De vez en cuando encuentras gente muy especial en las más extrañas y desagradables circunstancias, gente que te sorprende y que se te queda grabada, marcada, para siempre.
Bosnia Herzegovina otoño de 1994. El conflicto está en plena efervescencia. Los bandos incumplen sistemáticamente cualquier tipo de acuerdo alcanzado y las páginas de noticiarios y periódicos de todo el mundo reflejan, cada día, la dureza, la crudeza, la crueldad de una guerra a caballo entre el nacionalismo exacerbado y las venganzas personales.
Las tropas españolas ya cumplen allí su misión como parte del contingente bajo mandato de Naciones Unidas (UNPROFOR), son llamadas fuerzas de interposición, pero su verdadera misión es la de aprovisionamiento de poblaciones aisladas, la intermediación en el intercambio de prisioneros, la reconstrucción de vías e infraestructuras y, sobre todo, la de control de un alto el fuego que nunca es tal. Es decir, una fuerza de paz que tiene que ir armada hasta los dientes (es un decir porque no les dejan) porque, en muchas ocasiones, los que deben ser ayudados no quieren dicha ayuda y, encima, la emprenden con el mensajero.
La misión no es por tanto fácil y ya han muerto allí unos cuantos soldados españoles, algunos de ellos por accidentes, otros bajo fuego hostil, algo que suena a película americana hasta que se ve la escena real de un médico militar español intentando salvarle la vida a un compañero herido por fuego de mortero mientras un francotirador trata de volarle la cabeza. Otro día hablaremos de mi concepto de heroísmo.
Algunos de los países que intervienen en UNPROFOR, Francia a la cabeza, están empezando a cansarse de las continuas violaciones del alto el fuego, el coste en bajas, la mala prensa internacional, el peso de la opinión pública, etc. y deciden que, quizás, es el momento de aumentar la “presión” sobre las partes. Eso requiere de información sobre el terreno, pero los contingentes actuales, “cascos azules”, tienen muy limitadas sus zonas de influencia y tránsito, y apenas si llegan a ver nada más allá de unos cuantos kilómetros delante de las alambradas de sus bases y unos cuantos metros detrás de las lindes de los caminos y carreteras por los que transcurren los convoyes que tienen que escoltar. Voces cada vez de mayor rango y experiencia en los cuarteles generales de los países involucrados en la operación de “mantenimiento de paz” dicen que ha llegado la hora de la OTAN.
Alguien en Bruselas recoge la sutil indicación y decide que recopilar datos de inteligencia para tener una “big picture” de las zonas de operaciones en las que se podría intervenir requiere de muchas cosas: reconocimiento vía satélite o aéreo, pago a confidentes, utilización de la información de organismos no militares (Cruz Roja y ONGs de toda clase y condición) y, sobre todo, equipos sobre el terreno que sean capaces de determinar posición y fuerza de los diferentes bandos y facciones, sobre todo de aquellas que no pertenecen a un ejército, llamémosle, regular.
Hay varios equipos, desconocen cuántos, que serán infiltrados en diferentes zonas de ambas partes del frente y deberán recopilar cuanta información sea posible en un periodo de una semana. Las operaciones no están “respaldadas” por la OTAN, que se supone no puede poner ni un solo pie en el terreno, ni por supuesto por ningún ejército de ningún país miembro de ésta. Los mimetizados no pertenecerán a los de ningún ejército regular de la OTAN, lo mismo ocurrirá con el material, el armamento, la munición, las raciones… todo será extraño, algo exótico. Si algo ocurre, como ser descubiertos y detenidos (o peor) por alguna patrulla de alguno de los bandos, estarán solos. Sólo pasadas unas semanas, y si tienen suerte, se movería, in extremis, algún resorte de liberación. Nunca bajo tutela civil, siempre militar y siempre por vía de contactos a alto nivel.
Simplemente ellos no estarán allí, no quedará ningún registro de su presencia... en ningún sito.
El equipo lo componen, decisión tomada en Mons, dos SAS británicos especialistas en reconocimiento, dos paracaidistas franceses que darán protección al tandem de inteligencia, y dos españoles con la misión de recopilar y analizar los datos obtenidos.
Se ha decidido que este equipo se entrene en España durante tres semanas, es otoño, comienza a hacer frío y las inmediaciones del acuartelamiento donde tendrán su base provisional tienen un perfil orográfico, unas condiciones meteorológicas, una vegetación y una composición muy similares al de la zona donde desarrollarán la misión. Luego tendrán una semana de adaptación al terreno en una de las bases UNPROFOR en Bosnia y desde allí comenzarán la misión.
Hay personal de 4 ejércitos diferentes con los que estudiarán, en tiempo record, no sólo qué se pretende con la misión, sino tácticas, historia, nociones de yugoslavo, datos actuales de inteligencia, posibilidad de operaciones alternativas y, por supuesto toda una retahíla de “protocolos” de actuación si algo sale mal. Además se familiarizarán con el equipo y armamento que utilizarán y que no han usado nunca antes, ni siquiera los paracaidistas franceses que han disparado hasta con escobas.
