jueves, 9 de julio de 2009

Radomir el Intérprete (II Parte)



Han sabido antes de salir que las cosas en el Norte no andan muy bien, hay dos puntos muy calientes en el mapa, Bihac y, como no, Sarajevo. Toda la línea que une esos puntos está siendo lo más parecido a un frente de batalla. La OTAN ya ha bombardeado a los serbios y algunas de sus instalaciones, pero procurando causar el menor daño posible. Los croatas de bosnia prestan apoyo a los musulmanes y el Ejército del Gobierno de Sarajevo, y los serbios de Krajina acuden en ayuda del ejército serbio bosnio. Todo es un gran desbarajuste de intereses, siglas y facciones.

Su misión parte del sur por lo que, en principio, no están en pleno “fregao” pero se dirigen hacia Sarajevo y es más que probable que, a medida que avancen los días, haya mucho movimiento de tropas de refresco y refuerzo a lo largo de la ruta. Al fin y al cabo es lo que van buscando.

La organización de la marcha es clara. Los británicos salen siempre por delante. Esos tíos son increíbles, simplemente desaparecen, se funden con el paisaje, se esfuman. Pueden tener uno a sólo cuatro o cinco pasos y no darse cuenta de que está ahí, mirándoles, estudiándoles, agazapado. El resto saben de sus habilidades, su fama les precede, pero una vez en acción sorprende ver lo profesionales que son, lo bien que saben hacer su trabajo. El más sorprendido es, sin duda, Radomir, que no ha tenido oportunidad de ver cómo entrenaban en España..

Siempre llevan una delantera de entre 20 minutos y media hora, son la avanzadilla que evita, en la medida de lo posible, encuentros desagradables. Cuando localizan algo de interés se detienen, uno regresa para encontrarse con el grupo y el otro se queda y estudia el terreno para encontrar el mejor punto de observación. Una vez que se reúnen, los que desaparecen son los franceses, que se separan para proporcionar cobertura en caso de ser localizados.

Han ensayado todo esto durante tres semanas y lo tienen mecanizado. Los españoles son los más torpes en estas lides, pero su misión es la de estudiar qué hacen aquellos a los que han ido a observar, cuántos son, hacia dónde se dirigen, qué material poseen, cómo se organizan, con quién se comunican, cuáles son sus planes, etc. En eso no son malos del todo, aunque siempre es mucho más cómodo hacerlo en una sala, cómodamente sentados en una silla estudiando fotos que aguantando lluvia de manera prácticamente ininterrumpida a miles de kilómetros de casa. Radomir les ayuda con las transmisiones de onda corta que consiguen interceptar. No es difícil extraer información porque apenas si utilizan códigos, nadie espera ser escuchado estando en casa. Eso dice mucho de la preparación real de estos “ejércitos”, a caballo entre el voluntariado exaltado y la leva obligada en pueblos y aldeas.

Por lo demás Radomir se las apaña con bastante soltura, nadie les ha contado nada al respecto, pero todos intuyen que Radomir sabe lo que se hace, no es una carga, ni una rémora, sigue perfectamente el paso, se ha habituado de manera casi inmediata a la operativas más habituales. No le corresponde hacer guardias, pero las hace con los españoles. En definitiva, es uno más.

Llueve prácticamente sin cesar desde que salieron, y lejos de ser una mala noticia es algo que les viene muy bien. La visibilidad disminuye, pero si lo hace para ellos que quieren observar lo hace aún más para los observados que no sospechan que lo son.

El segundo y el tercer día ya han tenido encuentros con patrullas y vigías. Hasta ahora todo ha ido bien. Los ingleses dieron el aviso por radio de manera muy precisa, es la única situación en la que está permitido el uso de ésta. Ha bastado no moverse para no ser localizados, pero en el segundo de los encuentros, una patrulla bosnia, pasó tan cerca que los franceses llegaron a montar el arma y quitar el seguro.

Cuando llevan cuatro días y ya han acumulado bastante información, entran en la zona más sensible. Hasta ahora todo lo que han visto, más o menos en las inmediaciones del río Neretva (muy conocido por las tropas españolas de UNPROFOR) pertenece a uno de los bandos, que en realidad son dos, pero la zona en la que se internan, dejando atrás el río, tiene movimiento de todas las facciones implicadas. La cosa se puede complicar un poco más porque es un terreno más montañoso y, además, es zona de combate. A todos se les pasa alguna vez por la cabeza aquello de “qué cojones pinto yo aquí”.

En la tarde del cuarto día se recibe un escueto “stop” por radio. Los británicos han encontrado algo que no les gusta. El resto del grupo espera agazapado la llegada de éstos con la explicación de qué ocurre y cómo actuar. Están en la ladera de un valle un poco más escarpado de lo habitual. No es buena zona para ser descubiertos, y para colmo hay un pueblo en el valle. Donde hay pueblos hay gente, donde hay gente hay ojos…

25 minutos más tarde aparece el primero de ellos. Lo descubren cuando lo tienen encima, sus movimientos son muy lentos y eso no es buena señal, nada buena. Se aposta a su lado y hace una señal de “silencio absoluto”. Confirmado, algo no va bien. ¿Dónde está el escocés? A los quince minutos aparece éste para tranquilidad de todos, que empezaban a temerse lo peor. Tienen el avance cerrado en todas direcciones, de hecho tampoco se puede retroceder, viene de comprobarlo. Hay que esperar allí y rezar por tener un poco de suerte. Creen que en pocos minutos se van a empezar a oír disparos. Una patrulla de unos 8 o 10 bosnios musulmanes y algo similar a una compañía de serbio bosnios están a punto de encontrarse. Mal asunto para los bosnios que tienen una inferioridad numérica aplastante.

