos cuando tenemos que demostrar que no somos profesionales de, sino personas. Las noticias que el personaje portaba, no son malas sólo por la defunción del familiar, sino por la certeza de un hecho que ya es irremediable; cuando uno empieza algo, asume un riesgo, aunque tiene siempre la esperanza de poder volver al punto de partida en las mejores condiciones, en la esperanza está la fuerza que nos mueve y tras ella la evidencia de nuestra debilidad.
En mi opinión la vida exige sacrificio y entrega, pero es cuando tratamos directamente con la muerte cuando de verdad el sacrificio es más duro. He enterrado a algunos amigos y me he sentido menos perdido que cuando el muerto era algien cercano a ellos. Cuando el dolor es propio, es fácil calmarlo, sabes donde te duele, pero acompañar en el dolor ajeno es muy difícil.
Es una misión de heroes la de este hombre, porque desde el comienzo es una batalla perdida, sin esperanza alguna, por eso es tan importante resaltar los extraordinarios valores que nos llevan a matarnos.t

Rocket dijo...

Estimado viejo,

Va usted a disculpar mi torpeza, pero encuentro su mensaje un poco críptico.

Claro que la muerte es un hecho irremediable, tanto es así que hasta ahora, que se sepa, nadie ha conseguido remediarla. Y claro que el que se va asume un riesgo, no así la gente que se queda en casa. Obvio.

Disiento en eso de que el dolor ajeno pica más que el propio. Hace poco murió mi madre y yo hubiera preferido que hubiera muerto la madre de cualquier otro que asistió al funeral antes que la propia. Estoy seguro que, aún sintiéndolo, lo hubiera pasado bastante menos mal.

Lo de este hombre no creo que sea una misión de héroes, creo que es, simplemente, una misión difícil, dura, triste y desmoralizadora, el heroísmo es otra cosa.

Como ya he dicho en alguna ocasión mi concepto de héroe es la de un médico militar jugándose las pelotas por atender al descubierto a un compañero mientras caían pepinos de 80 mm.

En cualquier caso, considero parecía esforzarse por entender que cada notifiación era un drama único para la familia que lo recibía y trataba de hacerlo lo mejor posible. Quizás eso fuera lo que me gustó del relato.

Saludos,
Rocket