El encuentro de los seis es cordial, todos hablan inglés fluido y los ingleses (en realidad un inglés y un simpatiquísimo escocés) hacen esfuerzos por suavizar su cerrado acento. A fuerza de roce y buena voluntad, terminan por tener muy buena relación. Es gente seria, profesional, consciente de que si algo sale mal algunos gobiernos y organismos se podrían ver muy comprometidos pero que, en cualquier caso, lo peor se lo van a llevar ellos. El ambiente es, pese a todo, muy bueno. El resto sospecha que entre los dos franceses (un teniente y un cabo) hay algo más que respeto profesional, pero les importa un carajo, allá cada uno con lo que haga en su casa.
Tras las tres semanas en España, son enviados a una base en Bosnia donde completarán, ya sobre el terreno, la última semana de preparación de la misión. Para su sorpresa, allí son informados que no serán 6 sino 7 los miembros del equipo. Se incorpora Radomir, un croata de Rika (Rijeka) de 36 años que ha colaborado con UNPROFOR en varias ocasiones, sobre el que se tiene plena confianza y que actuará como intérprete de las comunicaciones de radio que se puedan captar a lo largo de la misión o en el caso de que haya contacto con locales. Para todos supone un alivio no tener que depender de su misérrimo yugoslavo para, llegado el caso, entender qué está ocurriendo a su alrededor.
Radomir es un tipo simpático, franco, ha sido marinero profesional y habla el inglés perfectamente. Se le ve un hombre dotado para las relaciones personales, parlotea el español y el francés muy decentemente y habla sólo cuando tiene que hacerlo, incluso cuando cuenta chistes, cosa que hace con muchísima gracia.
Al ser un civil, Radomir no asiste a parte de los briefing y reuniones que tiene el resto del equipo, no practica con el armamento, y en general se le deja al margen de los detalles más “íntimos” de la operación, pero sí asiste a las sesiones de preparación y elección de rutas porque, además de ser quien mejor conoce el terreno, él también va a ser parte del equipo y corre igual o peor riesgo que el resto de miembros.
Poco a poco, Radomir se va ganando su confianza, y eso es importante, porque ya se han producido varios casos de intérpretes que no interpretan o, mejor dicho, interpretan a su antojo y beneficio en lugar de traducir, con el consiguiente riesgo.
Radomir está casado, tiene dos preciosas niñas rubitas de grandes ojos azules y sueña con la paz, con que nadie en su antiguo país, en su nuevo país, se mate simplemente por pertenecer a una u otra etnia, una u otra religión. Es un tipo pragmático, no un romántico, sabe que lo primero es acabar con la guerra, y después construir una sociedad muy fuertemente basada en la nueva constitución, con vocación marcadamente europeista. Sabe que el turismo será una buena fuente de ingresos una vez se hayan reconstruido y mejorado las infraestructuras y, en general, se muestra optimista con el futuro a medio plazo. Por eso colabora de forma activa con UNPROFOR.
Es especialmente cordial con los españoles, los “toreros” como les llama él a sabiendas que es un topicazo que, a veces, puede no hacer gracia. Pero Radomir es así, no es una persona dócil, es simplemente uno más en el equipo y como tal bromea y toma el pelo. A lo largo de la semana le han cogido mucho cariño, se hace querer. Su forma de ser, seguro de sí mismo y graciable en el trato, pero sin considerarse un inferior, les ha convencido. Encaja perfectamente en el espíritu militar del grupo.
Sabe escuchar las historias de los demás, y tiene un don para contar historias de sus travesías, de su vida personal, de su ciudad, de su mundo. Se le da bien hacer preguntas, eso es algo que no ha pasado desapercibido, y los ingleses comienzan a llamarle Bobby al juzgar que podría perfectamente trabajar en Scotland Yard.
Los españoles le regalan, el día antes de iniciar la operación, y a modo de amuleto, un colgante con correa de cuero que consiguieron en la ciudad próxima al cuartel donde realizaron el entrenamiento. Lo compraron en un mercadillo de artesanía una noche que salieron a cenar con sus compañeros para enseñarles aquello del “Spanish Tapas”, por si tenían la remota posibilidad de hacer “amistad” con alguna fémina a lo largo de su estancia en Bosnia. Radomir, consciente del significado real del detalle, casi se emociona un poco, y lo agradece como si fuera una joya. ¡Buen tipo este Radomir!
Llega el día D y, tras dejar en una caja cualquier objeto o documento que pueda identificarles, el equipo, ataviado con indumentaria, material y armamento no clasificables, sale con absoluta discreción de la base en Bosnia a las 04:00 de la madrugada. Comienza una operación a la que ni siquiera se le ha puesto nombre, o no uno que ellos conozcan.
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3 comentarios:
Muy interesante, te esperamos¡¡¡
Un poco de serrín para el cárter de los franceses por favor.
Normalmente no me interesa el "problema de los Balcanes", no por nada sino porque me fastidia que toda la guerra últimamente se disfrace de Pazzzzzzzzzzzzz y realmente lo siento por todos lo que arriesgan su vida o la pierden sin un mísero reconocimiento. Tampoco me creo mucho lo que describen los periódicos o las TVs acerca del tema. Sin embargo he de reconocer que seguiré con mucho interés el devenir de Radomir.... Ánimo Rocket, me tienes de lo más sorprendida con tus historias.
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