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Lo confieso, cuanto más viejo más pellejo.
Y no me refiero a holguras cutáneas, ni a flaccideces musculares, avatares de la edad que de momento no parecen representar una seria amenaza para mi elegante porte, no.
Me refiero a ese punto de mala leche, y esa iracunda ironía que día a día y poco a poco desplaza a la feliz candidez de los años más mozos.
Un resabio, como si dijéramos.
Supongo que desde la perspectiva femenina ese punto, aún soportable, de sorna y de rápida y ácida ironía resulta atrayente por aquello de ser algo parecido al polo opuesto a la languidez y la indolencia, enemigos del varón que se precie.
En cualquier caso, uno muta su carácter como muta las cosas de las que es inevitable mutar en la vida, con orgullo, altivez y un deseo de hacer el trance lo más llevadero posible, disfrutando de ello cuando se pueda.
Por eso, cuando he leído la carta manuscrita que mi amiguito Luis Bárcenas le ha remitido a Su Señoría desde prisión, y he vislumbrado la desesperación con la que está escrita, he disfrutado de lo lindo.
Que el otrora prepotente, soberbio, maleducado, estirado, sobrado y antipático dueño y señor de las cuentas del PP se esté retorciendo de asco en la cárcel me produce una satisfacción mayúscula.
Vamos, y resumiendo, que me da un tremendo gustirrinín que semejante gilipollas (porque además de ladrón es un imbécil de categoría) se pudra en el talego.
Y no creo que sea muy cristiano hacerlo, no señor, pero qué quieren que les diga... ¡a veces me encanta ser un cabroncete!
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2 comentarios:
¿Con cuántos puntos se consigue la Thermomix?
Ciertamente, amigo Rocket, no es usted muy cristiano por albergar semejantes sentimientos. Y sin embargo es humano, que es infinitamente mejor. Y a Bárcenas, pues que le den, oiga.
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