Efectivamente. Se comienza a oír fuego de fusilería a un kilómetro o algo más, aunque en un valle es difícil calcular distancias por el sonido. Aquello es una ensalada. El tiroteo dura más de diez minutos. Luego hay silencio.

Dejan pasar una hora y los británicos vuelven para echar un vistazo. Tardan aún otra hora larga, interminable, en volver. No ha habido prisioneros. 9 bosnios, varios de ellos con tiros en la cabeza, los han dejado amontonados. Parece que los serbios se estaban cobrando alguna vendetta. Se dirigen al norte, a Sarajevo, los bosnios están apretando el cerco de la ciudad y son tropas de refuerzo, no dejan a nadie del enemigo por el camino, no pueden cargar con prisioneros.

Radomir propone bajar al pueblo, que parece estar tranquilo, y hacer noche allí. El resto opinan que es muy arriesgado. Si son descubiertos aquello es una ratonera. Radomir insiste, conoce ese pueblo, mujeres y ancianos, no quedan hombres, es tranquilo y sabe que las cosas no andan muy bien últimamente, a cambio de dinero son capaces de darles cobertura por una noche. Nadie les va a buscar en el pueblo porque cualquier bando intenta no pasar por ellos. Además, por lo que han visto, todo el mundo parece tener mucha prisa por llegar al “frente”, esa línea imaginaria que parte de Gorazde y llega hasta Bihac y que los serbio bosnios consideran que es la frontera natural de Serbia.

Nadie sabe cómo pero el bueno de Radomir les convence. Los franceses le acompañarán, por seguridad, hasta el límite de la vegetación, luego Radomir entrará solo. Conoce la casa que está en la linde del pueblo, la más próxima al bosque que cae del valle y cree que no tendrá muchos problemas en negociar.

La señal. Con muchas precauciones los miembros del equipo van entrando en la casa y se van cubriendo hasta que el último está dentro. Es ya noche cerrada, es improbable que nadie les haya visto, aunque los pueblos siempre tienen vecinos indiscretos.

La casa es humilde, la decoración es muy similar a la de un pueblo de España, muebles viejos y pasados de moda hace décadas, suelos de terrazo, trastos por doquier, un colgador con todo tipo de cazadoras y chaquetas, todas de tela, nada de tejidos sofisticados. Un fogón de gas y la encimera de la cocina-salón, llena de cacharros, cacerolas, cucharones, etc.

La familia está compuesta por una pareja de ancianos y dos mujeres jóvenes, una de ellas con un niño de pecho. No hablan con los “invitados”, apenas si les miran y urgen a las jóvenes a que hagan lo propio. Sin embargo la juventud de la madre, sospechan que no llega a los 18, y la belleza de la otra joven, más mayor, no han pasado desapercibidas. El escocés abre mucho los ojos cuando mira a los españoles, el gesto lo dice todo.

Radomir nos cuenta que la mayor es hija del matrimonio. Su marido y su hermano, la joven morena es su cuñada, han sido “reclutados”, no nos dice el bando, aunque los rasgos de la familia son claramente eslavos, no así los de la joven madre, morena y con facciones claramente de bosnia musulmana. El claro ejemplo de que todo iba perfectamente bien antes de la guerra.

Hacen guardias, pero es confortable estar a cubierto, poder cambiarse a ropa seca y estar calientes. El abuelo, que a pesar de su aspecto no debe tener más de cincuenta años, protege sin dormir la subida a la segunda planta donde, por lo visto, están los dormitorios. Es evidente que opina que en el precio de la casa no está incluida la compañía. Aún así, las féminas, féminas son, y esa noche la señora y señorita parecen tener repentinos ataques de sed, porque bajan divertidas y con frecuencia excesiva para beber agua. El abuelo no parece nada contento con esta repentina necesidad y las riñe y prohíbe bajar en lo sucesivo.

A las 04:00 de la mañana, antes de que amanezca, abandonan la casa. Radomir paga lo establecido y se deshace en agradecimientos para la familia. Las muchachas se han despertado y se despiden con la mano desde lo alto de la escalera según van saliendo, uno a uno y con máxima cautela, de la casa.

Cuando suben otra vez a la parte alta del valle observan el pueblo y la casa y esperan para ver si ha habido algún movimiento. No, todo sigue tranquilo.

En la medida en que acercan a Sarajevo comienzan a ver movimientos más masivos de tropas y los primeros medios mecánicos desde que partieron. Hasta ahora todo infantería, ahora mucha mejor organización, blindados, incluso algún carro. Hay acumulación de tropas. Se prepara algo gordo.

Cuando están observando, tomando notas, oyen, lejanos, los motores de un reactor. En menos de 15 segundos dos Tornados británicos les sobrevuelan a muy baja cota y prácticamente en la vertical, van con postcombustión eso quiere decir que están saliendo de una zona caliente. Los ingleses esbozan detrás de la pintura de sus caras una sonrisa de orgullo que deja ver el blanco de sus dientes. Los aviones no llevan nada bajo los planos, y es seguro que no han salido de su base así, por lo que es más que probable que hayan dejado un par de “regalos” por el camino. En resumen, están demasiado cerca de Sarajevo, y lo que haya que ver aquí ya lo están viendo otros desde el aire con mucha mayor claridad, y además pueden hacer fotos. Allí no pintan nada, esa zona saturada de tropas excede su misión, es un riesgo innecesario.

Es hora de volver a casa, pero en el regreso les aguardan un par de sorpresas…

1 comentario:

La Chispa de la vida dijo...

Lo cierto -y verídico- es que me está resultando interesante. ¿Para cuándo el desenlace?